Todos son importantes pero también es esencial pensar en aquellos que muchas veces se nos escapan: los legales.
Afortunadamente hoy por hoy contraer matrimonio es una decisión que se mueve en el plano emocional pero implica necesariamente consecuencias jurídicas. Entre esas consecuencias, sin duda el ... tema del régimen económico es uno de los asuntos que antes se hace presente, pues los futuros esposos deben decidir de qué forma van a enfocar la parte económica de su matrimonio.
En aquellas autonomías que no cuentan con un derecho foral propio cuyas disposiciones habría que tener en cuenta, aplicamos el derecho común y por ello el régimen económico a falta de acuerdo en contra será el de gananciales. Simplificando al máximo (y a falta de muchos matices) podríamos decir que lo que ganen ambos cónyuges será común, siendo privativo de cada cual lo que hubieran adquirido antes del matrimonio y lo que adquieran por herencia o donación.
Para evitar la aplicación de este régimen es necesario acudir a una notaría y otorgar capitulaciones matrimoniales para pactar una separación de bienes, que es lo más habitual cuando se opta por dar este paso, aunque caben otras posibilidades a la vista de las circunstancias de cada caso.
Dicho esto, que es muy sencillo, cabe preguntarse ¿y por qué las cuestiones económicas suelen traer problemas en el matrimonio? Por dos motivos principales: el primero, porque los cónyuges no suelen tener conocimiento suficiente de lo que significa elegir uno u otro régimen y tampoco son conscientes en muchas ocasiones de la importancia de esta cuestión, con lo cual no suelen documentarse y actúan muchas veces sin conocer sus derechos y sus obligaciones.
El segundo motivo es por falta de comunicación. A veces no resulta agradable poner encima de la mesa cuestiones tan mundanas en asuntos del corazón y, cuando alguien da el paso y saca tan temido asunto, puede herir sensibilidades que pueden terminar afectando a la relación.
Por ello el primer consejo que podemos dar en este asunto es romper el hielo y enfrentar el tema cuanto primero mejor del mismo modo que se analizan y se comentan el resto de preparativos del enlace. Informarse y como mínimo saber a qué atenerse si seguimos adelante sin hacer capitulaciones matrimoniales. Y si uno de los dos cree que hay que pactar, atreverse a hacer un planteamiento sincero y objetivo, respetuoso para ambas partes y suficientemente razonado. Puesto que hay que compartir una vida, no es recomendable comenzar con una venda en los ojos.