«Me entró la obsesión en Las Palmas de querer ser el mejor técnico posible»

-¿A qué edad se marchó de España por primera vez?

-Me fui con 27 años. Estuve un año fuera, en Atenas.

-¿Qué lectura le dejó el fútbol?

-Roberto Olabe me dijo que el fútbol te pone cosas delante que no esperas. Incluso cuando estaba en Las Palmas y no me daba para vivir de esto. Entrenar me gusta tanto que no necesito ganar títulos ni ser técnico de élite ni salir en la prensa.

-¿Cómo empezó?

-Haciendo yo la pretemporada en un equipo juvenil de Las Palmas, un compañero entrenaba ya al cadete. Me dijo que le echara una mano. Me gustaba el fútbol, pero no me había cuestionado lo de entrenar. A los pocos meses, un jugador muy conocido allí, amigo de mi padre, me dijo que le habían llamado para los benjamines de la Unión Deportiva. Y ahí me vi también. No daba abasto, tenía 19 años. Al año siguiente, que es cuando se me empieza a caer el pelo por el estrés (risas), el coordinador de fútbol base de Las Palmas ya me dio un equipo.

-¿Soñaba con Primera?

-Pensaba que no era posible.

-¿Y qué quería?

-Uno de mis objetivos era salir de la isla. Y quería dedicarme al fútbol profesional. Me gustaba mucho el fútbol base, pero no me había marcado estar en la élite. No era mi objetivo.

-¿Cómo llegó a ser entrenador profesional?

-En 2019, en Independiente del Valle (Ecuador), era el jefe de la base. Nos fuimos a San Sebastián y, en el descanso de un Real Sociedad-Villarreal, me dijeron que nuestro entrenador del primer equipo se iba.

-Y a los seis meses, un título.

-Se alinearon los planetas.

-¿Qué le une al País Vasco?

-Soy medio vasco y poco canario (risas). Tengo muy buenos amigos y compañeros en Euskadi. Estuve tres meses en el cadete del Alavés. Los mejores profesionales con los que he podido estar en el fútbol son vascos.

-Roberto Olabe...

-Tuve la suerte de encontrar a Roberto, que me cambió la perspectiva a nivel formativo. Empezó a dar importancia al entrenamiento y al proceso, más que al resultado del fin de semana.