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Óscar y Alfredo Vega (Gijón, 1963) nacieron a los siete meses de gestación. El alumbramiento prematuro provocó que los dos estuvieran dos meses en una incubadora y padecieran discapacidad intelectual. No fue hasta unos años más tarde cuando tras unos análisis médicos se pudo ... confirmar que Óscar tenía mermadas sus facultades intelectuales en un 38%. Los resultados de los chequeos con su hermano Alfredo fueron todavía más crudos al tener un 45% de discapacidad. Los gemelos tuvieron una infancia nada fácil. Porque las dificultades aparecieron pronto cuando ambos comenzaron sus estudios en el colegio. «Tenemos problemas a la hora de retener información y para leer. Nos costaba mucho estudiar. Nunca se nos ha dado bien» confiesan. Pero los hermanos evitaron caer en la espiral equivocada, esa de rendirse, y se mostraron convencidos de que allí afuera había un futuro esperanzador. Que no hay imposibles. «Siempre hemos creído que no existen las barreras. Que las barreras son para aquellos que no ven más allá. Nosotros hemos creído que nuestra discapacidad es una oportunidad para tratar de superarnos», mantienen.
«Jamás en toda mi vida ha tenido un problema para encontrar trabajo», dice Alfredo, uno de los encargados de la residencia Vista Verde para personas con discapacidad. El caso de su hermano Óscar es algo más complicado. Porque desde hace ya unos cuantos meses busca trabajo. Está parado. Vive con apenas seiscientos euros. Y no es fácil para él ni encontrar un empleo ni tampoco que le otorguen la pensión completa por discapacidad. Para ello, tendría que tener hasta un 50% de invalidez. Resulta además que la salud de Óscar esta también deteriorada porque le ha tocado enfrentarse hasta tres infartos. Toda una historia de superación que cuenta con sencillez y con una amplia sonrisa, como si se tratara de una anécdota de sus decenas de viaje como seguidor rojiblanco.
La mejor receta para afrontar la vida con ilusión fue el sportinguismo. Una pasión que les inculcó desde que eran unos críos el padre de ambos, José Óscar. Con nueve años pisaron por primera vez El Molinón. Se quedaron tan cautivados e impresionados que jamás han dejado de hacerlo. Óscar y Alfredo viven por y para el Sporting. Ni siquiera la pandemia les ha distanciado del equipo de su vida porque su casa es prácticamente un museo del sportinguismo: tienen en su piso de la Calle Santo Domingo un auténtico santuario rojiblanco. Hay muchas camisetas, algunas de sus ídolos y referentes. Desde una auténtica leyenda como Quini, hasta elásticas de estandartes contemporáneos como Pedro Díaz o Manu García, dos de los últimos grandes referentes también por el hecho de salir de la cantera. «El Sporting es una parte muy importante de nuestra vida. Es nuestra gran pasión. Vivimos por y para el equipo. Nunca por nada en el mundo nos perdemos un partido. Antes de la pandemia solíamos subir a Mareo para ver algún partido de la cantera o del filial y también nos gustaba mucho viajar para arropar al equipo: hemos estado recientemente en Valladolid, Santander o en los derbis que se disputaron en Oviedo», relata apasionado Alfredo.
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