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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Domingo, 17 de abril 2022, 15:40
Hoy como en la antigüedad el peregrino que llega a Villaviciosa cuenta con dos opciones para seguir su ruta a Santiago: la vía de la Costa, por el llamado Camino Francés del Norte, o la que obedece al célebre adagio franco de ir a visitar al señor del apóstol en Oviedo para enlazar allí con el Camino Primitivo. El punto actual de bifurcación se localiza en Casquita. De allí partimos en su día para avanzar hacia Gijón por el itinerario que transita a la vera del Cantábrico y lo hacemos ahora para adentrarnos por el trayecto que nos llevará hasta El Salvador en el corazón de Asturias. Y de nuevo aquí, poco más adelante, pasadas Camoca de Abajo y Camoca de Arriba, a la altura del barrio de Castiellu en Ambás, como en los relatos medievales de la materia de Bretaña, el viajero de nuestros días tendrá otra ocasión de echar su suerte o su voluntad a la elección entre otros dos destinos.
El trazado oficial conduce a Arbazal, importante enclave jacobeo en el que se conserva en pie y razonable buen estado de conservación uno de los pocos hospitales históricos de peregrinos de la región, para acceder poco después al Alto de la Campa, en el límite con Sariego. La otra alternativa brinda la ocasión de acercarse a uno de los conjuntos monumentales más hermosos de nuestra comunidad, el que forman el antiguo monasterio cisterciense de Santa María de Valdediós y el templo prerrománico del Conventín de San Salvador. Por Vallina Oscura, un repecho más vertical que el del ascenso a Arbazal nos hará salir igualmente a La Campa.
Afortunadamente, nuestro tiempo y nuestras circunstancias son muy distintos a los que acompañaban el paso de los peregrinos de siglos pasados y sin mayores trastornos podemos disfrutar de lo mucho que nos ofrecen los dos recorridos. Visitar Valdediós siempre merece la pena y, si bien es cierto que la regla del Císter no permitía acoger en sus cenobios a quien venía de fuera, también lo es la conexión temprana de estos lugares con el culto a El Salvador y a Santiago. En la consagración del Conventín, en el 893, entre los siete prelados de otras tantas sedes que participaron en ella, figura el obispo Sisenando, uno de los primeros que tuvo la diócesis de Iria y Compostela. El otro enlace documentado con los romeros jacobeos lo establecieron los mismos monjes cistercienses que iban a albergar tres siglos después el monasterio de Santa María y nos encamina directamente a Arbazal. Frente al templo barroco con idéntica advocación, se levanta una casona fechada en 1640 bajo un sello de la orden que regía Valdediós, que primero sirvió como lugar de reposo y cura a los propios frailes y por lo menos desde el siglo XVIII hasta la desamortización de Mendizábal sirvió de alberguería para peregrinos y otros viajeros.
Desde el Alto de la Campa se contempla a vista pasada y casi de pájaro el valle de Boides, encajonado entre laderas de bosques y prados casi siempre envueltos en neblina. Una representación física de la humedad umbría del lugar que eligieron los frailes del Císter para su retiro y evocadora del halo sagrado que desde épocas bien remotas tuvo ese territorio para que Alfonso III el Magno mandase alzar en su misma sima un templo a San Salvador. Por las laderas mágicas de Boides, asciende desde hace cuatro siglos una de las procesiones más singulares de la geografía asturiana, la que lleva cada mayo desde Puelles a la Virgen de las Angustias por sendas y praderas hasta su altar en la iglesia de Santa María de Arbazal. En la subida de la imagen fue costumbre hasta fechas recientes que integraran la comitiva penitentes cubiertos con mortajas -los amorteyaos- ofrecidas a la patrona por la sanación de sus portadores o de sus familiares, una tradición que emparenta esta romería con la pontevedresa de Santa Marta de Ribarteme y que debió de ser muy común en todo el noroeste ibérico. A los amigos de rastrear en las raíces de los mitos, sin duda les resultará sugestivo quedarse con el detalle de que buena parte de la procesión de los amorteyaos discurre atravesando prados e hilvanar hilos con las propiedades curativas que en la cultura popular se atribuyen a la rosada -el rocío- que seguramente los cubre en las frescas mañanas de mayo en esa zona.
Arbazal, vecina a la sólida arquitectura del conocido como Mesón de los Cistercienses, reserva otra sugerente sorpresa al peregrino y es el reloj de sol, con los rayos del astro rey pintados en tonos rojizos que aún ve pasar las horas desde la fachada azuleteada de un casa probablemente contemporánea del hospital de los monjes.
Camino de la Campa, se llevará esa imagen como un símbolo de los pasos andados y los que le quedan aún por dar hasta El Salvador y Compostela.
P. A. M. E.
José David Alonso lleva un cuarto de siglo al frente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago y desde entonces ha visto la evolución positiva de la vía jacobea a su paso por el concejo. Es una percepción visible en estos días, cuando comienza el tránsito de caminantes: «Esta primavera, la afluencia está siendo mayor que otros años. Los primeros que suelen venir son los extranjeros, aunque, en esta ocasión, vemos gran número de peregrinos nacionales». En cuanto a los porcentajes de romeros que eligen desde el municipio maliayo la vía de la costa o la interior a Oviedo, Alonso señala que «prácticamente es similar, está muy repartida, no se observa que prefieran más una que otra». Sobre la ruta a El Salvador que enlaza con el Camino Primitivo, afirma que «es un tramo que se encuentra muy bien cuidado y con buena señalización. Por un lado existe el itinerario oficial hacia Arbazal, que está documentado históricamente y allí en el antiguo hospital se conserva el escudo del Císter que lo atendía, se llega pasando por Camoca y Ambás. El otro ramal a Valdediós es más reciente, aunque mucha gente lo escoge para visitar ese lugar. Como inconveniente, tiene una subida muy dura desde Vallina Oscura a la Campa». Es optimista sobre el verano en Año Santo: «El Jacobeo tiene tirón y la gente ganas de salir. Confío en ello».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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