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ESTEFANÍA D. CARRUÉBANO
GIJÓN.
Viernes, 24 de diciembre 2021, 00:43
Sergio Sánchez (Carbayín Alto, 1977) llegó a Mareo siendo apenas un niño para ser uno de los porteros de la cantera sportinguista. Consiguió debutar con el primer equipo para, más tarde, vivir otras experiencias fuera del Sporting. Después, regresó para terminar su carrera deportiva. Creció ... bajo los palos de la escuela de Mareo y ahora lo hace como entrenador, instalado en el banquillo del Sporting B. Así, disfruta de una profesión «que me hace vibrar como si fuese un terremoto», como él mismo reconoce. Solo hay que escucharle hablar de fútbol para entender que es una realidad.
-Casi acabada la primera vuelta con el filial, ¿cómo valora el juego y los resultados?
-Hemos encontrado dificultades, las esperadas. Quizás uno de los problemas que hemos tenido fue la inexperiencia en la categoría. Y se ha añadido que cuando hemos hecho buenos partidos quizás no hemos estado lo resolutivos que se requería.
-Hubo dos positivos y se tuvo que aplazar el último encuentro, ¿cómo se gestiona eso dentro del vestuario?
-Fue un tanto atípico. Estuvimos con la incertidumbre de si jugar o no. Estábamos tranquilos por contar con una base de juveniles que, en el caso de que se hubiese jugado, hubiesen respondido. Los chicos están con síntomas leves y tranquilos por su evolución. Lo primero de todo es su salud y estamos esperando a que se recuperen lo antes posibles para tenerlos con nosotros.
-Hay varios jugadores en dinámica del filial y del primer equipo. ¿Es fácil de compaginar?
-Somos conscientes de dónde estamos. Yo quizás tengo una perspectiva más amplia en el sentido de que me ha tocado vivirlas. Es complicado porque, durante la semana, los chicos están en dos sitios diferentes, pero es natural.
-Es un beneficio individual.
-Lo que ganan es tener la posibilidad de entrenar en equipos de categorías superiores, el aprendizaje y la mejora que tienes por estar entrenando al lado de jugadores de gran nivel.
-Los futbolistas del filial son muy jóvenes, ¿se enseña a gestionar emociones o comportamientos?
-Es lo más complicado de gestionar porque cada uno somos diferentes, sobre todo en fases tan sensibles. Confluyen deseos, ilusiones y presiones, quizás, por parte de sus entornos. Y prisas, tal vez en exceso.
-¿Cómo intentan ayudarles?
-Tratamos de ser lo más cercanos posibles y estar atentos a todas las preocupaciones que puedan existir y gestionarlas de la mejor manera posible, sabiendo que como entrenador a veces tienes que tomar decisiones.
-¿Quizás es un poco ese papel de 'padre futbolístico'?
-Sí, pero al final los chicos tienen un entorno en el que tienen muchos asesores. Tratas de aconsejarles sabedor de que has pasado por el mismo sitio donde están ahora ellos, con sus mismas ilusiones y misma edad.
-¿Cómo ha evolucionado la cantera desde que volvió a Mareo?
-Han pasado muchas cosas, entre ellas la pandemia. Los chicos han estado sin poder entrenar en una etapa muy sensible de su crecimiento. Siempre le decimos a los chavales que son unos privilegiados por el club en el que se encuentran... A veces ellos no tienen esa perspectiva. Es normal, no han tenido que comparar.
-¿Le da la impresión de que se pide que los resultados lleguen tal vez con cierta impaciencia?
-Hasta cierto punto es normal. No podemos abstraernos del resultadismo. Pero así obviaremos lo más importante. Cuando el fútbol se vuelva fútbol con mayúsculas y se convierta en una dificultad mucho mayor y real, las victorias tan amplias no nos han ayudado a desarrollar destrezas y actitudes ya no tácticas o técnicas, también emocionales.
-¿Considera Mareo una segunda casa tras tanto tiempo?
-Tuve la suerte de ser de ese selecto club de niños que pasaron por todas las categorías del club. Es tu segunda casa, como tu segunda familia. Te desarrollas y te haces mayor yendo todos los días a entrenar. Y tuve el privilegio de ascender, subirme a aquel autocar y ver las calles con una alegría que desbordaba desde un palco 'vip'. Eso fue algo indescriptible. Y luego volver a disfrutar y formarme como entrenador en la misma casa donde crecí como futbolista... Hace que me sienta un afortunado.
-¿Cómo se define como técnico?
-Mi objetivo como entrenador es poder expresarme. Intento ser lo más fiel a mis ideas y ser lo más valiente posible.
-¿Se plantearía sentarse en el banquillo de El Molinón?
-Cuando empecé a entrenar, mi principal estímulo era pasarlo bien y disfrutar en el día a día. Y es una premisa básica que tengo, porque esta vocación me apasiona. Me dejo llevar por el destino. No miro cotas más altas que disfrutar de lo que me gusta.
-También fue jugador, ¿nota mucha diferencia entre vivir los partidos desde el campo a ahora?
-La posición de portero es la que más se asemeja a la de entrenador. Pasas colocando mucho tiempo desde tu posición porque ves el juego de cara. Aparte, es el primero al que van dirigidas todas las críticas. El entrenador cuando no llegan los resultados y el portero es el primer jugador discutido si se cosechan derrotas.
-Es una etapa formativa.
-Sí. Te prepara hasta para la asimilación de esa crítica. Mi vena para ser entrenador surgió durante mi etapa profesional, pero no sé exactamente cuando.
-¿Se quedaría con el portero o con el entrenador?
-Es complicado. Espero estar en mi fase de formación como técnico y que me quede mucho por disfrutar y por sufrir. El fútbol para mí es algo que me infunde una felicidad diferente, propia de una pasión. Entrenar me hace vibrar, no hay escapatoria.
-¿Cuál es su plan de futuro?
-Aprender, intentar ayudar al equipo a lograr pelear por el ascenso y ayudar a los chavales en este último escalón de formación.
-¿Se dedicaría a algo que no fuese relacionado con el fútbol?
-No me visualizo haciendo otra cosa que no sea trabajar para lo que me ha atrapado el corazón, el fútbol. No entiendo otra cosa que no sea estar alrededor de él.
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