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MARIO ÁLVAREZ
GIJÓN.
Lunes, 22 de febrero 2021, 01:15
«Hace menos ruido, pero mata con más violencia». Con esta comparación, un matrimonio del barrio gijonés de Jove que suma la friolera de 197 años resume la situación inédita que ha provocado esta pandemia. «El virus nos impacta más que la guerra», cuenta ... Serafín García Cachero, que, desde el pasado 18 de febrero, necesita tres dígitos para contar su edad. Un día antes, su mujer, Maximina Salgado, hizo los 97. «Vivimos la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Al menos, sabíamos de qué nos refugiábamos. Ahora las bombas que nos acechan son invisibles», explica este matrimonio bien avenido que sigue celebrando la vida y que ha convertido su casa en un auténtico búnker. «No necesitamos salir, y aquí estamos más protegidos», señalan tras relatar que pasan los días tranquilos, jugando a las cartas y viendo la televisión. Eso sí, con un poco de auxilio externo: «Nuestro hijo nos ayuda con las labores domésticas y nos cuida para compensar las limitaciones de la edad».
Los problemas de movilidad redujeron sus movimientos ya meses antes de la pandemia, pero, desde que todo estalló, no han vuelto a salir. «No necesitamos la vacuna. Es imposible que cojamos el virus», bromea Maximina para enfatizar la ausencia de vida social, algo, por otra parte, bastante común en su franja de edad. «Muchos de los que nos acompañaron durante la vida por desgracia ya no están con nosotros. Otros no tienen plenitud física, pero nosotros tenemos la suerte de poder disfrutar cada día de nuestro hijo y de nuestra relación».
Y, empeñada en verle el lado positivo a las cosas, la nonagenaria señala como aprendizaje de su experiencia vital que «cada etapa tiene su encanto». Y quizá también este pensamiento la induce a comprender ciertas actitudes irresponsables en los jóvenes. «Quieren salir y bailar, conocer gente. No se dan cuenta de que se ponen en peligro a sí mismos, pero también a sus seres queridos», apunta Maximina, sabedora de que, con los años, aumentan la prudencia y la responsabilidad.
Ahora bien, no se les escapa que «se avecinan tiempos difíciles», vaticina el matrimonio en alusión a la situación económica en la que estamos inmersos. Y, con todo, siempre hay motivos para la esperanza, como demuestran sus propias biografías, en las que fueron capaces de regentar un negocio capeando las circunstancias más adversas, contra viento y marea: «Toda la vida tuvimos una tienda en Somiedo y vendíamos absolutamente de todo. Costaba mucho esfuerzo. Antes de abrir, teníamos que transportar la mercancía a caballo. Eran otros tiempos», recuerdan, orgullosos de haber podido garantizar que a su familia «nunca le faltara de nada».
Un modelo de negocio que dista mucho del actual, ya que, por aquel entonces, «las tiendas principales de cada localidad se convertían en referentes para el pueblo». Y en el que los clientes eran como de la familia: «Siempre nos preocupábamos por su vida y sus inquietudes. Había una relación de efecto mutuo que superaba el mero vínculo entre vendedor y cliente», explican para referirse a un sistema de consumo mucho más humanizado.
Viejos tiempos que siguen muy presentes en sus recuerdos, pero lo que de verdad les interesa ahora es la actualidad. Especialmente, a Serafín, con una curiosidad a prueba de años: «Por muy malas noticias que haya, quiero estar enterado de lo que pasa en el mundo».
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