El 18 de diciembre de 1990 vino al mundo en San Esteban de Cuñaba Felipe López Sánchez, el primer niño que nacía en 20 años en el que fue primer Pueblo Ejemplar de Asturias. Iba a llamarse Andrés, pero el hecho de que el entonces Príncipe Felipe aceptase apadrinarlo a propuesta de Graciano García, director de la Fundación Príncipe de Asturias por aquel entonces, hizo que sus padres, Eugenio y Milagros, cambiasen de idea. Siete años después llamarían Andrés a su segundo hijo. Pero su primogénito, sin quererlo, ha tenido que lidiar desde bien pequeño con el hecho de que sí, que es el ahijado del ahora Rey Felipe VI, con lo que conlleva en situaciones como el patio del colegio o su puesto de trabajo. Vive desde hace varios años en Madrid, donde se licenció en Derecho y Dirección y Administración de Empresas por la Universidad de Comillas-ICADE, y sus compañeros, como no, «acabaron enterándose», cuenta entre risas. Claro que, más allá de alguna broma, poco más problema tiene Felipe López.
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Ayer, con motivo de su boda con la gijonesa Lorena Meana, recibió el «sorpresón» de la visita de su padrino. No lo supieron hasta bien poco antes, porque no habían recibido respuesta oficial a su invitación. Por motivos de seguridad, todo se mantuvo en secreto casi hasta el último momento. Así que, tras recibirle a la puerta de la iglesia, darle un abrazo y que estuviese presente en la ceremonia, no decía más que sentirse «honrado y muy feliz» por el detalle de su padrino.
A lo largo de estos casi 33 años, lo cierto es que la relación ha sido constante y cargada de cariño. El día del bautizo, por ejemplo, fue Graciano García quien acudió en nombre de don Felipe como padrino a la ceremonia, pues el entonces Príncipe no pudo acudir a San Esteban de Cuñaba. El de su comunión, el pequeño Felipe leyó orgulloso la felicitación que había recibido del Príncipe. Y es ya costumbre que, cada año, en octubre, con motivo de la entrega de los Premios Princesa -antes Príncipe- Felipe López y su familia compartan un encuentro privado con Felipe VI y la suya, al día siguiente de la entrega de premios en el Campoamor, a la que siempre es invitado. También suelen ir al Pueblo Ejemplar el día de la entrega por parte de la Familia Real. Y cuenta Felipe López que es habitual que haya cartas y llamadas en momentos señalados, como la Navidad o los cumpleaños. «Para ser el caso que es, bastante particular, la verdad es que tenemos bastante relación», contaba a EL COMERCIO el día en el que coincidió en Oviedo, por primera vez, con la Princesa Leonor y la infanta Sofía. Ya las había visto cuando eran niñas, pero aquella fue la primera vez que la Princesa ofrecía su discurso en la ceremonia de entrega de los premios que llevan su nombre, una jornada especial en la que, como tantas otras veces, Felipe López, un rapaz de San Esteban de Cuñaba, y su familia, fueron testigos de excepción.
Reconoce el joven asturiano que el hecho de que don Felipe le llamase año tras año para preguntarle por cómo iba en los estudios le ayudó a esforzarse más. «Quería decirle que todo iba bien cuando me lo preguntase», reconocía entre risas. Así que, como es obvio, la invitación el día de la boda tenía que cursarla, después de habérselo anunciado el pasado mes de octubre en Oviedo, en su habitual reunión anual. «Me dijo que se alegraba mucho, pero no confirmó su asistencia». Pocas horas antes del momento, sí lo hizo. Y el de ayer fue un nuevo día especial para los dos Felipes. El Rey, y su ahijado asturiano.
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