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Cada cual tiene su teoría sobre esta cuestión.
La mía está claramente influenciada por los más de treinta años de ejercicio como abogada y, como quiera que sea que entre el 24 de noviembre y el 6 de enero los problemas no cogen vacaciones, resulta ... que estas fechas señaladas funcionan como un altavoz, como un cruel amplificador, para quienes tienen la desgracia de estar atravesando un divorcio, la muerte de un ser querido, una enfermedad o cualquier otro conflicto.
De esta forma, donde antes había un problema ahora hay un problema con banda sonora de villancicos y, claro, el contraste es brutal y la consecuencia es una sensación de frustración y desasosiego extra.
Esto que te cuento se refiere a todos aquellos que por casualidad tienen un problema durante estas fechas. Pero es que además, está comprobado estadísticamente que en Navidad aumentan las rupturas de pareja y muchos otros conflictos familiares. Claro que esto no es exclusivo de estas vacaciones, porque también aplica a otras, como las de verano. Quizás la Navidad lo que tiene de particular es que se celebran reuniones con la familia extendida y algunas veces esto extiende también los conflictos.
Y no me gusta nada escuchar que lo que sucede es que ahora las familias ya no son como eran antes. Porque en realidad todo cambia, constantemente. Y eso no necesariamente es malo ni lo nuevo siempre es peor. A veces es incluso mejor. Además, esa afirmación suele acompañarse de la presunción de que si alguien rompe una relación familiar es porque quiere, porque no aguanta, porque le falta la paciencia y la madurez necesarias para asumir lo que sea que le haya tocado en la lotería del matrimonio, de la familia política o de los cuñados.
Así que quiero poner mi granito de arena, mi pizca de espíritu navideño, diciendo que las nuevas generaciones aunque no lo tienen nada fácil, sí que se preocupan de construir una mejor y más sana inteligencia emocional. No se puede generalizar, porque hay todo tipo de personas y casos particulares, pero sí que observo, en líneas generales, una mayor tendencia a no normalizar el sufrimiento y el dolor y a buscar la ayuda profesional de un psicólogo e incluso de un psiquiatra cuando hace falta.
Y no. No es que ahora todos nos hemos vuelto locos de repente. Es que hay cosas que ya no se pasan en silencio, que no hay que ocultar, que no son una muestra de debilidad. Y cada vez más y más personas saben identificar que algo les pasa y que no es normal y que puede mejorarse en lugar de cronificarse, agudizarse y arruinar sus vidas.
Toda la terapia que no hicieron algunos padres y abuelos está llevando a hijos y nietos a romper el círculo y a tratar de sanar las heridas heredadas y propias. Y esto es maravilloso porque en algún momento hay que aprender a quererse mucho y desde ahí ser capaz de poner un punto y aparte o un punto y final a algunas historias, episodios o traumas.
Cuando en el despacho tenemos un asunto de alta implicación emocional, el dolor es inevitable. Desde hace muchos años siempre recomendamos a nuestros clientes buscar apoyo psicológico porque sabemos bien que algunos procesos legales son dolorosos y que con ayuda profesional son más llevaderos. Al principio esta recomendación no era bien recibida. Era percibida como una insinuación de debilidad en el otro o de intromisión en su intimidad. Pero poco a poco las cosas han ido cambiando y hoy en día la mayor parte de las veces que aconsejamos este tipo de apoyo la respuesta de nuestros clientes es que ya están haciendo terapia y nos lo cuentan con orgullo y sin esconderlo.
Y por esa nueva y mejor forma de enfrentar los problemas resulta que, aunque hay muchos más tipos de familia y hay que añadir a los parientes habituales las parejas nuevas tras un divorcio, los hijos de una anterior relación, la ex suegra y la suegra nueva y un largo etcétera, sigue habiendo muchas celebraciones navideñas que salen bien.
Así que para terminar, aquí van mis consejos para estas fechas y aunque esta vez no todos son legales, aseguro que los que se cuelan nacen de los muchos conflictos personales con los que tengo que lidiar en mi trabajo y de los que aprendo qué cosas funcionan y cuáles no...
• Si estamos divorciados o separados judicialmente, hay que respetar lo que dice la sentencia o convenio. Y sí, se puede aplicar cierta flexibilidad, pero no se puede imponer. Esto significa que para cambiar fechas u horas hay que hacer el esfuerzo de ponerse de acuerdo. No queda otra, porque el Juzgado no está para esas pequeñas cosas y los abogados durante las fechas señaladas no solemos estar en nuestro despacho. Toca armarse de paciencia y proponer cambios solamente si son razonables y recíprocos. Si la respuesta es un no, atenerse a lo establecido y si la respuesta es sí, procurar que conste por escrito para tener una prueba del acuerdo.
• Lo más súper mega requete importante son los niños. Siempre. Sí. Pero esto no significa que ellos puedan decidir si se van o si se quedan o con quién quieren estar. Del mismo modo que no les dejamos decidir cada mañana si quieren o no ir al colegio, debemos hacerles entender que cuando tienen que pasar unos días con su padre o madre, aunque no les apetezca, no hay opción. Cosa diferente es que se les tenga en cuenta cuando se establecen judicialmente unas medidas, pero una vez establecidas toca cumplirlas. Saltárselas debería ser algo muy excepcional y con causa justificada.
• No hay que hacer pequeñas batallas de nimiedades. Hay que elegir cuidadosamente en cual nos metemos porque nos desgasta mucho por absurda y ridícula que sea.
• Tampoco hay que contar a los niños todos los defectos del otro progenitor con todo lujo de detalles, arrastrándole a nuestra particular versión. No son tontos, ni siquiera aunque sean muy pequeños. Van a darse cuenta solitos de las virtudes y defectos nuestros y de los demás.
• Cuando un peque está en casa del otro progenitor, cuando le llamamos para ver cómo se encuentra, es fundamental hacerlo en un tono positivo, alegre, animándole, normalizando la situación si es que la situación es normal. Porque si no lo es, habrá que consultarlo y actuar, pero en ningún caso me parece buena idea aumentar la angustia por separación de nuestros hijos, convirtiendo las comunicaciones en dramas. Si no es posible hacerlo bien, quizás haya que esperar a que todos estemos más adaptados y tranquilos para, entonces, sí, poder retomar las llamadas de una forma positiva.
• Hay ex parejas muy muy difíciles de sobrellevar. Si este es el caso se requiere una dosis extra de paciencia, porque poner al otro en su sitio pasa por no salirse uno del suyo y esto solamente los expertos (y seguramente no todos) lo consiguen. Así que a veces el truco está en evitar situaciones que sabemos que pueden detonar algún problema y, si no se puede evitar, estar preparados, anticipando lo que pueda suceder para que no nos pille por sorpresa.
Todos estos consejos son para casos fáciles o difíciles, pero que entran dentro de lo que podríamos llamar normal. Si hay conductas que puedan resultar delictivas entonces en ningún caso hay que ser paciente, posponer o evitar las batallas, ni mirar hacia otro lado. Si sospechas que algo puede estar muy mal, consúltalo cuanto antes (a no ser que sea urgente y no quepa demora alguna). Denunciar las conductas delictivas es importante y muchas veces las víctimas no son capaces de hacerlo, por eso las personas de su entorno también deben estar atentas. A veces un familiar, un amigo, un vecino, pueden romper un círculo de violencia.
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