El equipo inicial del Sporting dirigido por Carriega, en el día del ascenso. En la imagen, atrás, de izquierda a derecha, Castro, Echevarría, Alonso, Herrero I, Puente y José Manuel. Delante, Herrero II, Quini, Marañón, Tati Valdés y Lavandera.

«No teníamos miedo a ningún rival»

Los jugadores de la campaña 1969-1970 reviven una temporada histórica para el Sporting, culminada hoy hace medio siglo con el ascenso

ANDRÉS MENÉNDEZ

GIJÓN.

Domingo, 19 de abril 2020, 04:05

Un martes de primavera de 1969, en Parres, Miguel Ángel Alonso y José Manuel García Herrero conversaban juntos después de pasar la mañana de caza. «Herrerín, este año vamos a subir». «Pero ¿cómo vamos a subir si no lo hicimos antes con Pocholo?». «Ya verás, ... hombre. Este año por fin la suerte está con nosotros», insistió Alonso. Días atrás, el Sporting, había vencido con autoridad (0-4) en territorio del entonces colista Salamanca, desplegando un fútbol vertical y al ataque: dos goles de Marañón, uno de un jovencísimo Quini y otro más de Lavandera.

Publicidad

«Ese partido nos convencimos de que podíamos ascender», recuerda el capitán, Miguel Alonso. Dirigido por el gallego Luis Cid 'Carriega', ese Sporting, repleto de jóvenes (los hermanos Castro, Churruca y Tati Valdés) y nombres con más bagaje como Antonio Puente y Alonso, dominó aquel campeonato 1969-70 de principio a fin. Líder muy pronto, jornada tres, y de forma interrumpida desde la victoria (2-1) en la once en El Molinón ante el filial del Elche, el Ilicitano.

El ascenso se confirmó el 19 de abril, hace hoy cincuenta años, con la victoria (3-1) ante el Salamanca. Faltaban cinco jornadas, pero el equipo de Carriega aventajaba en diez puntos al Zaragoza y Espanyol. «Fue un año inolvidable», recuerda Iñaki Churruca. «Nadie soñaba con hacer lo que hicimos y cómo hicimos. Fue fantástico», afirma Alonso.

En 1968, la directiva de Antonio Roibás inició los contactos con Carriega, con pasado en el Oviedo como jugador y que antes dirigía al Langreo. Miguel Díaz Negrete y José Carlos Alegría apalabraron su llegada para comenzar la etapa que iniciaba como presidente el popular empresario Méndez Cuervo en un momento delicado para la institución después de once temporadas consecutivas en Segunda. «Había un ambiente de bastante ansiedad por subir», explica Puente.

El primer año de Carriega fue irregular. Pero hizo debutar a un jovencísimo Quini. «Mi padre estaba enamorado de él», recuerda el hijo del entrenador, José Luis. Carriega se encontró con un equipo repleto de talento: un grupo joven, formado por amigos, que se juntaban después de cada entrenamiento y partido. Algunos hacían vida juntos en una pensión, 'Casa Herminio'. El propio Herminio regentaba dos pisos, alquilados para los jugadores. Carriega recelaba de los hábitos de vida de un grupo con tanto adolescente. «Temía que perdiéramos el norte», rememora Churruca. Por entonces, muchos eran fumadores. «Nene, ¿qué hiciste ayer?». Carriega tenía por costumbre enviar a dos hombres de su confianza, el masajista José Luis Rubio y el delgado Pepe Ortiz, a controlarles. Sin previo aviso, Ortiz acudía a los pisos de Herminio o la sidrería Luis Canal. «¿Todo bien, chicos? Recordad que tenéis partido mañana».

Publicidad

«Carriega tenía oídos en todas las esquinas de Gijón. Era muy desconfiado», mantiene Alonso. Una tarde, Carriega regresó a casa visiblemente contrariado. «Algo pasa con Lavandera, no sé qué es, pero me voy a enterar». Los jugadores aparcaban sus coches en El Molinón. Carriega tenía la sospecha de que Lavandera se marchaba los fines de semana. Su novia era de La Felguera. Se le ocurrió una idea: contar los kilómetros que hacía el coche. Ese lunes se dirigió enfadado a Lavandera: «¿Dónde has estado?». Lavandera terminó por cubrir el cuenta kilómetros con una bayeta.

El Sporting en el campo no tenía rival. Goleaba en casa y fuera. Carriega construyó un equipo que se ganó el respeto de los adversarios. «No teníamos miedo a nadie. Salíamos a ganar siempre. Teníamos mucha confianza en nosotros», evoca Churruca. El once se proyectaba sobre un 3-2-5, con un ataque imparable: Herrero II, Tati Valdés, Churruca, Quini y Marañón. Ambos terminaron como goleadores. Quini ganó su primer Pichichi con 21. Marañón marcó 18, pero se perdió el último tramo por el servicio militar. «Quini era el más grande», recuerda Marañón. «Tú al segundo palo y Quini al primero», alertaba a sus delanteros con profundos silbidos.

Publicidad

Marañón había llegado al Sporting a regañadientes. Tenía veinte años y venía de hacer diecisiete goles con el Onteniente . «Creía que me iba a quedar en el Madrid», explica. Miguel Muñoz le animó a ir al Sporting y rechazar una oferta del Calvo Sotelo. «Vas a un equipo joven y puedes aprender». Comenzó como suplente por Paquito. En Ourense, su suerte cambió. El Sporting goleó (1-4). Él marco dos. Su buen hacer llamó la atención de su club, el Madrid. Una de las grandes noches llegó ante el Ilicitano de Asensi. 2-7 para el Sporting. Marañón se exhibió. En las gradas estaba el histórico Bernabéu. «Tenemos que fichar a ese», dijo el presidente a su chófer, Antonio Valencia. «Pero don Santiago, si ese ya es nuestro».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad