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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Lunes, 16 de mayo 2022, 02:58
Con los dos brazos extendidos al viento, en un guiño cómplice a El Molinón, entró 'El Pitu' al túnel de vestuarios tras una faena redonda, con el sportinguismo rendido al técnico, que ayer dejó al Sporting con pie y medio en la permanencia, comprometida ... hasta este domingo.
El Molinón atendió la llamada de urgencia, registrando la mejor entrada del año, con la salvedad del derbi: 21.140 aficionados. La gente sudó en cada jugada con su equipo, sin reproches, rezumando energía en cada disputa. No hubo ni una crítica, solo la explosión del final contra el palco, solicitando dimisiones, tras un año horrible y un proyecto que tiene que sumar dos puntos para cerrar la permanencia. Por lo demás, la atmósfera fue de unión. La de las grandes citas. Hacía años que no se veía un estadio tan colérico, tan entregado. La presencia de Abelardo, de chándal y muy pronto en manga corta, enardecía al personal. También los jugadores: el capitán Borja López pidiendo más decibelios, 'Puma' Rodríguez, igual. El sportinguismo disfrutaba, enganchado al fútbol de su equipo por primera vez en mucho tiempo.
'El Pitu' madrugó para pisar el césped a mediodía, en solitario, y respirar su ambiente. Cuando regresó ya estrechaba la mano a Míchel antes de remangarse para la faena y de ver, con un gesto final de raza ganadora, el gol de Gragera. El mediocentro se fue directo en la celebración a Abelardo y, sobre todo, Tomás. Un guiño al trabajo de la estrategia de la semana tras una acción diseñada en los entrenamientos.
El Molinón se volvía loco. Pitaba y perseguía cada posesión del Girona tras el empate y, antes del descanso, el testarazo goleador de Djuka para el segundo. Más madera. Abelardo pedía cabeza por momentos. En otros, adelantar líneas. El aplauso fue unánime cuando el equipo se metió a la caseta en el intermedio. La grada, que ampliaba cada liturgia, como el homenaje a Quini en el minuto 9, siguió alimentando la caldera con los cambios. Una exageración del estado de ánimo de su entrenador, que corrió toda la banda para exigir una mejor presión a Eric Ramírez.
El susto mayúsculo y la explosión de júbilo se dieron la mano en apenas un segundo. El tiempo que tardó Stuani en cabecear un balón en la prolongación, dentro del área, y Cuéllar en atraparlo. Pareció una eternidad. El fuego siguió alimentado hasta el pitido final, cuando llegaron los gritos contra la directiva, pidiendo dimisiones por la mala temporada, y la aprobación de todo el mundo por lo visto durante noventa minutos en El Molinón. Abelardo, elegante, se dio la mano primero con Míchel. Luego con Mario, Juan Cachero, Tomás, Falo Castro, Kravets... Y hasta con Bernardo, el centurión de los 'guajes', al que esperó en el intermedio para saludarle ya. Una jornada febril, exitosa, como hace años que no se veía.
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