«Esta es una deuda que tengo con Quini»

Cuenta Sonia Menéndez con un punto de respeto, admiración y orgullo que su padre, el célebre escultor Vicente Menéndez-Santarúa (Candás, 1936), aparecía muchas tardes en casa con bolsas llenas de inspiración cuando ella era niña. «Igual traía una monda de una naranja. Me la ponía encima de la mesa y me decía que pintara algo», suelta entra risas ante la mirada de su progenitor. Antiguos alumnos que pasaron por sus geniales manos durante su dilatada etapa como profesor, como por ejemplo Jorge Martínez (Ilegales), le recuerdan siempre con cariño. Fue un mentor muy influyente y un artista (sigue siendo) multidisciplinar.

Es mediodía en un céntrico altillo avilesino. Allí tiene su taller. Y preponderante, sobre una mesa, destaca un espectacular busto blanco de escayola de Quini. Una réplica perfecta de su rostro, con sus matices y sus facciones marcadas. Estas han ido apareciendo después de muchas horas de trabajo con vaciadores, espátulas y todo tipo de herramientas. Porque Santarúa 'recluta' cualquier utensilio que pueda mejorar su trabajo. «Esto es de una barbería», señala el autor de, entre otros trabajos, la icónica estatua de Woody Allen de Oviedo o la que descansa sobre una roca, en el Museo de las Anclas de Salinas, de Philippe Cousteau. Incluso la que representa a Manuel Preciado en estado puro, con los dos brazos levantados, celebrando un gol eterno a los pies de El Molinón. Una parada obligatoria para el turista en Gijón. El Palacio de Ferrera, en Avilés, dedica estos días su segunda planta a rendir todo un tributo a su obra.

Recuperándose de la operación de una válvula del corazón, el homenaje a 'El Brujo' le ha activado en tiempo récord. «Me da una motivación extra», asegura Santarúa, absorbido por uno de sus proyectos más ambiciosos desde 2019, cuando EL COMERCIO informó de ello. Una estatua a la altura de la grandeza del mito del Sporting. «La justicia viene atrasada o perdió el tren», desliza con ironía sobre lo que considera una deuda pendiente con Quini. Y él, que conoció al delantero cuando este vivía «en una casa en dirección a Piedras Blancas, a donde fue mi hermano, que era periodista, a hacerle una entrevista», no queda libre de la frase. Se pone a la cabeza de los responsables del vacío, pero con ganas de subsanarlo.

«Son varios los retos que tengo con esta obra. Primero, por supuesto, está el afecto que siento por Quini. Este proyecto es un reto y una deuda que tengo pendiente con una figura que levantó los ánimos de asturianos y no asturianos», sostiene Santarúa, que se estruja estos días con la complejidad técnica de la obra. Porque, explica el artista candasín, «no es solo el busto de Quini, sino el cuerpo entero, siendo otro reto la anatomía, el esfuerzo que representa en la volea, el giro de la ropa...». El escultor tiene que pelear, confiesa, con «los materiales para que resistan. Y vamos a utilizar unos extraordinarios; una combinación de metales de alta resistencia».

Justo ahí reside el gran caballo de batalla de la obra. «El esqueleto de resistencia», como Santarúa lo define, que luego irá sepultado por bronce. La parte interior de la estructura es un reto de ingeniería, disputado con cálculos y pruebas: «Hay que hacer primero ese esqueleto, que es lo más complicado, para saber qué dimensiones va a tener la anatomía. Esa estructura determinará el tamaño de la estatua. Ahora mismo, en teoría, no podemos hacerla a tamaño real. La estructura sería muy delgada, con riesgo de romper».

La obra de Vicente Santarúa, que toma forma estos días en su taller de Avilés, es la corona de un intenso trabajo que se está llevando a cabo entre bambalinas, liderado, entre otros, por la Asociación Cultura y Sociedad. Este colectivo, precisamente, distinguió al escultor y pintor candasín en la última edición de sus Premios Cultura y Sociedad, justo antes de la covid. A partir de ahí, el Ayuntamiento de Gijón, el propio Sporting y varias agrupaciones, además de grandes entidades que quieren participar, se han ido sumando para contribuir a la ejecución del proyecto, que avanza con paso firme.

«¿Tiene alguna fecha para terminar la estatua?», se le pregunta al artista. «No», responde de forma automática y con una explicación plausible. «No se puede marcar el tiempo, porque pueden pasar mil cosas, como que se rompa algo y haya que empezar de cero. Esto es un proceso: lo artístico, lo manual y lo técnico», resume Santarúa. Y pone como ejemplo, gráfico, una experiencia reciente con el busto: «Me rompieron las orejas. Las modelé en escayola, pero sin refuerzo en la parte interior». Un contratiempo ya solventado.

Volviendo a «su deuda» con Quini, en un rincón de su taller, repleto de creaciones, anida un simbólico boceto en un lienzo con 'El Brujo' superpuesto en tres acciones. Puro dinamismo. Cuenta Santarúa que este fue el producto de un encargo que ya le hizo, en 1991, el desaparecido José Manuel, exfutbolista y exdirectivo del Sporting. Ahí se planteó por primera vez la posibilidad de diseñar una estatua para honrar a uno de los mejores delanteros españoles de todos los tiempos y, ya sin balón, una persona idolatrada por todos los que se cruzaban con él por su simpatía, calidez y generosidad. «Esto para mí es un aliciente enorme», remarca Santarúa. En su 'oficina', a un metro escaso de Quini, convive otro busto-maqueta de Preciado. Los dos fueron grandes amigos. Los dos encarnan el optimismo más genuino.

«Estamos muy atrasados en Asturias en muchas cosas. Esta escultura, como sucedió con la de Preciado, es también un intento por simbolizar esa necesidad de superarse», razona. Y, en su caso concreto, lleva un extra personal: «Estuve de profesor muchos años en La Calzada, en el Padre Feijoo. Quini vivía allí cerca. Me hace mucha ilusión. Son todas las raíces: la afición, la familia, el ayuntamiento... Todo».

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