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El destino ha querido que Víctor Campuzano (Barcelona, 1997) y José Gragera (Gijón, 2000) jueguen este domingo uno de los partidos más trascendentales de sus vidas. Un enfrentamiento a cara de perro contra los clubes en los que se formaron desde críos y dentro de los que, años después, recibirían la alternativa profesional. Los equipos de casa. Un duelo íntimo. Familiar. Dos historias que se cruzan en El Molinón.
El delantero catalán llega a su reencuentro con el Espanyol en un momento dulce y más engrasado, tras pasarse cuatro meses de secano por una fastidiosa lesión. Tiene ya el rodaje de los minutos que disputó contra el Eibar y el Eldense, y la normalidad del día a día. Pero a su vuelta a El Molinón llegará enchufado sobre todo por el recuerdo de ese gol de pillo que firmó contra los 'armeros', permitiendo al Sporting llegar con vida a Elda. Su última imagen en Gijón fue hace quince días en ese brutal descorche. 'Campu', al rescate.
Gragera, por su parte, se ha pasado el último mes en fuera de juego por un esguince de tobillo. Desde la Ciudad Condal insinúan que estará en la convocatoria para el partido de este domingo, regresando como rival por segunda vez en su carrera a la que fue su casa. En El Molinón vivió partidos como recogepelotas, aficionado en la grada e hizo su debut profesional con el Sporting. Precisamente hoy se cumplen cinco años de su primer partido oficial con el primer equipo en un duelo precintador de temporada contra el Cádiz. Mañana, si Manolo González lo determina en la previa o durante el partido, será un doloroso enemigo para el Sporting por ese fuerte vínculo.
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Igual que 'Campu' para el Espanyol. «Es un partido muy especial», recordó el canterano 'perico' antes del encuentro de la primera vuelta en El Molinón. «Allí he crecido y me he formado, pero es el rival a batir», señaló el futbolista, de 27 años. Un ejemplo de resiliencia en el Sporting por todo lo que le ha tocado vivir desde su llegada a Gijón en el mercado de invierno de 2021. Desde las lesiones que no le han dado tregua, hasta el intento del club de buscarle una salida este verano. A todo se ha sobrepuesto. Siempre con una sonrisa en la boca, trabajo y el buen rollo que transmite. Y una altísima eficacia. Ya en la penúltima jornada, el '11' marcó ese gol decisivo ante el Eibar que confirmó su atinada pegada, pese a lo poco que ha jugado hasta la fecha por el tormento de las lesiones: 18 partidos (11 como titular) y 6 goles.
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Carlos Amado
Campuzano, uno de los futbolistas de la Liga con mejor promedio de goles –marca uno cada 144 minutos–, era un niño cuando pisó por primera vez la Ciudad Deportiva Dani Jarque en 2011. El Espanyol le había fichado para su cadete B. El delantero del Sporting era entonces un extremo zurdo menudo, procedente del Gavà, que había desechado el Barça en una prueba. «Al Espanyol llegó para el cadete B, con el que estuvo solo media temporada, y fue un 'pelotazo'. El Barça no lo quiso y yo lo llevaba siguiendo un tiempo, porque me tocaba ver a los chavales de su edad. Lo fichamos y cuando pasó al 'A' tuvo su explosión», explica Daniel Fernández, responsable de su incorporación al club 'perico' y el técnico con el que vivió su metamorfosis.
«Venía jugando de extremo zurdo y lo pusimos como delantero por la forma que tenía de moverse, sus desmarques, el gol... Fue la bomba. Nos revolucionó el cadete, formando parte de una generación de éxito: Melendo, Álex López, Lluis López, Mafeo...», resume este técnico catalán. Aquella temporada finalizó con 40 goles, 'pichichi' de la División de Honor (como se llama la categoría cadete de máximo nivel en Cataluña), en una reñida competencia con el barcelonista Sergi Canós, hoy en el Valencia de Rubén Baraja.
Ahí empezó a escribir su historia en el Espanyol, interrumpida únicamente por esas dos temporadas que pasó en el Real Madrid Castilla, cuyos ojeadores –sobre todo Víctor Fernández– se anticiparon a una renovación del club 'perico' cuando terminaba su etapa juvenil. «Era un jugador muy interesante, muy certero ante la portería y preciso, con muchos recursos dentro del área y un buen golpeo. Se posicionaba muy bien», recuerda el hoy entrenador del Zaragoza. Volvió al Espanyol y, tiempo después, debutó a las órdenes de David Gallego en un partido de la Copa de la UEFA, en agosto de 2019, en el que marcó dos goles.
Lo de Gragera, que ha vuelto a ser clave de bóveda en el Espanyol desde la llegada de Manolo González y hasta su lesión, ha sido un camino totalmente pintado de rojiblanco. Desde que saliera de La Asunción en benjamines y hasta que fue traspasado en el mercado de invierno de la pasada temporada al Espanyol, que pagó 2,8 millones de euros por el 70% de sus derechos, solo conoció el fútbol del Sporting. «Llevo desde los tres años yendo a El Molinón y para mi familia y para mí, el Sporting es lo más grande», señalaba el pivote gijonés cuando estaba a punto de dar el salto al primer equipo. Fue José Alberto el que le hizo debutar en la última media hora de aquel partido contra el Cádiz. Meses después estrenaría titularidad en Anduva y un año más tarde, después de perder tristemente a su padre, Luis, marcaba su primer gol en Cartagena.
A Gragera, miembro destacado de la 'Quinta de la Asunción', se le veía desde lejos en Mareo que daría más pronto que tarde su salto al fútbol profesional por sus condiciones técnicas y su mentalidad. Todavía se recuerda, en uno de sus últimos partidos con el filial, el soberbio encuentro que despachó en Lezama en abril de 2019 contra el segundo equipo del Athletic. Pilotó un 0-2 frente a un rival que tenía en sus filas a Dani Vivian, Sancet, Vencedor, Guruzeta y Villalibre, entre otros.
Futbolista de personalidad, mediocentro 'equilibrador', con rigor táctico, despliegue físico, desplazamiento en largo, una buena lectura de los partidos y un juego aéreo muy poderoso, Gragera regresa a El Molinón. Con el Sporting jugó 97 partidos como titular, marcando cuatro goles. Su salida, tras una dura negociación, dejó herida y una relación tirante con la directiva del club. Gragera, que mantiene el grueso de sus amigos en Gijón y visita la ciudad con relativa frecuencia, se confesó en su despedida «muy feliz, muy agradecido, triste también, con muchas emociones encontradas». «Al final es complicado porque el Sporting es mi casa, donde nací, crecí y viví. Y despedirse de casa siempre es difícil, pero es una oportunidad muy buena para todos. Entré con ocho años y catorce después, me despido. Echaré de menos todo esto; soy un sportinguista para siempre», dijo en la que fue su última intervención como sportinguista. Mañana, tanto uno como otro, compiten contra su pasado.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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