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Entre el 7 de julio de 2022 y el 1 de marzo de 2024, Gijón soñó con volver a ser sede de un mundial de fútbol. El pistoletazo de salida lo dio Alejandro Irarragorri apenas dos semanas después de adquirir la propiedad del Sporting. ... El empresario mexicano anunció ese día que intentarían que El Molinón fuera una de las sedes del entonces hipotético Mundial de 2030 que pretendían España y Portugal y lo hacía el mismo día en que se daba a conocer una importante subida de los abonos para la primera campaña de la era post-Fernández. 19 meses después, el 1 de marzo de 2024, Gijón despertó del sueño con una campaña publicitaria del Ayuntamiento que venía a confirmar la negativa municipal a continuar en la carrera. Con el eslogan 'Un Mundial es caro. Ser mundial no tiene precio' en 38 mupis repartidos por la ciudad, la alcaldesa Carmen Moriyón dio «por zanjado» el tema.
Este año y medio largo ha dado para mucho, pero no para encontrar respuesta a las dos cuestiones capitales en todo este proceso y que han acabado por condenar un proyecto ilusionante para unos e innecesario para otros. Cuánto cuesta y quién lo paga son los dos interrogantes que han sobrevolado la infructuosa carrera mundialista de El Molinón desde su primer momento, en el que la entonces alcaldesa, la socialista Ana González, ya había hecho la primera llamada a «a la prudencia». «Hablamos de una inversión muy importante. Ojalá podamos, ese es el deseo, pero lo que tengo claro y lo quiero decir ya es que el Ayuntamiento solo no lo puede hacer», avisó la regidora, antes aún de conocerse los detalles del primer macroproyecto, aquel que requería una inversión de 300 millones de euros, cifra que dejó «sin color» a la propia Ana González, quien ya había hablado de que «no se podía hipotecar el futuro de la ciudad», cuando ella misma cuantificó la ampliación en unos 40 millones.
A finales de septiembre, la regidora decidió constituir una comisión de trabajo para avanzar en las cuestiones de competencia municipal relativas a la candidatura, con la participación de todos los grupos políticos. En su sesión constitutiva, el mensaje de González fue claro: «Necesitamos saber las posibilidades del proyecto de remodelación, cuánto cuesta y también, lo voy a decir con sinceridad, quién lo va a pagar y esto es muy importante».
Al día siguiente, Alejandro Irarragorri presentaba en la Federación Española de Fútbol y, por la noche, en una recepción en la residencia del embajador de México en España su proyecto 'Asturias 2030', con un nuevo El Molinón, desplazado de su ubicación original y con una remodelación urbanística de todo el entorno, con nuevas áreas comerciales y la construcción de dos torres.
Dos semanas después, el 10 de octubre de 2022, Irarragorri, por videoconferencia, y David Guerra, presidente ejecutivo del Sporting, presentaron a los concejales de los grupos municipales su planteamiento. Sin concretar los costes de la operación, el máximo accionista del club sí explicó que «para un proyecto de esta envergadura existen tres formas de financiación». «Una es el propio estadio, con un sistema de 'naming' y la comercialización de los palcos; también entendemos que habrá algún esfuerzo por parte del Gobierno central y el Comité Organizador, para lograr un proyecto ambicioso; y además hay muchos empresarios que estarían dispuestos a invertir en términos hosteleros, comerciales y residenciales», argumentó Irarragorri.
Año y medio después, ninguna de estas vías se concretó. Es más, el 'naming' está prohibido expresamente en el contrato de cesión del estadio y el Gobierno central, una vez concedida la organización del Mundial a España, junto con Portugal y Marruecos, anunció que no destinará ningún euro a la construcción de estadios.
En febrero de 2023, Sporting, Ayuntamiento, Federación Asturiana y Principado participaron en Las Rozas en la presentación oficial de los quince estadios españoles aspirantes a sede. «Ahora toca trabajar y aportar garantías y no voluntades», explicó entonces David Guerra.
Tres meses después, en la primera visita de la comisión evaluadora a El Molinón para conocer el proyecto, el mensaje de la Federación Española fue claro, la candidatura tenía que presentar un plan de financiación, aspecto en el que no se había avanzado y que seguía preocupando al Ayuntamiento. Una preocupación que no varió pese al cambio de gobierno en el Consistorio, que se produjo tras las elecciones municipales de junio, con el regreso de la forista Carmen Moriyón a la Alcaldía.
De hecho, tras el verano, en octubre, se produjo el primer encuentro entre Alejandro Irarragorri y la nueva alcaldesa, que calificó el proyecto de «demasiado ambicioso». El Ayuntamiento trasladó al Sporting la necesidad de rebajar sus pretensiones a un planteamiento de menos inversión, que no supusiera la construcción de un nuevo estadio, que mantuviera la ubicación histórica del terreno de juego y, por tanto, la condición de estadio más antiguo del fútbol profesional español, así como que respetara la actividad de los bajos comerciales. Estos desarrollan su actividad gracias a una concesión municipal, que convierte al Ayuntamiento en responsable ante cualquier posible reclamación de sus inquilinos.
El club hizo los deberes y el 30 de octubre presentó al Ayuntamiento un proyecto 'aterrizado', con una renovación de El Molinón valorada en 150 millones de euros, que crecería a lo alto y a lo ancho y solo requeriría derribar la Tribunona. El aforo se ampliaría para el Mundial a través de gradas modulares y se reduciría tras el torneo a 33.600 espectadores. También se ganarían más de doce mil metros cuadrados para usos hosteleros y comerciales. Pero quién paga y cómo se paga siguieron siendo una incógnita, más allá de la propuesta que David Guerra hizo a los grupos municipales de constituir una empresa mixta para abordar este nuevo proyecto, que se presentó a la Federación Española en enero, cuando el presidente de la gestora, Pedro Rocha, visitó El Molinón y Mareo para conocer los detalles, junto a María Tato, integrante de la comisión técnica. Una vez más, se trasladó al club la necesidad de concretar la financiación.
El club fijó entonces la prioridad en firmar un protocolo con las administraciones públicas que marcara los pasos a seguir y con el que poder dar una imagen de unidad en torno a la candidatura para presentar ante la FEF. Ese paso se dio finalmente el 8 de febrero, en vísperas del derbi regional en El Molinón, jornada elegida además, la del partido, para hacer pública la propuesta de renovación del estadio. Al final, Carmen Moriyón, Adrián Barbón y Alejandro Irarragorri estamparon sus firmas en un documento con muy buenas intenciones, pero también muy pocos compromisos, más allá de empezar a hablar cuando Gijón fuera elegida como sede. Y de la financiación, una mención expresa a que el protocolo no suponía compromiso alguno para las partes.
Con la victoria ante el Oviedo en casa y horas después de mostrar ante representantes políticos, federativos y empresariales cómo luciría en rojo su nuevo Molinón para el Mundial, el Sporting cerraba su semana más importante desde la llegada de la nueva propiedad.
Sin embargo, una horas después todo se empezó a torcer. Primero, el recordatorio municipal de que cualquier proyecto debería pasar por un concurso público. Luego, el cálculo de lo que supondría para las arcas municipales cumplir las exigencias de la FIFA y la espera por unos informes jurídicos que determinaron la responsabilidad «única» del Consistorio en caso de firmar el acuerdo con la FIFA.
Mientras tanto, una vez más en el aire la pregunta de quién lo paga y cómo se paga. Sin embargo, en esta ocasión, ante la imperiosa necesidad de que el Ayuntamiento rubricara el documento, el Gobierno local se negó. «Sin financiación, no hay firma», se dijo. Todo voló por los aires y aquellos que soñaban despertaron. 'Un Mundial es caro. Ser mundial no tiene precio', lucieron los mupis de Gijón.
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