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El 12 de octubre del año pasado, Día del Pilar, la Guardia Civil de Torrelavega (Cantabria) recibió un aviso inquietante: habían encontrado un hueso en las inmediaciones del pantano del Ebro y parecía humano. Fue un vecino de La Población de Yuso que ... paseaba por la zona quien encontró lo que poco después se confirmó como una mandíbula. En un primer momento, según desveló El Diario Montañés, se barajó la posibilidad de que los restos procedieran de un cementerio que quedó cubierto por las aguas del embalse y que hubiera salido a la luz con la sequía. Los análisis, sin embargo, lo han descartado y han devuelto a la actualidad uno de los casos sin resolver más oscuros de la crónica negra de Cantabria.
Las pruebas forenses practicadas, según ha publicado el diario cántabro, han confirmado que la mandíbula «pertenece a una adolescente de entre 13 y 16 años fallecida hace 25 años». Ese dato desmonta la teoría del cementerio, ya que el pantano se inauguró en el año 1952, y ha vuelto a poner sobre la mesa de los investigadores la desaparición de Virginia Guerrero Espejo y Manuela Torres Bouggefa, dos niñas de 13 y 14 años que desaparecieron sin dejar rastro a finales de abril de 1992 en Reinosa, a unos treinta kilómetros de Aguilar de Campoo (Palencia), donde vivían.
La confirmación de este extremo está pendiente de los resultados de los análisis de ADN, que aún tardarán unos días en conocerse. La cautela, por tanto, se impone, ante un caso que implica al juzgado de Reinosa y a las comandancias de la Guardia Civil de Cantabria, Burgos y Palencia, ya que se mezclan áreas geográficas, competencias y juzgados en todo el proceso.
La desaparición de Virginia y Manuela, recuerda El Diario Montañés, tuvo lugar en la tarde del Día de Castilla y León de 1992. Las niñas se fueron a Reinosa para salir y los testimonios recogidos entonces afirmaban que las vieron haciendo autoestop para regresar a casa a la altura de la fábrica de Cuétara. Se mencionó un Seat 127 blanco con matrícula de Valladolid, pero ni siquiera ese dato pudo ser confirmado. Tampoco condujo a ninguna parte un testimonio que llegó cinco años después. Un joven dijo que residían con una comunidad punki de okupas en Madrid. No eran ellas. El caso sigue abierto.
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