Pipo Prendes, en la terraza de uno de los bares de su vida. JUAN CARLOS TUERO
Los bares de mi vida

«¡Qué suerte ye tener chigres!»

El cantautor candasino apoya a la hostelería asturiana recordando su deuda como artista y parroquiano de los locales que marcaron su vida

PABLO A. MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Domingo, 9 de agosto 2020, 02:16

Pocos artistas como Pipo Prendes han sabido beber y aprovechar la esencia de la música popular que destilan los chigres. La duda casi le ofende cuando se le propone apoyar a la hostelería en un momento que el propio cantante califica de «bien jodido para ese punto de encuentro tan importante» y que en Asturias, especialmente -afirma- «es un lugar sagrado laico, una mezcla de iglesia, casino, biblioteca y centro social donde concitamos la alegría, el ocio, el aprender y el compartir. En lo que me toca, yo les debo muchísimo a los bares», afirma.

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El cantautor recuerda lo mucho que extrañó esos lugares de encuentro durante el confinamiento y echa mano de su propia cosecha para explicar lo que sintió. «En mis canciones hay dos verbos que uso mucho: celebrar y agradecer. Siempre hablo de lo importante que es valorar las cosas cuando las tenemos. Hay que acordase de lo bien que está uno cuando no-y duelen les mueles, hay que pensar: 'Qué suerte que no me duelen'. Con los chigres lo mismo: '¡Qué suerte ye tenelos!'. Fue algo sobre lo que reflexioné mucho en esos días complejos que ojalá no vuelvan», apunta.

De su tributo a los bares desvela sin ambages: «Yo mamé la música absorbiendo como una esponja lo que escuchaba en los chigres. Recuerdo la sensación potente que tuve, siendo un guaje, al oír cantar un tango a un paisano. Estaba el probe un poco afectáu etílicamente, pero me dije: 'Un día quiero sentir lo que siente este hombre, estar tan arrebatadoramente poseído por la música como él'. Esa sensación intensa la tengo cada vez que canto ahora y se lo debo a un chigre». En los que se encontraba a la vuelta de la escuela en su infancia candasina descubrió la extraña forma que cobra la alegría en los cantares asturianos: «Se manifiesta a través de la tristeza y la melancolía, en la habanera. Cuando estamos exultantes, cantamos habaneras y casi siempre en bares. Es una cosa muy mágica, muy celta, que nos define y de la que podemos presumir», explica. La melodía de su memoria lleva impresa una extensa nómina de locales de la villa natal donde sonaba acompañada del espalmar de un culín: «Casa Marcelo Vega, La Parra o aquella sidrería maravillosa, Los Sauces, que reflejo en mi tema 'Viejos amigos'. Allí la música y la sidra eran como la sangre y el cuerpo, algo que unía a todos». Eran los tiempos en que aún algún hostelero 'repunante' colocaba el letrero de 'Se prohíbe cantar y ser grandón'. Pipo cuenta: «Tocóme velu hasta en Madrid, cuando hice la mili. Paraba en El Escarpín, en la calle Libreros y, cuando me veíen llegar, dáben-y la vuelta al cartel». En su recuerdo agradecido está también el Pico's en Oviedo, el primer pub donde actuó: «Después, todos los habidos y por haber».

La lista de sus favoritos como parroquiano incluye La Pondala de Gijón y en Oviedo La Taberna del Zurdo o La Tienda de Mariluz. «En Candás me encuentro bien en cualquier sitio: El Portalón, El Nordeste, Repinaldo». A todos ellos y al sector de la música, en un momento crítico, invita «a remar», con los versos de su canción 'Un paso más': «Resiste con la mar embravecida,/ resiste que al final vas a ganar».

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