LP/ATLAS/J.A.M./J.M.
Sábado, 16 de marzo 2019, 18:02
El esoterismo, la magia, la reencarnación y los delirios religiosos acompañaban la vida de María y Gabriel, los padres de los niños asesinados en Godella. Habían escogido el camino menos convencional.
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Según los vecinos consultados en Godella, el deterioro mental de María se había ... acentuado acompasado por las locuras esotéricas y delirios de Gabriel. «Te quiero, te amooo», proclamaba hace algo más de dos dos semanas María en su perfil de una red social. Mensajes aparentemente dirigidos a su compañero sentimental. Como describe una residente de Godella, «a ella se le iba la pinza con ideas de fantasmas y alienígenas».
Las extrañas creencias y conductas marcaban, según el testimonio de vecinos de Rocafort recogido por Las Provincias, la personalidad de Gabriel, de 32 años. Irene, vecina de Godella, lo recuerda con sus dos perros y tocando la guitarra. «Fumaba porros todos los días y olía a marihuana descaradamente», asegura.
Irene describe la costumbre de Gabriel de hacer «círculos esotéricos, como de magia negra, en el parque de la plaza Doctor Cobó, cerca de donde vivían antes alquilados». Vivía, según ahonda la mujer, «en un mundo muy raro de creencias religiosas entremezclado con consumo de drogas».
Si bien algunos lo definen como «introvertido», Gabriel no tenía reparos en 'colgarse' en Youtube tocando con su guitarra una pieza de temática religiosa. «El no pecar te da la magia, el no pecar te da la gracia, el no pecar te da el café. Los cuentos siempre acaban bien, pero la magia está en no pecar. Tienes que saber que mañana, cuando los kilómetros se acaben y me encuentre junto a ti, el aire que hoy me guardo en el pulmón, despoja en mi garganta su hollín. Volveré a ensayar frente al espejo lo que tenga que decir», cantaba en un vídeo de hace sólo dos semanas.
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El día del crimen, María fue encontrada por un perro de la Guardia Civil, desnuda, en posición fetal, con el cuerpo lleno de arañazos y con la mirada perdida. Sus manifestaciones resultaron entonces confusas para los agentes: los niños «tenían que resucitar».
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