Desperdicio de alimentos. Freepik
Desperdicio de comida

Piénsatelo dos veces antes de tirar nada

Las estadísticas son claras: no podemos permitirnos el desperdicio alimentario que muestran las cifras cada año. Es un despilfarro que no podemos y no debemos permitirnos. Por muchas razones empezando por la de nuestro propio bolsillo y terminando (y no por ello es el motivo menos importante) por todos aquellos que solucionarían sus problemas con lo que nosotros desechamos

Jueves, 18 de enero 2024, 11:49

¿Te has parado a pensar cuántos alimentos tiras a la basura a lo largo de una semana, un mes o un año? Tal vez la primera respuesta sea «muy pocos» o «casi nada». Eso mismo he pensado yo cuando me he planteado esta ... cuestión. Pero ¿y si a lo que te estás imaginando sumas los que no has consumido porque han caducado o se han estropeado, los que has cocinado y han sobrado, los que has pedido en un restaurante y no se han terminado o no han gustado...? ¿Y si, saliendo de nuestro propio hogar y vida nos fijamos en lo que se desecha en el resto de la cadena alimentaria hasta que esos alimentos lleguen a nuestra cocina o al restaurante al que acudimos a comer? El extremo más sencillo de comprobar es el de los supermercados y tiendas a donde acudimos a comprar. Diariamente se retiran productos caducados o próximos a la fecha de caducidad o con mal aspecto como, por ejemplo, ocurre con frutas y verduras.

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Anualmente se realizan estadísticas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para cuantificar en números el tamaño de este desperdicio. Y ciertamente las cifras dan mucho que pensar. En el año 2022, último año del que tenemos datos, solo en los hogares, de media, se han despilfarrado 65,5 kilos o litros de comida o bebida. Si nos fijamos en el total del país, son más de 1.170 millones de kilos o litros. Si a estas cantidades sumamos aquellas que se generan fuera de los hogares, nos podemos hacer una idea de la importancia del asunto.

Hace muy poquito tiempo me he mudado y ahora el camino que recorro de mi nueva vivienda hasta donde se encuentra mi plaza de garaje me hace pasar cada día por delante de la cocina económica de Gijón. Cada vez que cruzo esa calle y veo diariamente las largas colas de personas que precisan esa ayuda con sus comidas diarias, me obligo a pensar en lo inmensamente afortunada que es mi familia. Pero esa fortuna, al menos en materia de alimentos, no debe transformarse nunca en desperdicio, despilfarro o sencillamente en una gestión inadecuada de los recursos a los que tenemos acceso. Y, aunque esta sea una razón muy poderosa para aumentar el control, no es ni mucho menos la única. Por añadir tan sólo una cuestión más, el medio ambiente también se ve afectado y, tal y como está el mundo, no es tampoco un motivo nada desdeñable.

Con las elecciones del año 2023 se pararon algunos proyectos legislativos interesantes, proyectos que se quedaron en el limbo hasta que alguno de nuestros políticos decida retomarlo. Entre esos proyectos se encuentra el Proyecto de Ley de Prevención del Desperdicio Alimentario. No se trata de una idea original de nuestro país, de hecho en la Unión Europa se está trabajando en un reglamento para conseguir reducir los residuos al menos en un diez por ciento en la industria y en un treinta por ciento en el comercio minorista, restauración y hogares. Ahora, unos cuantos meses y cambios parlamentarios después, el ministro ha hecho unas declaraciones en las que indica que se retomará el proyecto en este año 2024.

¿Y cuál es el principal objetivo de esta norma? Rebajar el desperdicio tanto en los procesos de venta minorista como de consumo en un cincuenta por ciento en el año 2030 y en un veinte por ciento el que se produce a lo largo de las cadenas de producción y suministro. La forma de lograrlo se centra en prevenir y reducir las pérdidas y el desperdicio alimentario por todos los agentes de la cadena alimentaria a través una gestión más eficiente, el fomento de la donación de alimentos y la promoción de la economía circular y la recuperación y distribución de excedentes de alimentos.

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La ley pretende aplicarse a todos los agentes de la cadena alimentaria de forma que todos incorporen criterios de producción, compra y gestión racional que se basen en necesidades concretas que impidan la generación de excedentes y así evitar desperdicios.

Uno de los puntos más interesantes de la ley es el establecimiento de una jerarquía de prioridades con la finalidad de cumplir los objetivos antedichos de tal forma que los alimentos no utilizados deberán utilizarse del siguiente modo:

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—En primer lugar, deberán ir destinados a la donación y otros tipos de redistribución para el consumo humano.

—En segundo lugar, se opta por la transformación de productos no vendidos pero aptos para el consumo humano en productos alternativos.

—En tercer lugar, se utilizarán para la alimentación animal y la fabricación de piensos.

—En cuarto lugar, se emplearán como subproducto en otra industria.

—Por último, si ya son residuos, se promueve su reciclaje, la obtención de compost y de digerido de máxima calidad para su uso en suelos.

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Según el Proyecto de ley, las empresas estarán obligadas a aplicar la jerarquía de prioridades que hemos comentado, a colaborar y facilitar la información que les requiera la Administración para cuantificar los residuos alimentarios y a disponer de un plan para la prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario que contemple además cómo se aplica la jerarquía de prioridades (obligación que no se impone, en principio, a las microempresas). Como el Proyecto lleva circulando un tiempo aunque esté en suspenso su tramitación, muchas empresas, se calcula que aproximadamente el setenta por ciento, ya cuentan con un plan de reducción del desperdicio. Ejemplo de este tipo de actuaciones las encontramos en algún supermercado que baja sensiblemente el precio de los productos que están próximos a caducar para que estos tengan una más fácil salida. Donde los deberes se encuentran más atrasados es en los hogares y en las administraciones públicas.

El Proyecto se detiene a regular una de las cuestiones más interesantes y también más importantes, dado que es la opción número uno de la jerarquía de prioridades: la donación. Se establece la nulidad de cualquier cláusula contractual que impida expresamente la donación de alimentos y se promueven los convenios o acuerdos de donación que deberán contener determinados extremos, entre ellos la posibilidad de que la entidad receptora rechace la donación de forma justificada. La selección de alimentos donados la realiza el donante y, si es rechazada, debe continuar aplicando la jerarquía de prioridades. Estas donaciones no llevarán IVA.

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El control también alcanza a las entidades que reciben y distribuyen donaciones de alimentos, como los bancos de alimentos. Deben contar con un sistema de registro de entrada y salida de alimentos recibidos y entregados para garantizar la trazabilidad de los productos donados.

El control de los desperdicios en la restauración es clave para la reducción de su número y en eso no solo están implicados las empresas sino también todos los particulares que usamos estos servicios. Una de las fórmulas es que los consumidores podamos llevarnos a casa sin coste adicional los alimentos que no hayamos consumido. Las empresas deben informarnos de esta opción de forma clara y visible en el propio establecimiento, preferentemente en la propia carta o menú. Nos tienen que entregar los alimentos en envases aptos para el consumo y reutilizables o fácilmente reciclables.

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Las Administraciones Públicas también tienen obligaciones. Entre estas destaca la de desarrollar acciones formativas y divulgativas para la interpretación de las fechas de caducidad y consumo preferente e incentivarán que los agentes de la cadena diferencien en sus productos ambas fechas. También deberán fomentar entre las empresas de distribución y hostelería la aplicación de una serie de medidas de buenas prácticas: incentivar la venta de productos con fecha de caducidad próxima, el consumo de productos de temporada, proximidad y ecológicos, mejorar la información sobre el aprovechamiento de alimentos, difundir propuestas para mejorar la planificación de menús...

Hay que esperar para ver si estas medidas finalmente terminan siendo ley pero, entretanto y no, está claro que todos y cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que puede aportar su granito de arena para conseguir reducir las cifras de desperdicio alimentario. Y no porque tarde o temprano nos lo imponga una ley o un reglamento europeo, sino por nuestro propio beneficio. Ya no estamos en aquella sociedad, en la que era necesario tener una gran despensa porque se vivía lejos de un supermercado o de las tiendas o daba seguridad tener determinado número de alimentos en casa por lo que pudiera pasar. Actualmente podemos organizarnos de un modo perfectamente racional y adecuado a nuestro consumo real. Por eso las recomendaciones son claras sin pensamos en nuestra situación como consumidores:

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—Planificar adecuadamente los menús y los ingredientes.

—Comprar de forma racional lo que realmente precisemos en función de esa planificación de menús.

—Fijarnos en el etiquetado, fechas de caducidad y de consumo preferente.

—Conocer bien las posibilidades de conservación de cada producto, por ejemplo, si permite su congelación y durante cuánto tiempo y etiquetarlo para poder consumirlo a tiempo.

—Aprovechar las ofertas de última hora de algunos supermercados de productos próximos a la fecha de caducidad y utilizar alguna app que también gestiona este tipo de productos.

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—Cocinar en la cuantía necesaria al número de comensales, de forma que evitemos, los sobrantes.

—Si sobra comida, reutilizarla en otras recetas.

Si vamos a un restaurante, pedir de forma racional y dejarnos aconsejar sobre si nuestro pedido es mucha o poca comida en función del número de personas. Si sobra comida, llevárnosla en un táper. Seguro tenemos algún momento en que podremos darle salida en casa y, además, evitar cocinar en un determinado momento.

Aunque cuando hablamos de alimentos pensamos especialmente en comida sólida, todas estas conclusiones son aplicables a las bebidas: zumos, leche, batidos...

Aplicando medidas sencillas podremos lograr un gran resultado en el que los principales beneficiados va a ser nuestro bolsillo desde el primer momento.

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