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OLAYA SUÁREZ
Domingo, 6 de septiembre 2020, 02:55
Vuelven las 'sirlas', los tirones y los robos de coches. La delincuencia especializada e itinerante ha dado un paso atrás. La pandemia ha traído consigo una nueva normalidad, también en lo que a delincuencia se refiere. Pero en este caso lo nuevo recuerda a lo ya conocido: vuelve el quinqui de los ochenta.
El confinamiento y las restricciones de movilidad entre países han contribuido a que la idiosincrasia del delito modifique sus patrones. Las bandas especializadas, formadas en su mayoría por ciudadanos de Europa del Este o de Sudamérica, han dejado de recorrer de punta a punta España con golpes precisos y metódicos. Solo los robos en viviendas cayeron más del 50% en Asturias durante el primer semestre de 2020 respecto al año anterior. Por no hablar de asaltos a bancos o butrones en joyerías o estancos. Prácticamente anecdóticos. Los recientes datos del Ministerio de Interior han dado la vuelta a las estadísticas de las dos últimas décadas y muestran un claro cambio de tendencia que previsiblemente se mantendrá una buena temporada.
El cierre de fronteras y el mayor control sobre los ciudadanos está asfixiando no solo a la economía de curso legal, también al mercado negro. Los objetos de valor, el botín procedente de los golpes, no encuentran fácil salida. Las joyas, aparatos electrónicos y dinero que antes las mafias sacaban del país en cuestión de horas, se han encontrado un difícil enemigo: el coronavirus.
La pandemia ha puesto freno a las bandas especializadas y ha hecho resurgir al ladrón común, autóctono y con escasas habilidades a la hora de ejecutar los golpes. Si los ladrones especializados en robos en pisos y chalés actuaban en su mayoría con ganzúas y destornilladores, los cacos ahora han vuelto a la navaja e incluso a las pistolas, muchas simuladas, pero otras muchas no. Buscan acciones rápidas, amedrentar a la víctima y conseguir dinero fácil. Así, por ejemplo, ejecutan sus planes los integrantes de la 'banda del Seat' y sus ramificaciones. En los últimos meses han robado al menos una treintena de coches y han cometido un centenar de robos en bares con el método de alunizaje o asaltos a gasolineras y otros comercios a punta de cuchillo. Quieren dinero en efectivo y lo quieren rápido.
Pero no son casos aislados. Fuera de los grupos más o menos organizados como son los del 'Seat', familiares entre sí y que muchas veces actúan bajo los efectos de las drogas como reto o diversión, proliferan los delincuentes que actúan en solitario. Solo en Gijón en el último mes ha habido una decena de detenciones por robos a mano armada en panaderías en La Calzada, a punta de cuchillo en comercios de Pumarín o tirones a ancianos en la calle y a plena luz del día.
Las fuerzas de seguridad consideran que lo peor está aún por venir. La crisis, los rebrotes del coronavirus y las nefastas previsiones económicas hacen prever un otoño complicado en materia de criminalidad. Si en los años ochenta la droga fue el caldo de cultivo de la proliferación de atracos, en 2020 el detonante son las dificultades laborales que atraviesan muchos asturianos. Dada la coyuntura, los comerciantes han empezado a tomar precauciones: tener poco dinero en la caja registradora, instalar medidas de seguridad nocturnas o procurar cerrar la puerta de entrada si solo hay un empleado en el establecimiento. Solo en los últimos tres meses el robo con violencia se ha situado en cabeza en lo que a delitos se refiere, acompañado de los hurtos. La Policía llama a la precaución y a tomar medidas de autoprotección, pero sin caer una psicosis colectiva.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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