manuel rosety
Sábado, 25 de enero 2020, 03:11
En las nueve temporadas que estuvo al frente del club gijonés, Manuel Vega-Arango fue protagonista de múltiples casos de cierta relevancia, tanto en el mundo del fútbol, como en el ámbito social. Su figura tenía una especial repercusión en la ciudad. Posteriormente se extendió ... a la región y a todo el territorio nacional.
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Vega-Arango asumió el papel de presidente de una forma absorbente. No le gustaba dejar ningún cabo suelto. Esta fue su política desde el primer día que se hizo cargo del puesto, en el mes de julio de 1977, con la intención de darle al Sporting un carácter de equipo grande. Incluso puso en segundo lugar las gestiones de sus empresas para dar prioridad al control del Sporting.
La pretemporada no había estado mal. El equipo gijonés se había adjudicado en Foz el Trofeo Conde de Fontao, al ganar al Deportivo por un rotundo 5-2. También se impuso en el Costa Verde, ganando al Vitoria de Guimaraes (4-1) y al Videoton húngaro (1-0). Vapuleó al Burgos (0-3) en el torneo de Córdoba, donde solo fue derrotado por el conjunto local. Los rojiblancos empataron con el Oviedo en un amistoso disputado en Luarca y ganaron en Mieres.
Vega-Arango debutaba en partido oficial como presidente. El sorteo había deparado que fuera en Alicante, en una calurosa tarde. Era el primer domingo de setiembre. El presidente estaba acostumbrado a su etapa anterior de futbolista, en la que equipo tal vez no tuviera la calidad de ese momento, pero la combatividad siempre destacaba en los rojiblancos.
La tarde era tórrida y agobiante. Desde el primer momento parecía que el Sporting no iba a tener su día. Y así fue. Al filo del descanso llegó el gol de Lattuada, que daría el triunfo al Hércules. Vega-Arango se desesperaba, sobre todo cuando Deusto le paraba un penalti a Quini, después de un derribo a Ferrero. Para el presidente era una tarde sonrojante. Y lo pasó peor cuando hubo otro penalti de Núñez, que Comisso lanzó al larguero.
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Sin perder la compostura, pero con un enfado monumental, Vega-Arango bajó al vestuario del Rico Pérez donde estaba su equipo. El presidente no estaba dispuesto a admitir una actitud sin intensidad, como la que había observado en sus jugadores. La bronca no se hizo esperar, ante la sorpresa de los futbolistas, que no estaban acostumbrados a este tipo de reacciones en un presidente.
La anécdota la protagonizó el recordado José Luis Ortiz, quien antes de ejercer de delegado había sido futbolista y compañero de Vega-Arango en su etapa de jugador en el primer equipo, casi dos décadas antes. «Amiguín, no te enfades, que esto vas a verlo más veces», le dijo el bueno del emblemático delegado, amparado en su experiencia.
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Vega-Arango nunca olvidó aquel pasaje que le sucedió en el campo alicantino. Y no es que le hayan faltado ganas de repetir la bronca, pero entendió que estas cosas ocurren en el fútbol, sin que se sepan las causas del exceso de aparente apatía en el rendimiento de un equipo en un partido concreto.
En su etapa más reciente, las broncas de Vega-Arango, salvo excepciones, eran en el vestuario de Mareo. El principal objetivo era el de incentivar a los jugadores. La visita, generalmente, tenía lugar dos días antes de los partidos. En alguna ocasión, también prometía alguna prima, con bastantes condicionantes, en busca de un mejor rendimiento del equipo, aunque una bronca de las de verdad, propia de su sello, volvió a repetirla en diciembre de 2011, tras la eliminación copera a pies del Mallorca, en vísperas de empezar el periodo de vacaciones navideñas. Los reservas, con Manuel Preciado en el banquillo, tuvieron una noche en la que todo salió mal. La eliminación supuso un lastre económico importante para la entidad. El enfado presidencial, pese a tener una sobrada experiencia en el cargo, no se moderó.
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La bronca tras la eliminación contra el Mallorca fue mayor todavía que la de su debut en Alicante. En esta ocasión no tuvo cerca un Ortiz que le recordara que estas cosas no son habituales, pero suceden con alguna frecuencia. Esta temporada se vio alguna imagen similar, como en una buena fase del partido de Fuenlabrada, en la primera vuelta. Hoy no debe repetirse.
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