Lander Olaetxea (Abadiño, Vizcaya, 1993) se asentó tarde en el fútbol profesional. Tras haber participado en el filial del Athletic en su última temporada en Segunda, la oportunidad de regresar a la categoría no volvió hasta los 27 años. Con una carrera universitaria en ... el bolsillo, nunca dejó de creer en el sueño de ser futbolista y el mayor premio le llegó en Albacete, donde, de la mano de Rubén Albés, se convirtió en uno de los centrocampistas referentes de la competición. Ahora, llega al Sporting para remar por el ascenso.
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—Cuando empezó a jugar, ¿en quién se fijaba?
—Mi referente era Steven Gerard. Era un fútbol de ida y vuelta divertido de ver.
—¿Cuándo llegó a Lezama?
—Fui de mayor, al filial. Estuve antes en una fundación del Athletic donde hacías su programa de tecnificación, pero como club no llego hasta el filial, después de haber pasado por Tercera y todas las categorías inferiores de la Cultural de Durango.
—¿Cómo fue la experiencia?
—De mucho cambio. Mi mente no estaba puesta en seguir progresando. Es verdad que salieron buenos años y me firma el Bilbao Athletic, que había ascendido a Segunda. El salto fue de Tercera a Segunda sin haber tocado la Segunda B. Me cambia mucho, pasé de no pensar en una carrera a ser profesional. Jugué diez partidos o así, fue un salto muy grande. Cuando iba a los estadios alucinaba. Luego, cuando bajamos, tuve más presencia y lo disfruté. Se aprende mucho.
—A los 20 años, ¿cómo afrontó ese cambio?
—Justo había acabado la carrera de Educación Infantil y fui a Lezama con el título. Seguí estudiando porque no sabía si iba a seguir adelante o no. De hecho luego fui al Gernika y empecé a trabajar un poco de profesor porque entrenábamos por las tardes. Luego me saqué el grado de Infantil.
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—¿Cuándo se da cuenta de que va a ser profesional?
—En Logroño. Hice unas prácticas en una escuela y el equipo tenía un proyecto potente. Ahí dejé de un poco de lado los estudios. Fue una apuesta, pero tenía un colchón detrás. Si no sale, vuelvo a casa y tengo mis estudios. Aposté porque mi pasión es el fútbol y estoy muy contento de eso.
—Abadiño es una ciudad de tradición industrial. ¿Eso marca?
—Es algo cultural, te enseñan que las cosas hay que pelearlas para conseguirlas. Siempre he dicho que hemos tenido un poco de suerte porque es más fácil ir de abajo arriba que tocar techo muy pronto y luego bajar. He tenido la suerte de ir escalón a escalón.
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—¿Los años de Tercera y Segunda B cuánto han influido en su fútbol?
—Es la esencia del lado feo del fútbol, la pelea, el competir, lo que no gusta ni al espectador ni al futbolista. Todos queremos tener el balón y dar un pase, pero hay que chocar, pelear, y eso en la Tercera vasca se ve mucho y se te queda en el ADN.
—En Albacete le llegó el reconocimiento del público. ¿Cómo se lo tomó?
—Fue más fácil de asimilar que cuando era joven. Vas cumpliendo etapas y al final te llega. Lo viví con normalidad, con mucha ilusión por ver que te sale bien y al equipo también.
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—¿Qué papel jugó Rubén Albés en su rendimiento de ese primer año en Albacete?
—Bastante importante. Venía de jugar un poco más adelantado, con presencia en área, y Rubén vio en mí la posibilidad de incrustarme entre centrales o jugar un poco por delante de ellos. Con los matices que dio al equipo, se vio mi mejor versión como futbolista.
—En su rol necesita mucha comunicación con la gente del medio. ¿Cómo se encuentra con sus nuevos compañeros?
—Cuando llegué, encontré un grupo muy bueno, gente muy agradable que me ha acogido muy bien. Y eso te facilita las cosas para entenderte en el campo.
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—Tenía otras ofertas. ¿Por qué Gijón?
—El proyecto, con el año de la pasada temporada, el crecimiento, el planteamiento de trabajo, conocer el estilo del entrenador, que encaja conmigo, estar más cerca de casa, gente más parecida desde el punto de cultural... Es una suma y lo tuvimos claro.
—Fue una decisión familiar.
—Está claro. Tengo dos niños pequeños y todo se valora. Mi mujer es una echada para adelante.
—Parece que el objetivo es el ascenso. ¿Pesa la responsabilidad?
—Eso genera ilusión, ellos saben lo que vivieron el año pasado; jugar un 'play off' es precioso. Contar con esa ilusión ante de empezar la temporada tiene que sumar, nunca restar. Responsabilidad, pero con la ilusión de poder estar ahí otra vez.
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—Hace un año, y después durante meses, fue tabú.
—Tampoco lo comentamos mucho, pero sí es verdad que hay ilusión y se ve alrededor, en la plantilla. Aunque no se habla de un ascenso, está ahí.
—Conocía al Sporting como rival. ¿Qué le ha llamado la atención una vez dentro?
—Conocía un poco a los jugadores y creo que se mantienen muchas cosas. Las virtudes de los jugadores se intentan mantener sea cual sea el estilo: tenemos futbolistas rápidos para salir a la contra y eso sigue estando ahí, poder tener el control del partido para luego atacar los espacios... Se mantiene la esencia, pero con los matices de Rubén.
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—En El Molinón gustan los equipos 'rockanroleros'. ¿Lo será este Sporting?
—Puede ser, luego hay que adaptarse a cada jugador. Pero en ese sentido el míster es valiente y seguro que le damos caña con partidos de idas y vueltas.
—¿Qué hace falta en esta categoría para estar arriba?
—Competir siempre, aunque no te salgan las cosas. Si compites, tienes mucho ganado. Tienes que ser mejor que tu oponente directo. Si peleas cada balón y en cada partido estás presente al cien por cien, aunque no metas un gol por la escuadra, vas a estar ahí.
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—¿Qué significa competir?
—Todo. Estar atento a lo que pasa en el partido, pelear ese duelo con el oponente directo, entender lo que pide el partido, lo que está pasando. Eso es para mí competir.
—¿Qué supone para usted jugar en El Molinón como local?
—Buah. Me parece un estadio precioso, el ambiente es muy bonito. Hasta ahora me ha tocado sufrirlo, ahora espero disfrutarlo.
—Valora mucho la experiencia personal.
—Es un proyecto deportivo, pero también de vida. Pasamos muchas horas pensando en esto, trabajando en esto, no desconectas nunca del todo. Cuando sale bien hay que disfrutarlo.
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—¿Le ha sorprendido la plantilla?
—Cuando juegas no ves las virtudes de todos, pero entrenando te das cuenta de que hay nivel. Es un proyecto ilusionante.
—¿Dónde ve este proyecto?
—Lo veo para ilusionar.
—¿Qué significa para usted ser futbolista?
—Es una profesión, tampoco me va mucho más allá. Es parte de mi vida, como cualquier profesión, y la vivo con una pasión muy grande. Pero hasta ahí.
—Hay gente que piensa que ser futbolista es jugar bien con la pelota.
—Para nada. Ser futbolista es otra cosa: entender lo que pasa en un campo de fútbol, alrededor de un campo de fútbol. Futbolista se es todas las horas del día. Implica profesionalidad, comportarte como tal. En un club como el Sporting hay muchos ojos encima. Todo lo que nos rodea nos hace evaluar si eres futbolista o no, no solo lo que haces en el campo.
—Acaba de llegar, es veterano y hay jóvenes en la plantilla. ¿Se ve en el papel de tutor?
—No me veo. Lo que sí me gusta es dar ejemplo, hacerlo yo y el que quiera aprenderlo, lo aprenderá. Pero no me verán dando lecciones de nada a nadie.
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—Los ojos que se posan sobre el Sporting a veces empujan y otras frenan.
—Es un reto, todos queremos agradar, pero el camino es el mismo cuando las cosas van bien y cuando van mal.
—¿Algún mensaje para la afición?
—Aún no la he conocido, pero por lo que me dijeron, el año pasado fue increíble, con todo el apoyo que dieron desde muy pronto. Esperemos empezar bien para que siga esa marea que lleva a ganar partidos. Me imagino que el año pasado se disfrutó y eso es lo bonito del fútbol.
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