Soy de esas personas que por mi profesión mis vacaciones se centran, casi por completo y sin mucha posibilidad de elección, en el mes de agosto, ese mes que sigue siendo el preferido por una parte importante de la población para disfrutar de ese tiempo ... de ocio en verano. Esto implica necesariamente coincidir con mucha gente en todas partes: paseos, restaurantes, playas, carreteras, chiringuitos, montaña, pueblos... tierra, mar y aire en definitiva. Y ese aumento de personas en cualquier lugar implica poder observar múltiples comportamientos diversos que a mí este verano, igual que muchos anteriores, me han hecho volver a reflexionar sobre la importancia de conocer y cumplir con las normas. Y esto es así no solo por evitar una sanción sino también, y sobre todo, porque muchas de ellas facilitan la convivencia y el bienestar de todos.
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Voy a poner algunos ejemplos y empiezo por una de las cuestiones que generan un arduo debate entre los que dicen ser defensores de los animales y aquellos que se oponen bajo la aparente racional idea de que los estamos personalizando en exceso. Este año he visitado playas de Cádiz y playas de Llanes. En alguna de las primeras he observado que se ha eliminado la prohibición de acceso de perros. El resultado es que en una playa de un pueblo que normalmente se encuentra bastante concurrida compartían espacio un buen número de perros. Yo, que me incluyo siempre entre los defensores de los animales, no siento especial molestia porque estos animales disfruten de ese entorno y asumo como propias las teorías que mantienen que ensucian mucho más los humanos ( este es otro punto interesante al que aludo más adelante). Sin embargo, y por muy claro que tenga esto, muchos propietarios no recogen los excrementos y entonces sí que la situación se convierte en problema porque uno va caminando tranquilamente por la arena o extiende sin más su toalla y se puede encontrar un regalito nada agradable.
En la zona de Llanes, casi como en toda Asturias, existe una prohibición de acceso de perros a las playas durante la temporada de baño a excepción de algunas concretas a las que se permite acudir. ¿Evita esto el problema? Relativamente. En muchas de ellas acuden perros en horas que no se encuentran vigiladas por el servicio de salvamento o directamente durante el periodo de este servicio porque son playas alejadas y en fin... qué más da... Pero los excrementos no sólo los encontramos en playas. Hay muchos propietarios que, más allá de lo que ocurre en ciudades o villas, en cualquier camino o sendero de pueblo, no se detienen a recogerlos como, quizás, sí hacen en su localidad de origen, con la idea abstracta de que, total, estamos en una zona rural... no importa. De la misma manera se relajan las normas de seguridad como llevarlos con correa aunque en estas zonas también se crucen con personas, coches, otros animales... Una de las últimas veces que me acerqué a la playa de Torimbia por muy poquito no se produjo un atropello porque es una zona peatonal pero pueden bajar vehículos autorizados. La conclusión es clara: estemos donde estemos debemos cumplir con las normas porque, por esos propietarios que no recogen los excrementos o no controlan a sus perros, acumulan razones los que luego no quieren que ninguno entre en ningún lugar.
Dentro de la misma sección de animales, si pasamos un tiempo en una zona rural, están aquellos que, preocupándose en exceso por los seres vivos del mundo, se dedican a cuidar, sin conocimiento alguno, a aquellos que no son suyos porque son monísimos, ideales y no es una cosa que se ve en la ciudad todos los días. Me refiero a aquellos que llevan pan duro a los burros que se encuentran en la finca al lado de su hotel, manzanas a los caballos del vecino de al lado o cualquier cosa que pillen (sí, hasta patatitas fritas o chucherías varias) a las cabritillas que se encuentran en un prado al lado del camino. Claro que los animales se acercan y se lo comen y tú haces una foto divina de la muerte pero ¿es eso bueno y adecuado para ese animal? ¿Te has parado a pensar que tiene dueño y que este ya le cuida? Porque si el problema es que está descuidado, desnutrido y en malas condiciones, tampoco esa es la solución. La solución habrá que buscarla acudiendo a las autoridades competentes. Y que conste que todos los ejemplos que he puesto son casos reales y ocurren aunque los propietarios se cansen de poner carteles que prohíban dar de comer a los animales.
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Luego están los del otro bando, aquellos a quienes les molesta cualquier animal en el mundo pero se compran una casa en el pueblo y durante los escasos días al año que están aquí les molesta hasta el canto de los pajaritos por la mañana. Yo he vivido la experiencia de una señora que en una junta de propietarios propuso poner veneno a los gatos protegidos de una colonia porque entraban en el jardín, propuesta que, de llevarse a cabo, al margen de infringir las normas de protección y bienestar de animales, puede constituir incluso delito.
Y hay que recordar que no sólo los animales tienen dueño también hay fincas privadas de las que no nos podemos llevar flores y frutas, que sí que son muy bonitas y hasta apetecibles, pero no son nuestras y debemos respetar la propiedad ajena. Ni tampoco, siguiendo la misma norma, nos podemos bañar, por ejemplo, en piscinas a las que no tenemos acceso (y sí lo vivo muy de cerca cada verano).
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Un problema veraniego que genera mil pequeñas, y a veces grandes, discusiones es el tráfico. Cuando nos montamos en un coche en verano, especialmente si vamos a utilizarlo en uno de esos momentos mágicos que se llaman «operación salida» u «operación regreso», además de gasolina o carga eléctrica y de maletas, debemos meter una gran dosis de paciencia. El viaje forma parte de nuestras vacaciones y, si quieres llegar antes avanzando por arcenes, por el carril que no debes, poniendo en riesgo a peatones o ciclistas, sin parar ni descansar, corriendo en exceso, adelantando a lo loco y arriesgándote a un accidente, lo único que vas a conseguir es, seguro seguro, ponerte de mal humor y, casi seguro, tener algún problema. Y el coste de tener un problema en el coche es la vida, al margen, claro está, de las sanciones.
Pero estas mismas normas se aplican a todos los usuarios de la vía. Peatones que cruzan sin mirar, en rojo, o por el medio de una vía rápida porque es la forma más directa de acceder a una playa, por ejemplo, son personas que se arriesgan a un susto grave. Los ciclistas y usuarios de patinetes son un mundo aparte. Si con ellos los que conducimos también tenemos que tener cuidado, mucho más ellos. En estas vacaciones, una noche que salimos a cenar, por una carretera comarcal sin arcén ni mucho margen para maniobra si viene otro vehículo por el carril contrario, iba un chico en bici vestido de negro sin luces ni reflectantes ni absolutamente ningún mecanismo que permitiera visualizarlo hasta que te acercabas y podías intuirlo con la luz del vehículo... sin comentarios. Pero las imprudencias no son sólo nocturnas. Esa misma carretera comarcal atraviesa un pueblo con un semáforo que lo activan los peatones para cruzar. Un ciclista ve a los coches parados, los adelanta, se salta el semáforo, no ve a los peatones y los salva gracias a una pericia imposible que si la tiene que repetir probablemente no le salga... También sin comentarios.
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En estos temas de tráfico sí que es esencial cumplir con las normas si hay limitaciones de velocidad, si no se puede adelantar, si hay tráfico y hay que extremar las precauciones o si hay una rotonda incluso aunque sea en un pueblecito... debemos cumplir con nuestras obligaciones pero no solo, como he dicho, por las multas que nos puedan caer por las infracciones que cometamos (y es que sí, vi a algunos hacer la rotonda del pueblo al revés y no estrellarse porque advertimos al otro vehículo, en fin). Ponemos en riesgo nuestra vida y la de los demás de forma innecesaria y los resultados los vemos cada día en las noticias y en las cifras de accidentes.
Pero no es este el único problema en el que nos podemos meter si conducimos un coche. Hay una regla universal que aplica un porcentaje altísimo de personas que es llevar el coche hasta el mismísimo lugar al que voy, incluso sin conocerlo y utilizando para ello un GPS. Cuando se trata de sitios en los que esto no es posible y el acceso es complicado, entonces empiezan los problemas. Por ejemplo, el año pasado se cayeron varios vehículos a la ría de Niembro y este año un vehículo bajo escaleras abajo en la playa de Puertu Chicu en Llanes, cientos aparcan cada día encima de la línea amarilla de la carretera de acceso a la playa de Torimbia y unos cuantos se animan cada mañana o cada tarde por la senda costera hasta la playa de San Martín. Y, claro, muchos acaban atascados, no pueden dar la vuelta o en el mismo agua, como los de la ría. Si un lugar pone la señal de prohibido aparcar o acceso solo a vehículos autorizados es por alguna razón. El meterse en uno de estos problemas cuesta dinero, para las sanciones y para las soluciones, si las hay después de naufragar...
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Paralelo al problema de la circulación va el de estacionar. Hemos visto auténticas guerras por un espacio para aparcar, peatones reservando sitios, vehículos estacionados en lugares inimaginables... y ni siquiera somos capaces de imaginar qué dificultades podemos genera con esa actuación. Por poner solo un ejemplo ¿alguna vez habéis conducido una silla de ruedas y os habéis encontrado un vehículo subido a una acera o en medio de un paso de peatones? Como decía antes, no se trata solo de no cometer infracciones y recibir multas, muchas normas están pensadas como forma de regular situaciones de convivencia.
Un problema en auge es la determinación de las zonas donde pueden pernoctar furgonetas y autocaravanas. No me pareció que el sur estuviera tan mal gestionado como en Llanes. Cierto es que en verano el municipio se desborda pero es más que necesario regular y, sobre todo, exigir la aplicación de una normativa que organice tanto desastre. Ahora mismo en cualquier rincón cualquier persona pernocta con una furgoneta camperizada. Esto ocasiona un turismo incontrolado y la inadecuación de los servicios al número de personas que realmente están en la zona y que dejan los lugares en los que estacionan hechos una auténtica pena. Hay imágenes de este agosto de un lugar muy bonito al que se accede para ver el mar desde el puerto de Niembro que en verano se convierte en un auténtico baño público descontrolado y no doy descripción completa para no herir susceptibilidades.
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Allá donde vamos, ya sea playa, montaña, senda, camino... no debemos dejar huella con nuestra basura y debemos respetar las indicaciones en función de la actividad que vayamos a desarrollar para evitar, lo vemos cada día, ser sorprendidos por las circunstancias y precisar un rescate.
Al final, aunque para todos estos ejemplos hay normas y su incumplimiento genera infracciones y, en consecuencia, sanciones, lo realmente importante para saber qué hacer en todo momento es tener sentido común y actuar siempre con respeto por el entorno y por los demás... algo que cada verano es más difícil de encontrar y que te hace pensar a cada momento «un poquito de por favor».
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