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Hace cuatro años a Tomás García (Luanco, 65 años) le dieron una noticia fatal. Lo que comenzó siendo una neumonía terminó con el peor pronóstico posible: los facultativos del Hospital avilesino San Agustín le diagnosticaron una cerebelitis aguda fulminante. Esa enfermedad rara le dejó inmóvil. ... Tenía 65 años. Y durante toda su vida, confiesa Tomás, era puro nervio.Un 'culo inquieto'. Desde los 17 años, dedicó su vida a la mar. Era marinero mercante en distintos petroleros. Estuvo separado de su familia durante meses, encallado tantas veces en México o Angola. Pero no fue hasta esa horrible mañana cuando un médico le frenó en seco. «No puede ponerse de pie. Cada vez que se pone de pie, se cae», dice su mujer, Beni, su gran apoyo.
Esa cerebelitis dejó a Tomás sin sentido del equilibrio. «Llegué a tener problemas para hablar», confiesa el afectado. La vida de esta pareja, residente en Piedras Blancas, cambió para siempre. Porque resulta además que los doctores ya le han advertido a Tomás que nada podrá volver a ser como antes. Que su vida irá a peor. Y que la enfermedad avanza de forma irremediable. En su momento, le dieron las mismas pastillas que recetan a los enfermos de ELA. Pero éstas tuvieron un mal efecto, justo al momento de la segunda dosis. Y ya se paró el tratamiento. Cuenta Tomás que ahora le queda remar a contracorriente. Luchar contra el tiempo. «Me puede incluso volver a afectar a la voz y provocar temblores». Beni es su sostén vital. Le acompaña a todo. «Es cien por cien dependiente. Tenemos que llevarle al baño, estar pendientes de él todo el día. Acompañarle cuando sale», explica igual de resignada que de enamorada su mujer.
Desde que era un 'guaje', Tomás tenía otra pasión que amaba de la misma forma que quiere a la mar: el Sporting. Su padre le inculcó un sentimiento que nunca ha perdido, a pesar de esos viajes interminables como marino. Ahora resulta también que esa pasión es su mejor medicina y su gran aliado. Porque nada le ayuda más a este conocidísimo seguidor rojiblanco que el Sporting, su club. «Es la razón de vivir. La razón de luchar. Es lo que me hace ilusión. Solo con verlos, me basta», cuenta. Tal satisfacción le provoca que además de ser un fijo en su butaca de El Molinón, acude cada quince días al aeropuerto para despedir al equipo. A veces también está en su regreso. Sea en la victoria o en la derrota. Eso le da igual. «No me pierdo un partido del Sporting por nada del mundo. Lo es todo para mí», explica este seguidor. Con la ayuda de Beni, ha vuelto a acudir esta tarde al aeropuerto para desear suerte a los «chavales» antes del choque en Gerona. Y, como siempre, vuelve al sofá de casa, su rincón, con la mayor de las sonrisas. Él ya es feliz. Hasta el próximo domingo.
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