Antes de iniciar el entrenamiento, el técnico se reunió con sus jugadores en el centro del campo.

Abelardo toma el mando entre correcciones y selfis

Animado por 300 aficionados, dirige una primera sesión con mucho balón, velocidad y presión. «No te pido que metas gol, pero pilla al menos puerta»

EDUARDO ALONSO

GIJÓN.

Jueves, 5 de mayo 2022, 02:49

Abre la puerta del vestuarios del primer equipo y contempla, desde unos metros, el llamativo aspecto del campo número 1. Sorprendente para un día corriente, de diario. A sus pies, Mareo reverbera desde la puerta de entrada al terreno de juego. 300 aficionados aguardan. ... Barreras abiertas a esa afición que siempre le ha entregado su apoyo, que le anima, que le aplaude, que le da la bienvenida con una gran ovación. Vestido con equipación deportiva, con chaqueta azul que no le durará mucho y pantalón negro largo, el nuevo entrenador del Sporting, un técnico especial dentro del grueso volumen de la historia de este club, tarda poco en dejar ver sobre el césped lo que el sportinguismo pretende de él y lo que el presidente Javier Fernández quiere que transmita.

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«Hola». «Gracias». «Seguro» Abelardo se reencuentra con su casa y responde uno a uno sin más ceremonia que una buena palabra. Como siempre. Nada ha cambiado. Nadie repara en el detalle de que el entrenador gijonés, cinco años y ciento seis días después, por los que han pasado demasiadas derrotas, llega como una solución de urgencia para este esprint final tras ponderar el club, quizás tras haber dejado correr demasiado el agua, fulminar a Martí y poner ya no solo un recambio de peso, sino, además, un hombre de la casa. Y no a cualquiera. Concretamente, a 'El Pitu'.

Abelardo echa el balón a correr en su regreso en medio de la mayor crisis deportiva de la historia del club. Su manera de comenzar la sesión simboliza el nuevo camino emprendido por la institución, que ha dado un giro de 180 grados respecto al carácter del anterior inquilino de repuesto del banquillo gijonés.

El primer entrenamiento, vespertino, empieza bastante puntual. Pasan cuatro minutos de las cinco de la tarde. Durará una hora y media escasa. Primero, la habitual pequeña charla en círculo en el centro del campo. Después, ejercicios de estiramiento bajo las directrices del preparador físico, Eduardo Domínguez. Y, a continuación, el balón.

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Lenguaje directo

'El Pitu' utiliza un lenguaje sencillo, pero directo. «No cierres tanto Guille». «Bien jugado Gaspi». «Me abro, no me dura nada el balón». El técnico del Sporting emplea las palabras más básicas para que todo el mundo le pueda entender. «Bien jugado, pero a dónde vas». «No importa, ahora recupero». Mira mucho, de vez en cuando baja la cabeza y, cada dos por tres, da una voz. Grita mucho antes de acercarse a su hombre para explicarle qué quiere de él, para corregirle.

La sesión, en cualquier caso, se basa en el trato con el balón. Porque la pelota es el cimiento sobre el que se levanta el fútbol del preparador gijonés. Llegadas por banda, simulaciones de contraataques, presión siempre, velocidad en el juego y finalización son la piedra angular del trabajo. «Víctor (Campuzano), no te digo que metas gol, pero pilla al menos puerta». Corrige los movimientos de los jugadores, su posición sobre el terreno de juego, e insiste mucho tanto en los movimientos tácticos colectivos como en la técnica individual. Incluso la preparación física está enmascarada por la presencia del balón. Casi siempre cerca de los jugadores, sino en medio de ellos. Casi siempre con los brazos estirados, ejemplificando él mismo, hasta la propia realidad, lo que espera de sus jugadores.

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A 'El Pitu' no le sobra tiempo. Desearía disponer de más sesiones para preparar la primera de sus cuatro finales ante el Huesca y probablemente también de más hombres. En esta primera sesión, cinco ausencias. Pedro Díaz, Jony y Marc Valiente se ejercitan con el readaptador, Babin sigue con la recuperación de sus molestias musculares y Pablo Pérez está pendiente de una estudio radiológico que se le realizará hoy. Jordi Pola, Fernando Somolinos y Joel Jiménez refuerzan al primer equipo.

Exfutbolista trabajador, de largo recorrido, eficaz y contundente en la línea de atrás, inteligente y bien dotado técnicamente, Abelardo no ha tenido un camino fácil, pero sí lo ha asfaltado de éxitos. Elegante, conciliador, pero, a la vez contundente y exigente ya en los últimos años con la pizarra en la mano, encaja con el perfil que buscaba Javier Fernández para reflotar el sueño agotado, primero, por David Gallego y, posteriormente, por José Luis Martí. El club le ha entregado las llaves de las puertas del banquillo para aflojar la soga que aprieta al equipo por un motivo u otro.

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Su primera aparición frente a su equipo está marcada como una puesta en escena. Distribuye balones en los ejercicios y da indicaciones. Tampoco se le caen los anillos si tiene que hacer un desmarque simulado para dar a entender sus ideas. Es un hombre en cierta manera apresurado. Consciente de que no tiene todo el tiempo del mundo.

Políticamente correcto, aunque la sangre, en ocasiones, le puede, ha sabido lidiar con las situaciones más complicadas. Hay poder y autoridad en ser tranquilo y mesurado, en dar confianza y en tomar decisiones fríamente. Pero no le falta carácter. Levanta la voz si es necesario.

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«¡Extremos, si estoy seguro, me la juego!». «¡Berto, si no hay un delantero al primer palo, vete tú!». «¡Para, para! ¿A quién tienes más cerca?». «¡Bien, bien, Christian! Me separo, me alejo». «¡Bien jugado 'Puma'. No importa. Bien apretado!». Pocas veces utiliza tacos para acompañar a sus indicaciones. «¡Bien está, la hostia, buena. Más solidaridad! Esa es la fórmula cuando quiere relanzar la idea que quiere transmitir.

En cualquier momento, lanza un grito. Silencio y la sesión se detiene. Nuevas indicaciones, estas en un tono más conciliador y acompañadas de algún gesto, del técnico rojiblanco antes de permitir que el balón se ponga de nuevo en movimiento. La complicidad es una de las claves con las que Abelardo maneja a los jugadores. La complicidad y el sentido común porque «si hay que ponerse serios, Abelardo es el primero y, si hay que bromear, pues también», dicen en el club.

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Terminado el entrenamiento, los aficionados presentes están pendientes de inmortalizar el instante. Djuka, el último de los jugadores en retirarse, se abre camino a golpe de selfis. Pero 'El Pitu' le gana en número. Diez, veinte, cincuenta, cien... La afición jalea al nuevo técnico, atrapado entre selfi y selfi y al que en un momento le llueven los abrazos de sus aficionados.

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