El número de abandonos no es estacional sino que se mantiene en cifras excesivamente altas y estables durante todo el año. Los datos de los últimos años, según los informes de la Fundación Affinity, nos muestran que más de 137.000 perros y gatos fueron ... recogidos en protectoras. Pero realmente los datos son mucho más elevados. Los animales abandonados son muchos más que aquellos que llegan a ser recogidos por protectoras, lo que nos sitúa a la cabeza de Europa en esta estadística.
Las causas de los abandonos son también variadas: el comportamiento del animal, la tenencia de alergias por algún miembro de la familia, cuestiones económicas, falta de tiempo o espacio, cambio de domicilio, fallecimiento del propietario, pérdida de interés de los niños, embarazo de la propietaria… En definitiva, todas ellas pueden resumirse en una sola: la ausencia absoluta de falta de concienciación de la responsabilidad que implica tener un animal.
Si decidimos compartir nuestra vida con un perro o un gato tenemos que ser conscientes del espacio y tipo de vivienda que tenemos, del tiempo que precisan para sus cuidados, del gasto que implica su tenencia y de las características concretas de cada animal que determinan su comportamiento. No podemos dejarnos llevar por la imagen de un cachorro adorable o la petición insistente de los niños porque el cachorro crece y se convierte en un perro o gato adulto con unas necesidades y porque los niños dejan de mostrar interés en cuanto pasa la novedad inicial. Un animal es un ser vivo que depende de nosotros, no es un juguete, ni un peluche que pueda dejarse abandonado cuando comienza a causar molestias.
El abandono nunca es una opción por múltiples motivos pero yendo al estrictamente jurídico no lo es porque hoy en día es un delito castigado como tal en nuestro Código Penal, además de estar considerado infracción en todas las leyes autonómicas de protección y en las ordenanzas locales en aquellas ciudades que cuentan con ellas.
Por todo ello, tener un animal requiere ser una persona responsable. Si no se está a la altura, es mejor no tenerlo y, si sí se está, entonces la mejor opción es la adopción, ya que al menos se palia en parte la irresponsabilidad de aquellos que previamente han abandonado.