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Hace unos días una noticia en uno de los informativos de una de las televisiones nacionales me llamó la atención. Los hechos que describía la persona que estaba siendo entrevistada coincidían a la perfección con los que me habían sucedido hacía ya unos meses, concretamente en octubre del año pasado. No es que los hubiera olvidado. Periódicamente alguien de mi entorno me comenta alguna situación similar pensando que puedo echarle una mano como profesional sin sospechar que realmente el conocimiento de esta materia lo tengo actualizado por mi propia experiencia personal. Ver el alcance de la noticia me hizo reflexionar acerca de la importancia que estaba cobrando esta situación y lo indefensos que nos sentimos cuando nos ocurre. Saber qué hacer no es fácil y pedir ayuda tampoco porque, en algunas ocasiones, los primeros sentimientos que nos embargan son los de la vergüenza y el miedo a lo que los demás puedan pensar.
En mi caso, todo comenzó una tarde de jueves. Había quedado para cenar con un amigo que se encontraba en mi ciudad por motivos de trabajo y, casualidades de la vida, es experto en redes sociales. Comenzaron a llegarme mensajes privados de mis seguidores en la red social de Instagram preguntándome si una determinada cuenta era falsa. Esa cuenta figuraba con mi nombre y apellido, que al no ser muy habitual es mucho más reconocible, y diversas fotos obtenidas de mi verdadera cuenta. Ya habían hecho varias publicaciones e incluso varias historias promocionando un perfil, también falso obviamente, en una cuenta para adultos que se abrió paralelamente también con mis datos y mis fotos personales. Cuenta para adultos cuyo acceso implica un pago, como es lógico. Porque todo este montaje no lo hacen por y para nada, lo hacen con una finalidad económica.
A pesar de mis conocimientos y de mi experiencia, mi primera reacción fue el bloqueo. No podía creerlo. Luego, como explicaba antes, viene la sensación de vergüenza. ¿Y si alguien cree que soy yo de verdad? Y luego ya actué con la ayuda de este experto en redes para atajar cuanto antes la situación y también desde un punto de vista jurídico presentando la correspondiente denuncia.
Es probable que a algunos de los que me estáis leyendo os suene esta historia, bien porque os ha ocurrido algo similar, bien porque conocéis a alguien a quien le ha ocurrido. En ocasiones, estas cuentas falsas se crean para que sirvan de base a perfiles en páginas de adultos, como me sucedió a mí, en otras ocasiones, son un medio para obtener datos personales o económicos y realizar contratos en nuestro nombre o para cometer otros delitos como los de descubrimiento o revelación de secretos o para hacer daño directamente a la reputación de la persona o atentar contra su imagen. En cualquiera de los casos debemos actuar porque nos encontramos ante la posible comisión de uno o varios delitos y el primero de ellos es la usurpación de la identidad.
Abrir un perfil en una red social con datos falsos, en principio, no tiene porque ser una actuación delictiva. Lo es cuando realmente existe una usurpación de la identidad, del estado civil, tal y como lo describe nuestro Código Penal. Si simplemente se produce una suplantación de nuestra personalidad en una red social se están afectando y perjudicando nuestros derechos y podremos actuar para solucionarlo pero no se entiende que es delito hasta que la persona que ha creado el falso perfil comienza a actuar como si se tratara de nosotros. En este último caso, ya existe una apropiación de la identidad al realizar actos fingiendo ser otra persona y podría considerarse una actuación delictiva. El delito de usurpación de identidad está castigado con penas que van desde los seis meses hasta los tres años de prisión. Mucho cuidado, por tanto, con realizar este tipo de conductas como una simple broma porque las consecuencias, en función de hasta dónde se actué en nombre del otro, pueden ser graves.
Normalmente este delito suele ser el primer paso para cometer otros ya que los delincuentes lo que pretenden realmente en la mayor parte de las ocasiones es la obtención de un lucro económico. Es habitual que la usurpación de la identidad esté relacionada con un delito de estafa, de amenazas o de descubrimiento o revelación de secretos. Pongamos algunos ejemplos.
En mi caso, la finalidad era captar a los seguidores de mi red personal para que accedieran a la página de adultos lo que implicaba ya un pago de cantidades en el acceso a los contenidos. Claramente es una estafa. Se está engañando a esas personas creyendo que van a acceder a un determinado contenido que realmente no existe.
En otros casos, el hacerse pasar por otro tiene por finalidad obtener datos personales de las conversaciones con sus familiares, amigos o personas cercanas con los que luego poder amenazarle o chantajearle o simplemente obtener algo de esos amigos y familiares directamente.
También existen casos en los que esa usurpación se realiza con la finalidad de realizar contratos o compras en nombre de la persona suplantada.
Cualquiera que sea la finalidad, lo que se produce, prácticamente en todos los supuestos, es la afectación de la imagen pública, la credibilidad y la reputación digital de la persona. Esto es precisamente lo que provoca que en muchos casos muchas personas no actúen y no interpongan denuncias. Es algo muy frecuente en estas situaciones y también con con las víctimas de las estafas.
Ese sentimiento de vergüenza que sentimos cuando ocurren los hechos que comentamos puede hacer que pensemos cosas tales como «a ver si piensan que soy yo de verdad». A esto no ayudan comentarios tales como «si no tuvieras esa red no te pasaría», «si tuvieras la red privada y no pública no tendrían acceso extraños» o «si no publicaras esta u otra foto no darías pie a que te sucedieran estas cosas». Cuando se produce un delito, la víctima nunca es la culpable. Todos tenemos derecho a tener o no una red social, a tenerla pública o privada y a publicar los contenidos que deseemos siempre y cuando cumplamos con las normas de la red y respetemos los derechos de los demás. Cuando alguien actúa mal, nos roba nuestra identidad y la usa para actos indebidos, no somos nosotros los culpables. Somos, eso sí, los que debemos dar los pasos necesarios para que se investigue y no suceda a otras personas.
¿Y cómo debemos actuar? Son varios los pasos recomendables.
El primer paso es recopilar pruebas. Es muy habitual que el suplantador haya bloqueado el acceso a la cuenta falta de nuestra cuenta real para que no podamos verla. Pero nuestros contactos o seguidores sí que podrán verlo. Podemos pedirles que nos envíen capturas de pantalla de los mensajes, llamadas, publicaciones, perfil, historias... en definitiva de todo lo que estén haciendo en nuestro nombre.
Obtenido todo esto, el segundo paso es denunciar el perfil falso en todas las redes sociales o páginas en las que se haya utilizado. También es buena idea que lo hagan los contactos que tenemos. Es aconsejable avisar de la existencia de esa cuenta, para que no la sigan y no den datos o tengan conversaciones con el extraño pensando que somos nosotros. Planteada la denuncia es probable que la red se ponga en contacto con nosotros y nos pida algún tipo de documentación para acreditar los hechos y proceder a eliminar al falso perfil. En mi caso conseguí una captura de la cuenta falsa y la publiqué en mi perfil real para avisar a todos mis seguidores y solicitarles que la denunciaran dentro de la red. También planteé la petición de su eliminación tanto a la red social como a la página de adultos.
Por último, con todas las pruebas y todos los datos que hayamos podido recabar, es recomendable plantear una denuncia en la Policía, Guardia Civil o en el Juzgado de guardia correspondiente con los hechos para que se investigue por los especialistas en delitos tecnológicos. Cuando sucede algo de este tipo es fundamental denunciar ya que nunca suelen ser actuaciones aisladas. Si todos denunciamos, hacemos visible la magnitud de la actuación de los ciberdelincuentes y el caso cobra importancia a la hora de su investigación, al margen de que ayudamos a que no le ocurra a otras personas o estas sepan cómo actuar si les sucede lo mismo. Además, la denuncia nos permite demostrar que esa cuenta no es nuestra y, si actúa en nuestro nombre, puede ayudarnos a evitar consecuencias jurídicas desagradables. En mi caso, además, la considero un arma para demostrar, por si cabe alguna duda, que esas cuentas nunca se crearon por mí ni con mi consentimiento.
Existen un montón de consejos sobre gestión de redes e Internet para evitar que estas situaciones ocurran pero, aún cumpliendo con todas, es difícil sustraerse a este tipo de acciones. Si te sucede, no eres el único. Respira, piensa y actúa.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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