JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Domingo, 13 de junio 2021, 01:06
«No éramos conscientes de que estábamos haciendo historia, solo queríamos ganar al Barcelona», sentencia Enzo Ferrero con la determinación de su legendario regate. El viernes se cumplen cuarenta años de la primera final de la Copa del Rey que disputó el Sporting ... . La de los 20.000 sportinguistas, en caravana hacia la capital, abarrotando un jueves 18 de junio de 1981 el Estadio Vicente Calderón, ondeando al viento banderas de fabricación y cosido caseros. Fue la final que coronó al Barça (3-1) por un doloroso doblete de Quini, quien durante mucho tiempo tuvo al sportinguismo y a Gijón de morros, sobre todo por la controversia del segundo tanto. Esta es la historia de un equipo que, con redundancia, hizo historia. El primer día que el Sporting fue un grande y compitió durante noventa minutos, a tumba abierta, por un título. Todo el país lo vio.
Publicidad
Ya había finalizado la Liga hacía semanas. Tras un durísimo y achicharrante partido de semifinales en el Sánchez Pizjuán, con el Sevilla borrado del camino, el Sporting voló hacia la gran final de Madrid. Hubo unos cuatro días para preparar el choque cumbre. Para ello, Vicente Miera buscó el aislamiento de Navacerrada. «Casi morimos asfixiados de calor», desempolva cuatro décadas después con humor Abel. Uno de los doce integrantes de una foto histórica, organizada por EL COMERCIO, que cuenta con jugadores, los directivos que quedan de aquella generación -el presidente Manuel Vega-Arango, Antonio Díaz y Roberto Entrialgo- y Juan Díaz Zarracina, el utillero.
El partido dividió al país desde un principio. Se jugó con y sin balón. Ya comenzó en esos días previos con las manifestaciones del doctor Alfonso Cabeza, el lenguaraz presidente del Atlético. Como anfitrión, manifestó su predilección por el Barça ante la final. A Vega-Arango no le gustó. «Me parece poco ético», replicó entonces. También tuvo el presidente rojiblanco un rifirrafe en las ondas con José María García, el rey de la radio deportiva, a cuenta de su estrecha amistad con Pablo Porta, presidente de la Liga. En la entrevista de madrugada, en la víspera, tras varios ataques del comunicador a Porta y otras tantas defensas de Vega-Arango, el dirigente gijonés se quitó los auriculares. Se levantó de la silla, cogió su chaqueta y se fue, provocando la ira de García.
Para rizar más el rizo y añadir picante a la rivalidad, Luis de Carlos, presidente del Madrid, se presentó en la concentración del Sporting unos días antes para animar al equipo de Miera. El país estaba dividido: rojiblanco o azulgrana. El partido se jugaba en todos los rincones. Hasta en la Selección, que se encontraba concentrada en Portugal para preparar el Mundial de 1982 y que esperaba a los internacionales de los dos finalistas, se palpaba división. Los jugadores de 'La Roja' habían hecho una porra. «Era algo muy grande para nosotros», sintetiza Claudio, que vivió los nervios del partido desde el banquillo, comiéndose las uñas. «¡La culpa de todo fue del entrenador! Me tuvo en el banquillo y yo era el único que podía haber resuelto la situación», bromea David. Ya, en tono serio, completa: «Lo viví con muchos nervios. Jugando es distinto, porque los nervios los quitabas corriendo y dando patadas al balón, pero en el banquillo se pasó fatal».
Publicidad
Asturias, Gijón, entró en erupción. Las entradas más baratas costaban entre 250 y 800 pesetas. Así, las 15.000 que enviaron al Sporting se agotaron. Y en Madrid, además, había una multitudinaria colonia rojiblanca estudiantil y, también, castrense. «Había muchos militares que eran del Sporting», apunta el directivo Roberto Entrialgo, quien vio el partido desde un palco, tras participar en una comida en el Centro Asturiano de Madrid, con Antonio Sáenz de Santa María, director general de la Guardia Civil y sportinguista reconocido. «Fue un día muy grande para nosotros. Era la primera vez que jugábamos la final de la Copa y hay que agradecérselo a este magnífico grupo de futbolistas que teníamos», resume Manuel Vega-Arango, quien compartió palco con el Rey don Juan Carlos. El monarca quedó prendado: «Ha sido una de las mejores finales que he visto en mucho tiempo».
No para el Sporting, que acabaría con el morro torcido, hundido, sin ninguna sensación entonces de haber hecho historia. Tomando un piscolabis nocturno en familia, con la sensación de haber fracasado. «Fue todo impresionante, incluido el ambiente, pero en ese momento final no lo podías valorar. Habías perdido», apunta Jiménez. «Acabamos tan quemados que no queríamos hablar con nadie, con el añadido de que Jiménez, Cundi, Maceda y yo teníamos que resetear e irnos con la Selección, a Portugal, a la mañana siguiente», amplía Joaquín.
Publicidad
El partido fue puro fuego desde el primer pelotazo. Rígido de inicio, tras el primer gol de Quini, el Sporting espabiló. Se echó al monte y mordió al Barça, enclaustrado tras la modificación de Pedro por Cundi. Maceda empató. Entraba Ferrero, percutía Uría, corría como un poseso Mesa y llegaba Joaquín... Interviene Abel, clave en la eliminatoria de cuartos en el Bernabéu, en la que celebró un sonoro 'hat-trick', con el 'pero': «La jugada del segundo gol del Barcelona, cuando mejor estábamos, lo marcó todo». Festejó 'El Brujo' y, pese a un disparo al poste de Joaquín, fue el principio del fin. La Copa se esfumó, pero ese Sporting hacía historia.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.