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Juan Castaño Quirós (Gijón, 1971) le apodaron, primero, de guaje, 'Juanele' y cuando pasó al profesionalismo, le llamaron 'El Pichón de Roces'. Ahora ha crecido ... y, a sus 52 años, aquel genio del balón, aquel tipo capaz de regatear a su propia sombra, aquel ídolo en el Sporting, mira hacia atrás, a una vida de altibajos, salpicada de cimas y también fosas, tanto a nivel personal como deportiva, para publicar una autobiografía, en colaboración con Fernando Asensio, 'Chumi', que lleva por título 'Mi verdad' y que verá la luz la próxima semana. Antes, conversa, distendido, suelto, en su casa, en El Molinón. Esto es un adelanto de la entrevista que publicará mañana EL COMERCIO.
«Llevo dos años bastante bien, centrado, disfrutando de la vida», asegura Juanele sobre el césped sobre el que se mostró como el genio del balón. «La idea de este libro surgió hace cuatro años, pero consideramos que ahora era el momento justo y perfecto para hablar de mi vida personal y futbolística», explica el exfutbolista. «Hay cosas que pasaron en mis diferentes etapas y esta es la manera de sacarlas un poco. Este libro va dedicado a mi hija, es para ella», añade.
Inicia su conversación con EL COMERCIO hablando de su infancia –«fue fenomenal, no pude tener una mejor con mis abuelos, con mi madre, con mis amigos... La disfruté mucho, sobre todo jugando al fútbol»–, alude a su idilio con el balón desde bien joven –«solo pensaba en jugar y divertirme»– y se define como «un futbolista diferente, que hacía cosas especiales en el campo». «¿Habrá algún día otro Juanele? ¿Por qué no? Hay una buena cantera en Gijón y en Asturias. Lo importante es apostar por ella».
Se ríe cuando se le comenta que no era un enamorado del trabajo físico –«nunca me gustó, aunque en el Sporting no trabajé tanto porque jugaba arriba y me daban mucha libertad», dice ser «un vago porque no hago mucho deporte y debería» y, deportivamente, no se arrepiente de nada porque «estuve en grandes clubes, en el club de mi vida, conseguí títulos, cosas importantes» y niega algunos de las etiquetas que le han acompañado, como la de que le gustaba demasiado la noche: «Salí por la noche como lo hacía la mayoría de mis compañeros. Pero un viernes o sábado previo a un partido no lo hacía. Salí lo que tuve que salir, pero respetando al Sporting, Zaragoza, Tenerife... Jugando tantos partidos como jugué, era difícil de compaginar con la noche».
Y no elude sus pasos por prisión. «No hice ningún amigo. Es lo primero que te dicen. No se hacen amigos en la cárcel», explica, con tranquilidad y tono pausado, y habla del fútbol como forma de entretenimiento entre aquellas paredes. «Jugábamos mucho, sobre todo los fines de semana y los lunes. Teníamos incluso entrenador y venían equipos de fútbol-sala de fuera».
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