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Cuando sucede una tragedia, aunque no estemos directamente involucrados en ella, nos sacude interiormente y nos hace pensar y plantearnos la importancia de cuestiones a las que hasta ese momento no habíamos prestado tanta atención o dábamos por supuestas. Algunas de estas cuestiones son esenciales cómo el valor de nuestra vida o la de nuestros seres queridos, el lugar que ocupa nuestro trabajo o la relación con nuestros vecinos. Otras, sin embargo, son materiales pero no por ello dejan de afectarnos de una manera terrible si las perdemos. El ejemplo más claro es el de nuestra casa y el de todas las pequeñas y grandes cosas que conservamos dentro, algunas de ellas sustituibles y otras imposibles de recuperar. Pero, sin duda, también es importante nuestro coche, nuestra empresa o aquel local o vivienda que teníamos alquilada y que nos ayudaba a vivir mejor.
Cuando sucede una tragedia el dolor nunca se puede paliar con soluciones económicas pero, sin duda alguna, estas ayudan a seguir adelante porque una cosa es perderlo todo o casi todo y otra muy distinta empezar de nuevo de cero. Y, como es obvio, aunque últimamente no lo parezca tanto, para eso existen las declaraciones de zonas catastróficas y las ayudas públicas pero, como hemos visto en muchas ocasiones, ni son tan rápidas ni son tan ágiles ni son suficientes aunque sean muy necesarias. Y, sobre todo, no dependen de nosotros.
El otro punto de apoyo son los seguros y estos sí que dependen en gran medida de nuestra capacidad de previsión de los riesgos a los que nos podemos ver sometidos. A todos, cuando no nos pasa nada, nos cuesta acudir a una compañía de seguros y pagar un seguro mejor, con más coberturas y una mayor previsión de atención en caso de que la situación cambié y vengan mal dadas. La clave está en aprender a valorar nuestra situación y qué vamos a necesitar si esta cambia radicalmente. Y hay muchos tipos de seguros en los que podemos pensar.
En caso de esta última tragedia de Valencia, entran en juego los seguros de automóvil, los de hogar, los de las comunidades de propietarios, los agrícolas, los de comercio, empresas e industrias, los de defunción, los de accidentes, los de vida... Lo que los asegurados van a percibir por cada uno de ellos depende, en casi todos los casos, de las coberturas contratadas y del capital asegurado. El supuesto más protegido es el caso de los automóviles. Como el seguro a terceros es obligatorio, cuando un vehículo se ve afectado por riadas está cubierto. Sin embargo, en el resto de los casos, viviendas, accidentes, vida, empresas... la percepción de indemnizaciones dependerá de si existe o no contratado un seguro y lo específicamente contenido en el contrato.
Cuando se produce una situación catastrófica como en este caso es el Consorcio de Compensación de Seguros el que afronta el pago de las indemnizaciones pero sobre la base del contrato de seguro y coberturas incluidas en el mismo que se tenga en cada caso. Por eso es tan importante hacer un buen seguro, al menos, cuando se trata de proteger aspectos vitales como el hogar. Y un buen seguro es aquel en que hemos declarado correctamente el capital asegurado, que hemos protegido también el mobiliario, incluso que hemos sido precavidos y consta incorporada una cláusula que nos protege de la inhabitabilidad y la compañía debe ofrecer un techo mientras nuestra casa no sirva.
Esta misma conclusión podemos aplicarla a otros puntos básicos de nuestra vida, por ejemplo, al local donde ejercemos nuestra actividad, a nuestra empresa, a nuestra cosecha o ganado, y, por qué no, a nuestra propia vida. Si somos una pieza fundamental en la economía de nuestro hogar, un seguro de vida ofrece una inyección económica si faltamos de repente y nuestra familia tiene que seguir sin nuestro apoyo.
A todas esas personas afectadas por la dana, nada les va a mitigar su dolor pero todos somos conscientes de que será más llevadero si cuentan con una buena ayuda estatal y aún mejor si las indemnización del Consorcio de Compensación de Seguros empiezan a llegarles gracias a los seguros que tenían contratados.
Por eso nuestro consejo es párate un minuto, reflexiona, piensa en tu situación personal y económica y valora si, aunque nadie puede sentirse seguro nunca y a todos es posible que nos ocurra algo en alguna ocasión, cuentas con una buena protección ante cualquier desastre. Y, ojo, que no hace falta que sea grande, puede ser tan sólo que dejes el grifo abierto e inundes a tu vecino de abajo.
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