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A. S.
Viernes, 15 de abril 2022, 17:19
Antonio Miguel Grimal come donde quiere y lo que quiere. Las cuentas de sus banquetes, que van desde los 13 hasta los casi 100 euros, revelan lo ecléctico de sus gustos. Sin embargo, siempre acaban igual: en impago. Por eso, se le conoce como «el rey del simpa».
Su historial delictivo comenzó a correr en 2016, año en el que cogió el gusto a eludir el pago de las 'dolorosas'. La laxitud de las penas por eludir el abono de los convites le lleva a repetir una y otra vez la innoble costumbre. Ahora ya ni se sonroja y a sus espaldas suma la friolera de 47 detenciones.
La última se produjo el pasado domingo mientras desayunaba en el bar Kiko de Zaragoza. Los agentes no le dieron tiempo a pagar y le apresaron antes de que sopesara abonar su consumición. Sobre él pesaba una orden por sus últimos delitos y el juzgado de instrucción número 4 decretó su ingreso en prisión.
Sus delitos son siempre calificados como estafas leves, lo que le permite acumular arrestos y reincidencias sin que agrave las consecuencias. En 2017 estuvo a punto de ingresar en la cárcel por eludir varias citaciones judiciales y para evitar que siguiera estafando.
Grimal se enfrentaba a dos juicios que sumaban 4 años de cárcel y una multa superior a les 3.500 euros pero el Tribunal Supremo sostiene que, en casos de delitos leves, no se puede aplicar la agravante de reincidencia para evitar «penas desproporcionadas».
Residente en Zaragoza aunque catalán de cuna, vive de una pensión no contributiva y esquiva la multitud de sanciones. En lugar de abonar las multas, pasa unos días en prisión y, al salir, una y otra vez repite el 'modus operandi'. Come hasta saciarse y, cuando el camarero le conmina a pagar y le trae el ticket, no se inmuta al explicar que no va a hacerlo. A veces alega que se ha olvidado la cartera. Otras, simplemente, confiesa que no tiene ninguna intención.
Si los hosteleros llaman a la policía, espera pacientemente su llegada. En un local incluso pidió una cerveza para amenizar el rato muerto. Los agentes ya le conocen: «Otra vez tú», cuentan que dicen al verle.
En marzo su actividad fue intensa y su apetito voraz. Fue arrestado en cinco ocasiones en una única semana. Pasó por la cárcel y, al poco de salir, visitó la popular hamburguesería Goiko.
Una vez más, no escatimó en su comanda: una Kevin Bacon con patatas finas, ensalada César, teques, jarra de tinto de verano (la más grande de la carta), café con whisky y helado. En total, 47,50 euros que, por supuesto, no abonó.
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