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Vista del jardín japonés más maduro con la dicksonia en medio de la composición del parterre rodeado de pequeños arces japoneses y bonsáis. Rafael Suárez-Muñiz

Umbral Botánico: el jardín escultórico japonés de Mario Argüelles

En los vastos terrenos de la histórica finca de los marqueses de Pidal (Somió), parcelados en su día y convertida su mayor parte en la urbanización El Pisón, se esconde un paraíso único en Gijón

Rafael suárez-muñiz. doctor geógrafo urbanista

Domingo, 23 de enero 2022, 15:40

En los antiguos y vastos terrenos de la histórica finca de los marqueses de Pidal (Somió), parcelados en su día y convertida su mayor parte en la urbanización El Pisón, Mario Argüelles esconde un jardín japonés único en Gijón y del que se siente muy orgulloso. Este «biólogo de bata y no de bota» como él se define, comenzó en el mundillo de la jardinería y la pasión por la botánica por tres o cuatro motivaciones. Matiz importante: jardinería y botánica japonesas, que no otra. Por un lado, «aparte de mi afición a las artes marciales, siempre me gustó la disciplina de los japoneses» a lo que también añade que «los árboles me fascinan, son la base de la vida». En el plano personal fueron tres amigos quienes lo impulsaron: «Jeff, Thierry y el veterinario Nacho Menes».

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Mario Argüelles, ante un purpúreo loropetalum chino, muestra su escultura Umbral Botánico en la transición al jardín japonés. Rafael Suárez-Muñiz
Vista del jardín japonés más maduro con la dicksonia en medio de la composición del parterre rodeado de pequeños arces japoneses y bonsáis. Rafael Suárez-Muñiz

Este jardín es un imberbe que acaba de empezar al colegio y se le presupone una proyección futura enorme. Se halla en una parcela de 500 m2, de los que exclusivamente de jardín son unos 200 m2. Es un jardín que bordea la casa. Hace siete años que Mario comenzó a trabajarlo con sus propias manos, hasta el punto de enlazar pasiones como el arte pictórico (en casa) y el escultórico en el jardín. Tiene 34 especies diferentes de árboles y arbustos, de los cuales 17 son arces japoneses distintos, y también cuenta con 10 bonsáis (arces, un manzano, un avellano contorta, dos ginkgos biloba y un bosquecito de cuatro arces bonsáis en una maceta). Entre las variedades de arces podemos encontrar acer palmatum disectum, flavences, kihachijo, okushimo, seiryu, red pygmy, coralinum, orange dream, pink passion, etc.

Al efecto, su propietario determinó la configuración del jardín en cuatro sectores y cuatro ambientes distintos jugando con portes, volúmenes, puntos de fuga, líneas focales, colores, texturas… En cada uno de estos sectores, Mario siempre encuentra el lugar para establecer distintos espacios estanciales, rinconcitos de desahogo visual y desconexión mental con buenas vistas.

Vista parcial del jardín japonés con los acer palmatum, la dicksonia y los elementos naturales y ornamentales.. Rafael Suárez-Muñiz

Al cruzar el umbral [botánico] de su puerta, que acaba de ser así bautizada y a ello ha tenido acceso en exclusiva EL COMERCIO, nos encontramos con un espacio diáfano, sin solución de continuidad, donde veremos un fantástico cierre a modo de seto pero efectuado con 10 hayas atropurpúreas, que ha dispuesto inspirado en las prácticas llevadas a cabo en los Países Bajos. Ante este cierre natural ofrece una composición con dos pequeñas coníferas y enfrente un poblado conjunto de cañas de papiro. Por el lateral occidental, este biólogo de profesión realizó la escultura Umbral Botánico que pasó a nominar la casa, para romper con las proporciones planas y raseras del orden nipón y jugar con una franja de transición hacia el jardín japonés donde se concentra el mayor número de especies y elementos ornamentales que es la trasera de la casa (sector norte).

El acero corten es el hilo conductor del apartado escultórico ya que emplea láminas cortadas a modo de vigas, recrea falsas puertas, cerraduras y todo ello engarza perfectamente con las fuentes y láminas de agua con peces. En la parte trasera destacan tres arces japoneses que adquieren su plenitud cromática, obviamente, en otoño por su intenso color rojo, una joven dicksonia (un tipo de helecho arborescente), otras tres variedades de helechos, un limitado cañaveral y algunos bonsáis también de arces japoneses. En ese sector septentrional, Mario ha sabido materializar la jerarquía del propio emplatado de la cocina nipona en un parterre muy orgánico, dejando para el fondo el porte más elevado para ganar profundidad visual e intercalando pagodas ornamentales y piedras que él mismo va colonizando con musgos.

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Arce japonés enano de forma plana y abombada. Rafael Suárez-Muñiz

En el estrecho lateral oriental, que linda con la quinta Pidal, Mario ha ido haciendo un cierre de seto con 25 tejos miniatura que le llegan hasta una altura de un metro y por encima de estos una parra roja virgen de Virginia que se enreda a la malla del linde. De nuevo se propone el juego de color, de altura, de textura y de volúmenes. Entre este cierre se intercalan otros arces enanos y jazmines más próximos a la entrada. A lo largo de este pasillo se ha dispuesto un juego hidráulico compuesto por una fuente a tres niveles con circuito de agua cerrado.

El cuarto sector es el ángulo suroriental, donde se ha establecido un chill out —similar al de Nacho Manzano en Casa Marcial— con unas especies vegetales herbáceas, pavimento de grijo y un par de esculturas de Carmen Castillo, una de ellas es Crisma (cristal y prisma) que hizo conjuntamente con Mario Argüelles. Como punto de fuga desde los ventanales de la casa, que todos se enfocan hacia cada uno de los sectores del jardín, se yergue un simpático manzano chino de manzanas centimétricas.

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Como cierre delantero, en este ángulo se hacen compañía una camelia japónica variegada, hortensias paniculatas (picudas) con otras en forma de pompón y bambú. «Quería algo más que la casa, quería ver cosas naturales […]. Me gustan los elementos de agua y las piedras», indica Mario Argüelles. Por más que se le insista en preguntar por esos porqués: realmente Mario no da una respuesta del todo convincente, ya que no cabe duda que esa sensibilidad y esa concepción artística se acompañan de una incuestionable visión del espacio y eso no se puede explicar, es inherente.

Acer palmatum en bonsái sobre una lámina de agua con peces. Rafael Suárez-Muñiz
Sector oriental del jardín japonés con una parra roja virgen de Virginia y setos de tejo con arces japoneses intercalados. Rafael Suárez-Muñiz
Espectacular bonsái de manzano con los brotes de la nueva floración y las incipientes manzanas. Rafael Suárez-Muñiz
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