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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Domingo, 17 de octubre 2021, 02:54
Con una vuelta completa a El Molinón, agradeciendo de paso el apoyo de la semana pasada con aplausos, el once titular del Sporting escenificó el fin de las restricciones de aforo en la grada de El Molinón. No hubo el lleno que se preveía, ... pero sí una entrada aceptable en contraste con el pasado reciente y un ambiente de apoyo incondicional, rugiendo desde el himno. 14.146 gargantas se citaron. Las mascarillas, eso sí, siguieron formando parte del panorama. Gaspar recibió una ovación atronadora cuando recogió el premio al 'MVP' de septiembre.
También notó el final de las restricciones De la Fuente Ramos, el árbitro del encuentro, abroncado por todo el estadio tras una acción en la que se pidió la expulsión de Gorosito. No quiso saber nada. Y se llevó la mala leche del sportinguismo en sus oídos a la caseta. Tranquilizó un poco al personal el espectáculo de luces y sonido de El Molinón, esta vez con el ritmo de 'Stereo Love', de Edward Maya. Música más electrónica, sin la descarga de decibelios de 'AC/DC' del anterior precedente.
Javi Rico, el director deportivo rojiblanco, se dejó ver por el césped, manteniendo distintas conversaciones. Se interesó por el viaje de 'Puma' Rodríguez y, también, por el estado físico de Christian Rivera, posiblemente su fichaje más personal de todos y que busca dejar atrás sus problemas físicos. Con los nervios en el cuerpo se vio al jovencísimo Nacho Martín, mediocentro de 19 años, de Noreña, uno de los jugadores que más expectativas generan de las futuras hornadas de Mareo. Gallego ya le hizo debutar en pretemporada. José Aurelio, el portero gijonés del Alcorcón, recibió una cariñosa ovación cuando se recitó su nombre por megafonía. También Hugo Fraile se llevó algún aplauso.
Nacho Méndez intercambiaba impresiones con algún trabajador del club, mientras buscaba un extra energético comienzo un plátano. Ya con el balón sobrevolando el césped de El Molinón hubo tiempo para corear al «ahora, ahora, ahora Quini ahora» como hacía tiempo que no se hacía en esa liturgia del minuto 9 del encuentro.
A partir de que el balón comenzó a rodar, empezó el tormento. Tuvo que armarse de paciencia El Molinón, malhumorado por el guión, pero frenético con la carga final del equipo. Desbocado cuando Djuka empujó ese último balón a la red cuando el empate parecía el cruel desenlace. «Oé, oé, oé, oé, Djuka, Djuka», entonó al unísono todo el estadio. Un premio a un ganador nato.
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