La sidra, asturiana siempre, por favor. Y mejor escanciada. Porque no hay nada mejor y más nuestro que compartir unas risas con unos amigos en una sidrería o en una fiesta de prao y decir eso de «échame un culín» y que sepa a manzanas ... y a lagares de aquí. Porque todos identificamos ese verde de las botellas con Asturias, con nuestra sidra y con buenos momentos. Que lo ratifique el Tribunal Supremo solo es un reconocimiento jurídico de un hecho notorio.

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Soy asturiana. Muy asturiana. Nací en un pequeño pueblecito de Siero y crecí siendo más de campo que las amapolas, como dice algún amigo. He desarrollado mi vida personal en Gijón y profesional en muchos de los Juzgados de Asturias y soy llanisca de corazón. Llanes me atrapó con su magia un verano del año 93 y desde entonces no sé vivir sin su mar y sus playas. Llevo Asturias por bandera a donde voy. Me siento orgullosa de la tierrina y, cuando conozco otros lugares, siempre regreso pensando en la inmensa suerte que tengo de vivir aquí. Claro que tenemos problemas específicos, como en cada rincón del mundo, pero creo que tenemos tantos elementos positivos que intento que no se me olvide la fortuna de saber que, vaya a donde vaya, tengo esta patria chica para volver.

Y, entre esas múltiples razones porque las que Asturias es en muchos sentidos un paraíso natural, tienen un papel esencial la gastronomía y nuestra sidra. Personalmente no puedo entender la una sin la otra porque gran parte de los maravillosos platos de los que presumimos como nuestros con razón se disfrutan más y saben mejor si se acompañan de una buena sidra y, aunque sidras hay muchas, me atrevo a decir que la nuestra es especial por una infinidad de motivos.

Y uno de los elementos que la caracteriza es la botella. Si piensas en sidra asturiana visualizas la botella verde «de toda la vida». ¿Alguna vez os habéis parado a pensar cuál es la historia de esa botella o si es propia para embotellar la sidra asturiana o si alguien más puede utilizarla? Precisamente de esto va este artículo porque alguien más se lo ha planteado, lo ha judicializado y el asunto ha llegado hasta el Tribunal Supremo. Pero esto es el final del relato y antes de todo ello hay una historia que contar.

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La botella verde en que se presenta nuestra sidra recibe el nombre de «molde de hierro». Se viene usando para embotellar sidra asturiana desde hace más de ciento cuarenta años, concretamente desde el año 1880, aunque no fue hasta el año 2000 cuando la Asociación de Sidra Asturiana, ASSA, la registró como marca tridimensional. La razón era clara: se consideraba que hoy en día es más que una botella, en realidad es un signo distintivo e identificativo de nuestra sidra. Seguro que ninguno de nosotros se imagina la sidra asturiana en otro tipo de envase y, desde otro punto de vista, si vemos una botella verde «molde de hierro» pensamos inmediatamente que su contenido es sidra natural asturiana.

Registrada como marca por ASSA, empresas de otras regiones como, por ejemplo, Galicia, Cantabria, Zamora o incluso Levante, comenzaron a comercializar sus sidras en el mercado con esta misma botella. Evidentemente no la denominaron sidra natural asturiana pero la imagen evocaba algo muy distinto de lo que contenía.

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Advertidas todas ellas de que dejaran de usar este tipo de botella dado que la misma ya se encontraba registrada como marca por ASSA y como tal solo podía ser utilizada para comercializar sidra natural elaborada en Asturias, todos cesaron su actividad para evitar la infracción de esa marca y las consecuencias jurídicas que de ello se pudieran derivar. Todos menos uno. Sidra Somarroza, ubicada en Cantabria, decidió continuar utilizando la botella.

En este punto de no entendimiento, las únicas armas posibles para solucionar el conflicto son las judiciales y ASSA entabló demanda contra el lagarero cántabro con el fin de conseguir protección judicial para su marca registrada.

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El lagarero demandado defendió su derecho a continuar utilizando ese tipo de botella para su sidra aunque no fuera sidra natural de Asturias como es evidente y solicitó la nulidad de la marca registrada por ASSA. Entendía que la botella «molde de hierro» no podía estar registrada como marca tridimensional pues no reúne los requisitos que exige la Ley de Marcas para su registro. Decía que este tipo de botella se distingue por sus elementos técnicos cuyos fines son los de favorecer la conservación y el escanciado de la sidra pero no tienen carácter distintivo.

Dicho de otro modo, la botella tiene una características técnicas pero no sirve para distinguir el producto que contiene, no es distintiva de la sidra natural asturiana, puede contener cualquier otra sidra o cualquier otra cosa. Si esto fuera así, ciertamente no debería estar catalogada como marca. Por poner un ejemplo ilustrativo que ayude a entenderlo, existe una conocida marca de refresco de cola que tiene registrado como marca no solo su nombre y su logo ondulante sino su tipo de botella que todos identificamos, nada más verla, concretamente con ese refresco y ese sabor a cola. ¿Ocurre lo mismo con la botella «molde de hierro» y la sidra natural hecha en Asturias?

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El Juzgado de lo Mercantil número 1 de Santander y la Audiencia Provincial de Cantabria dieron una respuesta negativa y declararon la nulidad de la marca. Recogían los argumentos del lagarero cántabro indicando que el tipo de botella no tenía carácter distintivo notorio que se identificara con la sidra natural asturiana.

Pero el pleito no acabó aquí, quedaba una instancia, la del Tribunal Supremo. El pasado 19 de julio, este órgano, sin más posibilidad de apelación, decidió que era válida y, por tanto, debía respetarse, la marca registrada por ASSA. La consecuencia es clara: la botella «molde de hierro» solo puede ser utilizada para comercializar sidra natural elaborada en Asturias.

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Desde mi punto de vista, es notorio que la botella verde es característica de nuestra sidra y entender cualquier otra cosa es desprestigiar las características y la imagen de la misma. Este reconocimiento implica, como indican desde ASSA, proteger al sector ante cualquier intento de vender sidra procedente de otras regiones en la misma botella y que no se beneficien otros del trabajo durante tantos años de los lagareros asturianos.

Precisamente este es el sentido de la marca, distinguir los productos. Es un identificador comercial de los bienes y servicios que se ofrecen y que permite diferenciarlos de los de la competencia. Facilita a los consumidores reconocer un producto. Por este motivo, las marcas están reguladas tanto en nuestro derecho en la Ley de Marcas, como a nivel comunitario e internacional, se registran y se protegen.

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El trabajo de una empresa, de un grupo, de una persona, por crear y fortalecer su marca, por darle valor tiene, además, contenido económico. Todos nos podemos imaginar ejemplos de productos en los que la marca les dota de un valor añadido, de hecho cuando adquirimos productos de una cadena de distribución, por ejemplo, de un supermercado que los comercializa con su propio nombre, se denominan de «marca blanca».

A partir de esta sentencia del Tribunal Supremo, la imagen de la botella de sidra a la que estamos acostumbrados definitivamente se vincula a la comercialización de sidra natural de Asturias, sin discusión. Ahora bien, como nunca llueve a gusto de todos, incluso dentro de nuestra región hay voces críticas que sinceramente me cuesta comprender. Yo tengo una opinión muy clara al respecto tanto desde el punto de vista jurídico como personal.

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Jurídicamente coincido plenamente con el Supremo y con el compañero José María Muñoz Paredes que defendió a ASSA. Además la sentencia es interesante porque sienta doctrina sobre las marcas y sobre cómo deben interpretarse las prohibiciones de registro de marcas cuando se trata de envases o de elementos tridimensionales.

Desde un punto de vista más personal, a mí que, como he dicho al principio, soy asturiana de pro, creo en la defensa de todo lo nuestro y me encanta una buena sidra, escanciada eso sí, no puedo más que aplaudir que la botella verde se vincule a nuestra sidra natural. ¿O vosotros os la imagináis en otro envase? Pensadlo la próxima vez que digáis «échame un culín».

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