Alfonso Llera, uno de los últimos conserjes de Mareo

«Era una alegría estar con los chicos en la residencia»

Alfonso Llera fue uno de los últimos conserjes del edificio de Mareo, que en unas semanas volverá a abrir tras una profunda renovación

Domingo, 16 de julio 2023, 11:12

Alfonso Llera tiene 80 años y 27 de ellos los pasó en Mareo. Su principal ocupación fue la de utillero del Sporting B. Una tarea que durante «cinco o seis años» compaginó con otra muy diferente: ser el conserje de la residencia. El ... espacio donde jóvenes de varios puntos de España se alojaban durante el todo año dentro del programa de cantera del club rojiblanco. «Era una alegría estar con aquellos chicos. Aunque no era fácil, eran chiquillos, casi hombres algunos, y había que pelear con ellos. Pero hubo más momentos buenos que malos», recuerda quien fue uno de los últimos conserjes del edificio.

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Para entender el significado de la residencia de Mareo, un proyecto que la nueva propiedad ha decidido recuperar con una reforma del edificio que culminará en las próximas semanas y la llegada de seis jóvenes talentos mexicanos, hay que remontarse muy atrás. En 1978 se inauguró la Escuela de Fútbol de Mareo. Con el descubrimiento de la placa y alguna obra por rematar, se abría un complejo llamado a cambiar el alma del club: varios campos de fútbol, un edificio de oficinas, otro de vestuarios con comedor y cocina y, encima, en torno a 20 habitaciones y una sala de recreo.

La idea era traer jóvenes talentos de toda España a formarse, unirlos a la cantera rojiblanca y convertirlos en profesionales. Nombres como los de Tomás Hervás, Felipe Miñambres, Fernando Tocornal, Pablo de Lucas y Valentín Aller, 'Tino', fueron algunos de los futbolistas que pasaron por la residencia.

Pero las veinte habitaciones no estaban destinadas, en un principio, a los jóvenes jugadores, sino a las concentraciones de la primera plantilla. Las promesas foráneas de Mareo se alojaban, primero, en la pensión El Altillo, en la calle Capua. Un edificio ya derruido y en cuyo solar se levantaron apartamentos turísticos. Solo en agosto, cuando la primera plantilla estaba de vacaciones, se alojaban en Mareo. De la pensión, los jóvenes pasaron al Hotel León, para, en 1991, ocupar unas serie habitaciones habilitadas para ellos en la zona dedicada a la primera plantilla. «Aquello en su día era una auténtico lujo. Excepto Lezama, nadie tenía unas instalaciones como las nuestras», recuerda Tino Aller, que pasó por los tres alojamientos.

Chicos jóvenes lejos de sus familias que aún no han llegado al filial, apasionados del fútbol, entrenando para lograr ser profesionales y rodeados de campos balones y campos. «Fue una etapa muy feliz, estaba siempre rodeado de fútbol. De los mejores momentos de mi vida», recuerda Pablo de Lucas, que siempre se alojó en las estancias que también usaba el primer equipo en las concentraciones.

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La rutina en la residencia de Mareo era estricta. «Desayunábamos juntos y cogíamos un autobús en la puerta de Mareo a las 7.45 horas que nos llevaba a Roces. Íbamos al instituto, cada uno a su clase. Luego volvíamos, comíamos de nuevo juntos y teníamos media hora de descanso. Después, había un mínimo de una hora y media de estudio y bajábamos a entrenar a las 19.45 horas. Cenábamos y podíamos ver la televisión hasta las 23.30».

Los ratos muertos se podían ocupar jugando al billar o viendo la televisión en un espacioso salón. Pero lo que más gustaba a los jóvenes alojados en Mareo era jugar a fútbol. «Cuando llegué, tenía 13 años y el siguiente en edad 18. No podía acompañarles cuando bajaban a Gijón, así que me iba a los campos a entrenar. A nivel personal, estás obligado a madurar rápido. En lo táctico y lo técnico aprendí mucho, lo recuerdo como una escuela. Lo que jugué en mi vida, lo aprendí en Mareo», sostiene Pablo de Lucas.

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A Alfonso Llera le tocaba poner orden. Durante su etapa de conserje vivió allí con su madre y convivió con muchos jugadores a los que luego preparó el material cuando jugaban en el filial. «Tuve y tengo amistad con bastantes de ellos. Me dio pena que la cerraran por todo lo que viví allí». Porque, en 20005, en pleno proceso concursal, el Sporting cerró la residencia. Ahora, la nueva propiedad va a ponerla otra vez en marcha, aunque con un enfoque que atraviesa otras fronteras.

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