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ANDRÉS MENÉNDEZ
GIJÓN.
Martes, 3 de agosto 2021, 01:14
Considerado desde que era un niño como uno de los grandes talentos del país, Fran Villaba (Valencia, 1998) aspira en el Sporting a volver a mostrarse como ese futbolista imaginativo que por momentos brilló con luz propia la pasada temporada cuando el Almería opositaba ... al ascenso directo. «Si está a su mejor nivel es un jugador diferencial para Segunda División», confirma desde Watford José Ramón Rodríguez, hoy segundo de Xisco en el club inglés, y durante tantos años hombre de la máxima confianza de Rubén Baraja, que tuteló a Villalba en sus comienzos en el juvenil del Valencia. Era de primer año y jugaba con los de más edad.
Tal y como avanzó en exclusiva ayer EL COMERCIO, Fran Villalba es el elegido por el Sporting para cubrir la vacante en el enganche tras la salida de Manu hacia el Alavés. El club rojiblanca ultima la llegada del menudo futbolista. A día de hoy tiene muy avanzadas las negociaciones para que llegue como cedido por el Birmingham City, propietario de sus derechos.
Villalba es el futbolista creativo que anhelaba David Gallego. Un jugador además muy polivalente, capaz de partir desde cualquiera de ambos costados, pero con tendencia siempre a irse hacia zonas interiores para buscar portería. «Tiene un primer control y un último pase sensacional», destaca José Ramón Rodríguez. «Baraja fue uno de los mejores entrenadores que he tenido: me ayudó a cómo salir de la presión y a cómo perfilarme», aseguró en más de una ocasión el futbolista criado en el humilde barrio valenciano de El Cabañal. Villalba creció en torno a un balón, imitando las diabluras del argentino Pablo Aimar, su ídolo de la infancia. De él imitó su jugada favorita: el caño pisado de espaldas. «A veces es demasiado atrevido. En ocasiones hay que frenarle», coinciden sus técnicos. Fran Villalba es un jugador que no siente la presión y que acostumbra a intentar lo que otros no imaginan. «Puede cometer errores, pero tiene la capacidad de desequilibrar el partido en una acción», remarcan sus preparadores. «Es diferente al resto», añade el excentral rojiblanco Isma Aizpiri, que fue compañero de Villalba con la Selección Española Sub 17 durante el Europeo disputado en Bulgaria.
Fue tan precoz a la hora de destacar en el fútbol que Fran Escriba le puso el ojo encima cuando tenía cinco años. Con esa edad y siendo un niño entró en Paterna mientras sus padres hacían grandes esfuerzos por sacar adelante a la familia, trabajando a destajo en un bar. Tan llamativo era su ingenio que hasta Cañizares medió para evitar su fuga a La Masia cuando estaba en edad alevín. Con doce años, Guillermo Amor se lo llevó para la cantera del Barcelona. Villalba duró allí un mes. Las prisas y las enormes expectativas creadas a su alrededor hicieron daño en su carrera. A los 17, Gary Neville le hizo debutar con el Valencia. Todos los focos de Mestalla estaban sobre ese chico liviano, capaz de cualquier cosa cuando tenía la pelota. Su carrera pareció apagarse e incluso se refugió junto a Miguel Ángel Ángulo en el Juvenil A del Valencia. Hasta que apareció el Numancia, de Aritz López Garai. «Fue su gran año», mantienen sus técnicos. Villalba jugó cuarenta partidos; marcó cuatro goles y repartió siete asistencias. «Gallego tiene un estilo de juego parecido. Quiere ser protagonista con balón. Y ahí encaja a la perfección», apostilla José Ramón Rodríguez.
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