Mente y corazón

La carga emocional es un grave inconveniente para poder resolver un problema legal. Es como una niebla mental que impide visualizar el punto de destino en el horizonte y que inevitablemente conduce a desvíos innecesarios o caminos sin salida.

Domingo, 24 de marzo 2024, 21:50

Uno de los comentarios frecuentes de amigos y familiares es pensar que siendo abogada tengo carta blanca para reclamar a diestro y siniestro cuantos problemas personales, de índole legal, se crucen en mi camino. No sé si me creen pero siempre insisto en explicarles que ... elijo mucho mis batallas, descartando nimiedades y solamente peleo cuando se trata de algo que realmente merece la pena y que incluso en ese caso, si la batalla es judicial, no me ocupo personalmente, sino que delego la gestión en profesionales de mi total confianza. Afortunadamente tengo pocas batallas de este tipo porque me preocupo mucho en prevenirlas y evitarlas a tiempo.

Publicidad

¿Por qué delego mis cuestiones personales? Porque una estrategia exitosa a la hora de abordar un pleito requiere contar con la cabeza al cien por ciento y, esto es lo más importante, mantener a raya las emociones y nunca dejarse llevar por ellas.

Llegados a este punto es esencial distinguir los sentimientos del abogado de los de su cliente. Es inevitable que una persona que tiene un problema legal tenga que soportar, en mayor o menor medida, emociones que le afectan, que irrumpen una y otra vez, sin previo aviso, en su cabeza y es habitual que se confundan con otros problemas de índole personal y no legal, que suelen resultar muy difíciles de diferenciar en algunos asuntos. Precisamente el abogado tiene que ser el cable a tierra que impide que el cliente tome decisiones inadecuadas llevado por sus emociones, centrándole cuando hace falta, ajustando sus expectativas y buscando siempre el camino más corto y con menor daño hacia la solución de su problema.

Pongamos algunos ejemplos. En un divorcio en el que uno de los cónyuges fue infiel, causando un sufrimiento a la otra parte, aparece un sentimiento de culpa que inicialmente provoca una necesidad de compensar el daño causado, siendo la tendencia habitual ceder más de lo recomendable, renunciando incluso a algunos de sus derechos, arrepintiéndose a medio y largo plazo de las decisiones tomadas. Otro ejemplo habitual son las herencias, que aunque puedan ser aparentemente muy claras y aunque no haya un motivo real de discusión, pueden terminar en un procedimiento judicial cuando alguno de los herederos siente la necesidad de hacer daño, para compensar así una historia familiar en la que se sintió víctima por una u otra razón.

Publicidad

Resulta necesario ver el tema con perspectiva y objetividad y exponer los pros y contras de cada alternativa legal, haciendo una previsión del coste económico, del tiempo necesario y de las expectativas de resultado para cada una de las opciones a barajar. Casi siempre hay una mejor opción, más segura o más rápida. No es casual que esta opción suela ser la de llegar a un acuerdo, cediendo un poco de parte y parte. Cuando el acuerdo no se cierra, en muchas ocasiones es un tema emocional y no legal el que lo impide.

Volvamos ahora a las emociones del abogado ¿Qué sucede cuando un profesional se implica emocionalmente en un asunto legal, bien porque sea un problema propio, bien porque sea un asunto de una persona con la que tiene un vínculo afectivo? En estas situaciones existe un riesgo importante de perder la necesaria objetividad como consecuencia de los sentimientos que están en juego. Pero es que incluso no siendo así, el riesgo de no poder desconectar, de tener que atender los asuntos fuera de horario laboral o en fines de semana, recibiendo llamadas o mensajes en cualquier momento y lugar tiene un coste demasiado alto. No olvidemos que un abogado trabaja ocupándose de los problemas de sus clientes, moviéndose en un alto nivel de estrés durante toda su jornada laboral. Si no puede tener momentos de desconexión para poder recargarse de energía positiva difícilmente podrá después mantener la calma y trasladarla a sus clientes, que tanto lo necesitan.

Publicidad

Así que la gestión adecuada de las emociones, propias y ajenas, es un asunto a tomar muy en cuenta a la hora de resolver un problema legal, tanto que justifica que un letrado pueda y deba negarse a defender a un amigo o familiar o incluso tenga que dejar un caso en manos de otro compañero cuando las circunstancias así lo aconsejan.

Bien es cierto que la práctica y la experiencia atemperan las emociones y que la forma de ser de cada cual también influye. ¿Quién no tiene referencias de profesionales supuestamente despiadados e insensibles? De todo hay, seguramente. Pero tan malo es dejarse llevar por las emociones como ser un ciego emocional. La capacidad de empatizar con lo que siente un cliente es importante para poder dar un servicio de calidad legal y humana.

Publicidad

No quiero pasar por alto la importancia que tiene la terapia psicológica para una persona que atraviesa un problema en su vida, también un problema legal con alta carga emocional. En no pocas ocasiones hemos recomendado a algunos clientes obtener este apoyo porque un abogado puede y debe tomar en cuenta las emociones de su cliente, pero no puede interferir en ellas ni tratarlas. Cuando un abogado se ocupa de resolver el problema legal y paralelamente un psicólogo trabaja con el cliente para abordar en lo posible la parte emocional, dando pautas para el control del estrés así como para afrontar la nueva situación a la que tenga que enfrentarse, la vida de esta persona mejora sustancialmente, permitiéndole pasar de página en menos tiempo. Este apoyo es particularmente importante en temas de familia con hijos, cuando la relación de pareja está deteriorada y existe un algo riesgo de que los menores puedan verse afectados por una mala gestión de la ruptura.

Para terminar quiero añadir que numerosas personas no son conscientes de sus preocupaciones porque estas permanecen activas en un segundo plano, causándoles malestar pero no lo suficiente como para tomar cartas en el asunto. Esto hace que no se pongan en manos de profesionales para ocuparse de resolver sus problemas, cuando aún están en un momento temprano que facilita su solución. No es hasta mucho tiempo después, cuando la bola se hace tan grande que hasta un ciego puede verla, que por fin buscan ayuda, a veces demasiado tarde. Para todos ellos va este último consejo: toma conciencia de aquello que te preocupa. Sólo si te atreves a enfrentar los problemas podrás ocuparte de solucionarlos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad