![Imagen de la zona en la que se halló el cuerpo. Abajo, foto de Laura.](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/201812/19/media/cortadas/laura-luelmo-kNIH-U601924463596QcG-624x385@El%20Comercio.jpg)
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Melchor Sáiz-Pardo
Miércoles, 19 de diciembre 2018, 04:44
Fue desde el primer momento el principal sospechoso. La Guardia Civil comenzó a controlar a Bernardo Montoya Navarro, de 50 años, en cuanto los familiares de Laura Luelmo denunciaron su desaparición al salir a correr el miércoles de la pasada semana. Sabían que era un asesino y sabían que ya había intentado agredir a otra chica en El Campillo. Pero los agentes quisieron «darle aire». Le interrogaron el pasado fin de semana para ponerle nervioso, pero no quisieron detenerlo a la espera de que cometiera algún error que le incriminara y les condujese a la joven. Los investigadores todavía conservaban un hilo de esperanza de que Montoya no hubiera asesinado a Laura, que la mantuviera secuestrada con vida. Finalmente, los agentes, tras el hallazgo del cadáver de la profesora zamorana el lunes, arrestaron al sospechoso a primera hora de la tarde de ayer, en las inmediaciones de El Campillo, cuando intentó darles esquinazo bajándose de su coche e intentado huir por el monte.
«Montoya se obsesionó con Laura desde que la chica llegó al pueblo», revelaron ayer responsables de la Unidad Central Operativa (UCO). La propia Laura se había dado cuenta de ello al poco de instalarse en el número 13 de la calle Córdoba de El Campillo, una muy humilde casa que había alquilado a una compañera del IES Vázquez Díaz del municipio de Nerva, donde la profesora comenzó a trabajar el pasado 4 de diciembre. En las conversaciones con su novio ya le había avisado de que le incomodaba la forma en que la observaba el «vecino de enfrente». La alerta del novio puso desde el primer momento a la Guardia Civil sobre la pista de Montoya.
Montoya se había instalado en la vivienda familiar del número 1 de la calle Córdoba el pasado octubre, poco después de salir de la cárcel. La joven profesora de plástica, según explican los agentes, no sabía de los antecedentes penales del vecino cuyas miradas tanto la incomodaban, aunque en El Campillo eran 'vox populi'. Bernardo Montoya había sido condenado en 1997 por la Audiencia Provincial de Huelva a 17 años y siete meses de cárcel por asesinar a una anciana de 82 años en diciembre de 1995 en la localidad onubense de Cortegana, a solo 46 kilómetro de El Campillo. El ahora detenido mató a machetazos a la octogenaria para evitar que declarara contra él tras haber asaltado su casa un año antes para robarle. Cuando cumplía la condena, Montoya aprovechó un permiso penitenciario en 2008 para tratar de agredir a una joven de 27 años que paseaba por un parque de El Campillo, hiriendo al perro de la muchacha de una puñalada. Fue condenado entonces por amenazas a un año y seis meses.
Aunque salió en 2015 de la cárcel, solo tardó tres meses en reincidir. Volvió a ser encarcelado por un robo con violencia, y fue condenado a dos años y diez meses que acabó de cumplir solo unas semanas antes de que Laura se mudara a la casa de enfrente suya. Mucha gente del pueblo sabía que Bernardo Montoya se había instalado en El Campillo porque tenía una pena de destierro en Cortegana, donde todavía vive la familia de su primera víctima.
Los especialistas de la UCO ahora esperan arrancarle una confesión, a la espera de que el ADN haga el resto. El cadáver de Laura presentaba heridas defensivas, con lo que es probable que puedan extraer pruebas genéticas que incriminen a su asesino.
El cuerpo encontrado en el barranco de La Mimbrera, según la autopsia, presentaba un gran golpe en la frente que provocó la muerte. Pero la chica no falleció el miércoles 12, el día que desapareció, sino dos o tres días despuñes, el 14 ó 15 de diciembre. La Guardia Civil investiga ahora si esos días Laura estuvo secuestrada o agonizaba en el monte. Los investigadores tienen confirmado que el viernes 14 el sospechoso viajó a la cárcel de Huelva para mantener un vis a vis con una presa.
La autopsia también ha revelado que el cadáver tenía hematomas en el cuello. Si Laura sufrió abusos sexuales solo la determinará el informe forense definitivo. El cadáver totalmente desfigurado se halló boca abajo, semidesnudo, maniatado por detrás y oculto bajo una jaras.
En La Mimbrera, los agentes del ECIO (Equipo de Inspecciones Oculares de Criminalística) no han encontrado, por ahora, ni el móvil ni la cartera ni las llaves con las que Laura salió a correr, lo que hace pensar a los investigadores que la joven fue asesinada en otro lugar y, después, trasladada hasta el abrupto paraje donde se encontró su cadáver.
Los funcionarios ya tienen en su poder el Alfa Romero de color negro que conducía Bernardo Montoya para comparar sus neumáticos con las huellas encontradas en el camino de tierra que conduce al barranco. El hecho de que la última señal del móvil de la chica fuera captada el miercoles de la pasada semana por una antena a nueve kilómetros al norte de El Campillo, muy alejada de La Mimbrera, abona la tesis de que Laura fue asesinada en otro lugar.
Los agentes, tras la detención del sospechoso, registraron ayer la vivienda de Montoya por si fuera el escenario del crimen o de un hipotético secuestro. Los funcionarios también allanaron la casa de Laura. El detenido fue llevado la noche de ayer a la Comandancia de Huelva, donde los especialistas de la UCO –que también trabajaron en el caso de Diana Quer o el niño Gabriel Cruz y que están convencidos de que el móvil fue sexual– interrogarán a Montoya antes de que sea puesto a disposición de la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde.
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