![«Mañana sale el sol» en El Molinón](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/pre2017/multimedia/noticias/201406/06/media/cortadas/EF08BAG2--575x323.jpg)
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Carlos Prieto
Viernes, 6 de junio 2014, 12:04
Hoy hace dos años que el corazón de Manolo Preciado se paró, a los 54 años, cuando las difíciles piezas que componían el puzle de su vida volvían a encajar. Feliz, con su mujer Arancha y con su hijo Manu, aguardaba en Mareny de Barraquetes, junto a la playa de Perelló, en el municipio valenciano de Sueca, la hora de rubricar su contrato como nuevo entrenador del Villarreal. Manolo era un hombre temperamental, de emociones, de sangre caliente. Por eso, cuando comenzó a encontrarse mal el día anterior atribuyó el malestar a una gastritis, al nerviosismo que suponía entrenar a un equipo como el Villarreal. Volver al banquillo tan pronto, y a un equipo del fuste del 'submarino amarillo', tras su triste salida del Sporting, era muy importante para él. Vivía aquellos días intensamente, como fue toda su vida. Su ilusión, su pasión, su implicación en el nuevo proyecto era tan grande, que incluso llegó a convencer a Gerardo Ruiz para que dejase Gijón y le acompañase a Castellón para hacerse cargo de la preparación física del equipo.
Pero su último sueño, como tantos otros en su vida, se quebró abruptamente. El destino, la mala suerte, la desgracia, o como quieran llamarle, volvió a cruzarse en su camino, como lo hizo cuando falleció su primera mujer, Puri, víctima del cáncer, o cuando su hijo Raúl murió tras un accidente de moto a los catorce años, o cuando su padre falleció atropellado cuando empujaba su propio vehículo.
aniversario
La vida me ha golpeado fuerte. Podía haberme hecho vulnerable y acabar pegándome un tiro o podía mirar al cielo y crecer. Elegí la segunda. Por eso siempre admiré a Manolo, por su capacidad de superación, por la forma en que afrontaba la propia existencia, cada día, cada recuerdo, más que por sus innegables virtudes como entrenador.
Tranquilo, mañana sale el sol, repetía siempre a sus amigos cuando le contaban un problema, o a los aficionados después de una derrota. Siempre una palabra amable. Siempre apoyando a todo el mundo. Manolo se convirtió con el paso de los años en algo más que en un entrenador de fútbol, en un símbolo del sportinguismo, en un embajador de Gijón, ciudad que encajaba como ninguna otra en su personalidad y donde había comprado una casa en la que vivir cuando pusiera fin a su carrera de entrenador.
Le conocí el mismo día que llegó a Gijón para firmar su contrato como técnico del Sporting. Era un día triste de junio de hace ocho años, igual que el de hace dos cuando se murió, igual que cuando se inauguró la estatua que le recuerda junto a El Molinón el pasado año. No sé por qué, pero parece que Preciado llegó entre nubes y se fue entre nubes.
La Liga había terminado y los futboleros solo hablábamos del Mundial de Alemania, de las posibilidades de la nueva selección que estaba formando Luis Aragonés, hasta que llegó él. Acababa de visitar el entonces destartalado El Molinón y había quedado hechizado. Seguro que recordó sus duelos con Quini cuando defendía la camiseta de su Racing de Santander, la elegancia de Joaquín, la velocidad de Ferrero. Entre todos tenemos que levantar este club me dijo. Y volvió a sentenciar: entre todos.
El Sporting languidecía en pleno proceso concursal, la afición estaba hastiada de tanto despropósito y aún no se sabía si el equipo que tendríamos esa temporada sería para soñar, o para sufrir. Pero daba igual, Manolo nos convenció a todos de que ya había salido el sol. Lo que falta aquí es alegría. Le deseé suerte. Tus éxitos serán los nuestros, le dije. Y pensé para mis adentros: pobre, qué ilusión tiene, qué ganas de hacerlo bien y lo que le espera...
Desconocía que Manolo era un huracán, capaz de en tan solo seis años arrasar el viejo Sporting complaciente y sin rumbo y convertirlo en el equipo de moda, admirado en todos los campos de España. El equipo de la Mareona...Recordar el ascenso aún me emociona, el triunfo histórico ante el Real Madrid de Mourinho, el sufrimiento de Valladolid...tantos buenos recuerdos que ya casi no me acuerdo de las derrotas, que las hubo, y muchas, pero su recuerdo las borra.
Todos los días paso por delante de su estatua. Siempre la miro de reojo y no puedo evitar pensar en él, en su sonrisa soncarrona, en sus conversaciones de fútbol, en qué diría o qué se callaría de este Sporting al que tanto dio y al que tanto amó. Seré del Sporting hasta que me muera. Ha sido una historia de amor de seis años con momentos muy felices. Voy a ser de este equipo toda mi vida. Ni un reproche lanzó durante su rueda de prensa de despedida en El Molinón, ejemplo de amor a unos colores. Jamás podré agradecer lo que toda la gente de aquí ha hecho por mí.
Podría seguir recordándo sus frases, sus gestos, anécdotas de su vida y caer en un ejercicio de melancolía, pero hoy, al pasar por la estatua, he recordado al técnico caliente, enérgico y me imagino que me diría déjate ya de hostias y de hablar de mí y hazlo del partido del Tenerife, que es lo único importante para el Sporting.
Y creo sinceramente que es la mejor forma de homenajearle. La vida, las casualidades, las eternas estadísticas y coincidencias del fútbol, han querido que el aniversario de su fallecimiento coincida con el partido ante el Tenerife en el que nos jugamos la clasificación para el 'play off'. Es el partido del año, por lo menos hasta el próximo. Muchas cosas se han hecho mal esta temporada, pero el Sporting tiene aún la posibilidad de dar el último zarpazo y cumplir unos objetivos que estaban a su alcance y dilapidó. Llega a la recta de meta cansado, pero con el ánimo renovado por la presencia de Abelardo en el banquillo. Casi sin fuerzas, después de tanto remar contracorriente, pero con la ilusión y el empuje de su afición intactas. Estos próximos partidos los vamos a jugar todos, como los de la temporada del ascenso o los del tramo final de la primera campaña en Primera. Ya tenemos la camiseta puesta, el cuchillo entre los dientes, dispuestos al asalto final de una temporada que puede llevar al Sporting a reverdecer viejos laureles. Hoy el recuerdo de Manolo Preciado está más vivo que nunca. Hoy vuelve a salir el sol. ¡Vamos Sporting!
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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