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I. ÁLVAREZ
GIJÓN.
Lunes, 21 de febrero 2022, 01:12
Remolona en la entrada al estadio, la afición del Sporting respondió al llamamiento que habían realizado durante la semana Jordi Calavera y David Gallego para convertir El Molinón en una caldera. A pesar de las decepciones sufridas en los tres últimos meses, se acercó incluso a la mejor entrada de la temporada, registrada el pasado 23 de octubre ante el Valladolid con el equipo en puestos de ascenso directo, 16.480 aficionados acudieron al municipal gijonés con la ilusión de empujar hacia un triunfo que avivase la llama de la esperanza de reengancharse a la carrera por el 'play off'. Oportunidad truncada en una ruleta rusa de la que volvió a salir malparado.
A los jardineros les tocó trabajar a destajo antes del calentamiento para intentar mejorar las condiciones del terreno de juego, destinatario de miradas de preocupación y algún paseo de inspección de ambos entrenadores. Gallego y Bolo compartieron inquietud antes de fundirse en un abrazo segundos antes de que el balón echara a rodar. Derrocharon complicidad en los prolegómenos Christian Rivera y Edu Espiau, compañeros en Las Palmas y protagonistas involuntarios en la apertura del marcador, gestada desde el banderín de córner aledaño a la zona en la que estaba ubicada la afición visitante, repleta por los numerosos seguidos de la Ponferradina. En torno a medio millar de hinchas, que recibieron un caluroso aplauso de bienvenida auspiciado por el 'speaker' Borja Blanco. Cordialidad entre aficiones, por más que en los aledaños del estadio se escuchase algún grito de «Cultural, Cultural» de los seguidores locales cuando los cánticos bercianos se intercalaron entre los mensajes de apoyo a la llegada del autocar sportinguista, con los lesionados Nacho Méndez y Berto entre los pasajeros que habían iniciado a mediodía la concentración en Mareo.
En el preámbulo, Joaquín Alonso departió largo rato con Bolo, que se volvió a sumar después a una conversación del emblemático excentrocampista rojiblanco con Pablo Lago, segundo entrenador de los bercianos, de vuelta a un escenario que conoce al dedillo por su pasado como extremo a orillas del Piles. Al pie del banquillo, Ramón de Santiago ejerció de anfitrión al pie del banquillo con su paisano Eduardo Dávila Miura, torero sevillano homenajeado este fin de semana en la ciudad que presenció el partido. Incluso Berrocal, hizo un alto en el calentamiento para saludar al matador, sevillista de cuna.
Con el balón ya de por medio, se relamió pronto la grada con el mano a mano marrado por Djuka ante Amir, invalidado después por el árbitro asistente. En el minuto 9, los aficionados de la Ponferradina se sumaron al tributo a Quini, que tuvo su eco más allá de los sesenta segundos con el «Brujo, no te olvidamos» coreado desde el fondo sur. Proclama que pronto se tornó en silbidos desde otros puntos del estadio tras el primer gol. Tímidas muestras de desaprobación multiplicadas tras la oportunidad desperdiciada por Edu Espiau para doblar la desventaja gijonesa.
La música de viento desde la grada cambió segundos después de cariz y destinatario, dirigida al árbitro como reclamación de una caída de Djuka en un forcejeo con Amo dentro del área visitante cuando el balón planeaba por las inmediaciones de Amir. La tarde se torció más en el ecuador de la primera mitad con el pinchazo que sintió Calavera, El Molinón, consciente del infortunio, le brindó una ovación intentando insuflarle ánimos.
El Molinón perdió la paciencia tras el segundo gol visitante y reprochó cada pase horizontal entre centrales y todos los que no supusiesen avance inmediato con el balón. Al descanso, notable bronca desde la grada.
La salida en tromba del Sporting en la segunda parte, que fructificó con el doblete exprés de 'Puma' encendió la caldera. Sonó la canción de 'Pavo real' del cantante homónimo tras la segunda diana del panameño, que inició la ruleta rusa en la que se convirtió el partido en la última media hora. Amir le negó con una buena parada el reestreno goleador al aclamado Jony y El Molinón entonó el «a por ellos» en un toque de corneta que silenció Naranjo. Tras el pitido final, retumbó en el estadio «que bote El Toralín», reflejo de una afición visitante que sueña con un 'play off' ya utópico para el Sporting.
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