Mucho trabajo a destajo se necesitó para tener todo milimétricamente en su sitio en el campo vigués de Coya -entonces a las afueras de la ciudad, ahora una superficie comercial, viviendas y un parque- para dar paso a aquel 25 de febrero de 1923 en ... el que los Óscar, Germán, Comas, Bango, Meana, Corsino, Amán, Bolado, Zabala, Barri y Argüelles, aquellos once jugadores de una Selección Asturiana que aspiraba a formar parte del Olimpo del fútbol nacional, aparecieran, entre los aplausos del puñado de aficionados asturianos que se acercaron pese a la dificultad del traslado entonces entre ambas comunidades, sobre el césped para derrotar a sus homólogos gallegos y conquistar, levantar bien arriba, el cetro del título nacional de selecciones regionales.
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«Acaba de terminar el partido y te mando esta impresión telefónica con una nerviosidad propia de la emoción que me domina. Nuestro triunfo ha sido enorme. Pero los que hemos presenciado la lucha acabamos de pasar unos momentos, los del primer tiempo, que fueron angustiosísimos. ¡No sé si habremos enfermado del corazón!...». Con estas palabras comenzaba la crónica de EL COMERCIO del día siguiente sobre una epopeya extraordinaria. «Resulta campeón de las selecciones regionales de España el equipo astur por 3 goals a 1», se destacaba en un titular a cinco columnas. A todo lo ancho de la página.
La manera en que se emplearon aquellos asturianos, la extraordinaria resistencia que opusieron ante su rival y la calidad del fútbol que emanaban de sus botas y que pusieron en juego depararon todo un ejemplo de superación y amor propio. La Selección Asturiana logró lo que parecía inalcanzable, utópico, su mayor éxito sin duda: que un equipo de una región uniprovincial, marcada por las dificultades que golpeaban a España en aquellos años, alcanzara semejante cima.
El 'foot-ball' -la influencia inglesa con términos como este u otros como 'goals' o 'referee' se mantenía aún fuerte-, un deporte aún incipiente y desorganizado a comienzos del año 1900 en España -la Federación de Fútbol del Principado no nacería hasta 1915, aunque lo haría bajo el nombre de Federación Regional Cantábrica de Foot-Ball-, veía cómo empezaban a surgir clubes por toda España. Esa fue la raíz de los campeonatos regionales de fútbol. La denominación genérica que aludía a una serie de torneos disputados entre clubes de España durante el primer tercio del siglo XX. La Selección Asturiana se proclamó aquel día campeona del Campeonato de España Absoluto de Regiones de la temporada 1922-1923.
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Ramón Julio García
Fue esta una competición de efímera duración, pero que, no obstante, gozó de gran popularidad, con la particularidad de que los jugadores participantes eran los que militaban en los clubes pertenecientes a cada una de las federaciones regionales, con independencia de su lugar de nacimiento. No sobrevive, lógicamente, ninguno de aquellos campeones del Principado, pero sus nombres no desaparecerán y aparecerán siempre con letras destacadas dentro de una gesta sin precedentes dentro de la historia del balompié asturiano.
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Aquel chispazo ante Galicia, que además de jugar en casa contaba también con un gran plantel -su principal figura era el defensa internacional Luis Otero-, cambió completamente el panorama y llevó la firma de un puñado de jugadores de clubes exclusivamente de Oviedo -la fusión del Stadium Oviedo y Deportivo Ovetense daría lugar al Real Oviedo en 1926- y de Gijón: Óscar (Stadium Oviedo), Germán (Sporting), Comas (Deportivo Ovetense), Bango (Unión Gijón), Meana (Sporting), Corsino (Sporting), Amán (Deportivo Ovetense), Bolado (Sporting), Zabala (Deportivo Ovetense), Barril (Stadium Oviedo) y Argüelles (Sporting).
No fue un recorrido fácil. Primero se deshizo de dos rivales de los llamados favoritos al triunfo final. Eliminó en Gijón a Euskadi, aunque para ello necesitó dos partidos (1-1 y 4-3) y, en el mismo escenario, se deshizo también, de forma apretada, pero suficiente, de Cataluña (1-0).
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El 25 de febrero de 1923 llegó la anhelada final ante Galicia, con arbitraje del guipuzcoano Leclercq. El gallego Polo puso el encuentro cuesta arriba, pero ahí surgió, primero, el gol de Meana, que mantuvo siempre vivo a su equipo, que se multiplicó, que fue el espíritu de la Selección y que salió en hombros, y, después, la figura del delantero Zabala, autor de los otros dos goles asturianos. Procedente de la Real Sociedad, se consagró en un partido en el que Germán sufrió una pequeña hemorragia y Corsino fue expulsado del campo.
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