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Carlos Menéndez. Policía Local de Oviedo «En mi caso diría que fue como un resfriado. Mi mujer y mis hijos tuvieron los mismos síntomas»
Los asturianos que vencieron a la enfermedad

Los asturianos que vencieron a la enfermedad

Curados. Ellos señalan el camino a quienes aún se enfrentan al coronavirus. Pasaron la enfermedad y ya están recuperados

ROSALÍA AGUDÍN / LUCÍA LORENZO / SANTY MENOR / GLORIA POMARADA

Domingo, 12 de abril 2020, 02:00

Ssus historias son un rayo de luz que se filtra entre la oscuridad de las cifras negativas, y cada una de ellas supone a la vez un soplo de esperanza. Son quienes se han enfrentado cara a cara al coronavirus y lo han vencido, y casi todos coinciden en contar lo dura que es la batalla contra 'el bicho', como muchos llaman ya al COVID-19, y el cariño recibido por el personal sanitario. El camino que ellos han iniciado es la senda para vender a la pandemia.

Fernando Beltrán

Fernando Beltrán

«Lo peor es la soledad y escuchar las toses de otros desde el fondo del pasillo»

Él, que es un mago de las palabras, hubo días en los que se quedó sin ellas, en que se le caían los libros de las manos, en los que se vio diciendo adiós. Por eso, ahora, un largo viacrucis y seis días de hospitalización mediante, si solo tuviera que elegir una para resumir lo vivido, esa sería «gracias». Por la atención, por el trato, por vivir en definitiva. El poeta Fernando Beltrán atiende ya desde su casa de Madrid, adonde llegó en un día lluvioso, el miércoles 1 de abril, desde el Hospital Universitario de Moncloa. En casa se recupera, se siente mejor día a día y espera el momento de someterse -será el 14 de abril- a una nueva prueba para saber «si el bicho sigue ahí». Habla ya con normalidad, ha recuperado la voz, controlando un poquito las emociones que siempre están ahí latentes y a veces le hacen retroceder en el proceso, pero feliz de contarlo. Porque quiere contarlo. Porque el túnel es tremendamente oscuro, pero hay luz al final. Él da fe. Aquellos seis días pasaron lentos, sin fuerza, con dolor, rabia, amargura. Y sobre todo, con soledad infinita: «Lo que yo recuerdo como horror y abismo son los dos primeros días, hasta estuve inconsciente, por cosas que me contaron, recuerdo esa sensación de estar solo, absolutamente solo al fondo de un pasillo, oyendo por las paredes las toses de todos, y encontrándome muy mal, esta es una enfermedad tan rara, extraña, solitaria, que empiezas a despedirte un poco desde esa soledad». La interrumpía el traqueteo exterior y el trajín de las enfermeras, irreconocibles con sus mil máscaras, pero todas maravillosas, inolvidables. «No sabías quiénes eran, si Elena, si Julia, si Lucía, pero todas me trataron con un cariño tremendo». No llegó a estar en la UCI, pero sí con un respirador y por fin se instaló en cuerpo y alma una mejoría constante. Y por fin salió del abismo y se quedó en la gratitud de la que no se mueve: «No he salido todavía del gracias. Estoy en el otro lado, en el lado de estar vivo». Porque, «rodeado de muertes a solas en otras habitaciones, no era raro pensar por qué no tú».

Carlos Menéndez

Carlos Menéndez

«Nosotros fuimos leves, pero hubo molestias que tardaron una semana en irse»

No sabe ni el día exacto, ni el lugar dónde se contagió, pero tanto su mujer, conductora del Transporte Urbano de Asturias (TUA), como su hijo, de nueve años, han tenido los mismos síntomas que él. Carlos Menéndez es policía local en Oviedo. Los síntomas le aparecieron a este agente el día 20 de marzo, y dos compañeros de turno resultaron también afectados. Tenía un «dolor de cabeza ligero, pero constante», «la garganta irritada» y fiebre. «La máxima fue de 37,8 grados». Pero desde el principio puso en conocimiento de las autoridades sanitarias lo que le ocurría: «Si no llega a pasar esto diría que era como un resfriado, pero lo que nos extrañó es que mi mujer, Eva María Tirado, tenía los mismos síntomas». Les hicieron la prueba del coronavirus dos días más tarde y pronto llegó el resultado. «Primero nos dijeron que los dos habíamos dado negativo y después rectificaron. Yo había dado positivo y ella negativo». Fiebre, dolor muscular, pérdida del olfato y el gusto y una afonía fue lo que tuvo durante los peores días, pero a la tercera jornada volvió a hacer deporte. «Nosotros fuimos leves, aunque hubo molestias que tardaron una semana en irse». Su hijo fue el siguiente en ponerse malo: «Tuvo décimas durante menos de un día y también llamamos al 112 para informar de la situación». A él no le hicieron el test, pero la pediatra les dijo que «blanco y en botella». Menéndez aún no ha vuelto a trabajar. Continúa de baja y aún no le han hecho un segundo test, pero se encuentra bien y lleva ya «quince días sin síntomas». La familia sigue aislada en su casa, porque temen que si pisan la calle puedan contagiar a alguien.

Manuel Sanz

Manuel Sanz

«Vamos a enviar un ramo de flores al hospital de Mieres en señal de agradecimiento»

Para el matrimonio llanisco formado por Manuel Sanz y Rosa Rodríguez, de 82 y 72 años, la pesadilla empezó durante un viaje a Benidorm a principios de marzo. Él, que padece de frecuentes neumonías, comenzó a sentirse mal, por lo que regresaron a Asturias. Una vez en casa, llegó la preocupación. En un primer momento quedó descartado que Sanz padeciese el virus y, para evitar contagiarse, se aislaron por completo en su domicilio. A los diez días, y viendo que la fiebre no remitía, fue trasladado al hospital de Arriondas. «No sabíamos que iban a hacerle la prueba del coronavirus, nos llamaron y nos dijeron que había dado positivo y le mandaban al hospital de Mieres», explica la hija del matrimonio, Rosana. La noticia les hizo «ponerse en lo peor», pero la «fortaleza» de Sanz ha podido con el COVID-19. «A los tres o cuatro días de ingresar ya no tenía fiebre y aunque seguía con la neumonía, no iba para atrás», explican. En el Álvarez-Buylla, donde se deriva a los pacientes del Oriente, pasó veinte días completamente solo. Este martes, tras confirmarse que Sanz había superado la enfermedad, regresó a Llanes, donde fue recibido entre aplausos de sus vecinos. A su familia le ha expresado también un deseo, «enviar un ramo de flores al personal de Mieres en agradecimiento por el cariño recibido».

Cristina Bailón

Cristina Bailón

«Lo peor que me ha pasado es tener que estar diez días encerrada sin poder trabajar»

Cristina Bailón tiene 28 años, es de Valladolid y está en su tercer año en Neumología del HUCA. Ella dio positivo, está curada y se sabe afortunada, porque lo peor que le ha pasado ha sido tener que estar encerrada en una habitación. A Cristina le tocó hacerse la PCR después de que un adjunto y una enfermera del servicio dieran positivo. Y el 23 de marzo se vio con idéntico diagnóstico. Pero en su caso, completamente asintomática, el tratamiento, 14 días de aislamiento en casa. Dos PCR negativas después, volvió al tajo.

«Yo realmente no tuve nada, y eso que soy asmática, estuve siempre bien, yo creo que lo peor que me ha pasado es haber estado encerrada. Solo al principio estuve asustada, a la espera, porque no sabes, muy pendiente del termómetro tres veces al día». Pero cuando pasó una semana sin síntomas ya veía que la cosa iba por buen camino. Y dos semanas después: «Había estado en una habitacion encerrada, ya solo poder salir de la habitación y caminar diez metros fue increible». Quería volver a trabajar. Y fue un sábado, y con guardia, cuando lo hizo. «Realmente las medidas de protección son las mismas, pero obviamente si una persona tiene que entrar a hacer algo, mejor que lo haga yo», explica, y añade después que por mucho que ella haya desarrollado anticuerpos del corovirus tras haberlo pasado, si no cumple a rajatabla con los protocolos, puede infectar a un compañero.

Beatriz Piñera

Beatriz Piñera

«Fue un jarro de agua fría. No quería verlo, pero en el fondo sabía que iba a contagiarme»

«Me encontraba mal, estaba muy cansada, sentía fuego en los ojos y mucho dolor, yo lo achacaba a la presión que teníamos». Así cuenta Ana Beatriz Piñera, auxiliar de enfermería del Hospital de Cabueñes, cómo estaba días antes de hacer la prueba del coronavirus. El oftalmólogo Crisanto Manuel Alonso Álvarez le dijo que se fuese a casa, pues tenía todas las papeletas para estar contagiada. «Si no es por él estaría contaminando a todo el mundo. Me dijo que había un porcentaje muy pequeño de que la conjuntivitis se podría manifestar como síntoma en algunas personas que fueran positivo en COVID-19», detalla Piñera. Este fue su caso. Tras hacerse el test, «al día siguiente llamé a Microbiología y me dijeron que el resultado era positivo, era el 28 de marzo a las 9 de la mañana. Me quedé muy sorprendida, fue como un jarro de agua fría, me llevé un disgusto muy grande. No quería verlo, pero en el fondo sabía que iba a contagiarme», señala. «Me recetaron gotas para los ojos y paracetamol, y el médico del Samu me dijo que si tenía algún episodio de fiebre que no dudara en llamarlos. Nunca tuve una décima, pero me encontraba muy cansada, me pesaban las piernas y los brazos», detalla. Y aunque aún no tiene el ansiado resultado, está prácticamente recuperada y lanza un mensaje a sus compañeros de la planta tercera par. «Sois unas auténticas guerreras, dentro de poco me uniré a vosotras y continuaremos la lucha para, sin dudarlo, salir vencedoras. Un beso muy grande, pronto estaré con vosotras».

Marco Antonio López

Marco Antonio López

«Ya estoy bien, no tengo síntomas y he recuperado el gusto y el olfato»

Era 16 de marzo por la noche. En ese momento, el enfermero Marco Antonio López finalizaba su jornada en la UVI del HUCA. Es sevillano, pero lleva más de diez años trabajando en el hospital ovetense. «Ese mismo día me tocaba recoger a mi hija y por la noche empecé a notar los síntomas, sobre todo, como si fuera el inicio de una gripe o un catarrazo: tuve febrícula, me noté cansado y con poca energía», detalla . Han pasado ya más de cuatro semanas desde esa fecha, y el jueves 9 de abril ya tenía en sus manos el negativo en el test. «Ya estoy bien, no tengo síntomas y recuperé el gusto y el olfato», expresa. Ayer volvía al trabajo. Lo peor de todo, el miedo que pasó al estar a cargo de su pequeña, de cinco años. «Me preocupé mucho, tanto por ella como por mí», reconoce. «Había momentos en que me alejaba, mantenía la distancia, teníamos un baño para cada uno, lavaba la ropa a más de 60 grados, no compartimos toallas ni dormimos juntos... Para la edad que tiene lo entendió en cuanto se lo expliqué, aunque no fue fácil; ella afortunadamente está bien y ninguno de los dos requerimos ingresar en el hospital», expone. Ahora que ya ha vencido al virus, asegura que está disfrutando muchísimo de ella: «Le doy todos los achuchones que no pude darle mientras estuve enfermo». Marco Antonio López lanza dos mensajes. El primero, a sus compañeros y a las personas que «están luchando para salir de esta pesadilla». El segundo, a los pacientes y sus familias para dedicarles palabras de «ánimo y fuerza» además de pedirles que «se queden en casa e intenten por todos los medios seguir las recomendaciones. Vamos a salir de esta», anima.

Juan Bedia

Juan Bedia

«El virus se unió a una neumonía bilateral, pero por suerte pude evitar la UCI»

Gerente de la Fundación Deporte Avilés (Fundavi) y director general del Círculo Gijón Baloncesto, el ovetense Juan Bedia tampoco sabe cuándo se produjo su contagio, pero sí se dio cuenta desde el primer momento que «no era el típico proceso viral que sufro a primeros de año». Sin patologías previas y con poco más de cincuenta años, «nunca había estado ingresado y viví los peores días de mi vida. El virus se unió a una neumonía bilateral y cuando estaba aislado en planta algunos días me costaba muchísimo respirar. Me temí lo peor, pero gracias al apoyo de los míos no perdí el ánimo, el cuerpo respondió y evité la UCI», relata.

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