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Impresionante panorámica de la tribuna Oeste de El Molinón, que presentó un lleno total, lo que llevó al Sporting a abrir los dos fondos del estadio, que también fueron ocupados por los aficionados. E. C.

Emocionado adiós a Quini en Gijón: «Se le rompió el corazón de lo grande que lo tenía»

Aficionados de toda Asturias acudieron a El Molinón para dar el último adiós al mito sportinguista

VÍCTOR M. ROBLEDO

GIJÓN.

Jueves, 1 de marzo 2018, 04:31

Sonaba 'Begin the beguine' cuando los ojos de la 'Tribunona' apuntaron hacia el túnel de vestuarios de El Molinón. La canción, compuesta por Cole Porter, se convirtió en 1982 en una especie de himno oficioso del Sporting al ser uno de los ejes sobre los que José Luis Garci escribió la oscarizada película 'Volver a empezar', y no podía faltar en la despedida al futbolista más grande de la historia del club. Hasta entonces, solamente el arranque espontáneo de algún aficionado y las voces del Coro Manín de Lastres habían roto el triste silencio que invadió el estadio desde que se abrieron sus puertas para el funeral de Quini. Instantes después, el féretro con el cuerpo de 'El Brujo' enfiló por última vez el césped sujetado por las manos amigas de Morán, Cundi, Ablanedo, Ferrero, Redondo, David y Dani, exjugador del Athletic. Fue tal vez la más intensa de las muchas imágenes que dejó la noche más triste que se recuerda en Gijón.

El sportinguismo no falló a su mito en su último homenaje. Pese al frío que invadió ayer toda la región, más de catorce mil aficionados acudieron a la llamada del Sporting para decir adiós a Quini. La tribuna Oeste se llenó como en la grandes citas y obligó a miles de seguidores a situarse en los dos fondos del estadio. A las 18.30 horas, cuarenta y cinco minutos antes de la apertura de puertas, las colas alcanzaban los cien metros en las dos direcciones. En el parking no había sitios libres desde primera hora de la tarde. Todo estaba colapsado.

Imagen. 14.000 asistentes despidieron a 'El Brujo' en El Molinón. A. García / H. Álvarez / D. Arienza

Los entrenadores de la Escuela de Fútbol de Mareo y de las categorías inferiores del Sporting, así como los delegados, se encargaron de repartir sobre el césped de El Molinón las decenas de coronas de flores enviadas por todos los estamentos del deporte y del sportinguismo. A las 20 horas, una veintena de familiares directos de Quini accedió por el túnel de vestuarios a la carpa desde la que siguió la ceremonia, muy cerca del círculo central. Mari Nieves, la viuda del mítico exdelantero, y Falo, hermano de este, se mostraron especialmente afectados, igual que su hija Lorena.

La entrada del féretro en el campo estuvo acompañada de una comitiva con otros exfutbolistas del Sporting, como Rogelio, Pablo, Marcelino, Ramón o Fredi. Miguel Montes y José Manuel Loza, histórico fisioterapeura rojiblanco, portaron un retrato de Quini, obra del pintor Juan Gomila, datado en 1986 y que preside el recibidor del primer piso de las oficinas de Mareo desde hace años. El cuadro quedó situado tras los restos mortales de 'El Brujo'. Iniciado el funeral, el público rompió a aplaudir cuando el padre Fernando Fueyo recordó que la corporación municipal aprobó por unanimidad que el estadio pase a llamarse El Molinón-Enrique Castro 'Quini' como homenaje a su figura.

Vídeo. El Molinón despidió al exfutbolista al grito de «¡Ahora, ahora, ahora Quini, ahora!». A. García / H. Álvarez / D. Arienza

Fueyo salpicó la misa con algunas anécdotas de 'El Brujo' que recordaron su carácter alegre y su carisma. Pipo Prendes cantó dos canciones y logró emocionar al sportinguismo con su interpretación de 'Ahora Quini, ahora', compuesta en homenaje al mítico delantero en 2008 cuando peleaba por superar el cáncer.

El funeral duró cerca de una hora, aunque los momentos más emotivos se hicieron esperar hasta el final. Tras la actuación de Prendes, el público se arrancó con espontáneos cánticos hacia Quini. «¡No te olvidaré jamás!», gritó la grada. Después, sonó el himno del Sporting, mientras los veteranos recogían su féretro para llevarlo hasta el córner izquierdo del fondo Norte, donde esperaba el coche fúnebre. Por dos veces se detuvieron para elevarlo al cielo, con El Molinón aplaudiendo y llorando. Quini abandonó su casa como tenía que ser: bajo una bandera rojiblanca que ayer despidió a un gran trozo de su escudo.

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