![La historia del 'asesino de la baraja', el inhumano criminal que mataba al azar para saber qué se sentía](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/el_comercio_2017/noticias/202212/30/media/cortadas/asesino-baraja-kkFD-U1901125938640mE-1248x770@El%20Comercio.jpg?uuid=da8fdcc8-8832-11ed-bd07-5f1ca1b0dada)
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A. S. GONZÁLEZ
Oviedo
Lunes, 2 de enero 2023
Entre el 24 de enero de 2003 y el 20 de marzo de 2003, seis personas perdieron la vida a manos de un asesino en serie que sembró el pánico en Madrid. La prensa le bautizó como el 'asesino de la baraja'. Abandonaba un naipe junto a sus víctimas, elegidas al azar.
La historia de Alfredo Galán Sotillo vuelve a la pequeña pantalla convertida en una docuserie de la mano de RTVE que recoge, casi veinte años después, testimonios y documentación inédita de la frenética investigación para dar caza al cruento asesino en serie.
¿Quién era realmente el 'asesino de la baraja'? ¿Qué le llevaba a matar matar? ¿Cómo lo hacía y por qué dejaba una carta de naipes en sus crímenes? La prensa le dio la idea. En el escenario de su segundo asesinato, una parada de autobús, apareció un as de copas. Simplemente estaba ahí pero los periodistas le apodaron el 'asesino de la baraja' y a él le gustó. los convirtió en su forma y seña de identidad.
Mataba por la espalda y a quemarropa. Quería simplemente, según sus propias palabras, experimentar la sensación de quitar la vida a un ser humano.
De profesión militar, había estado en Bosnia, de donde regresó junto a su unidad para abordar la crisis del 'Prestige'. En 2003 causó baja en el Ejército después de ser sorprendido robando un coche y diagnosticado de neurosis y ansiedad, a pesar de que la sentencia judicial por sus crímenes no reconoce que sufra ningún tipo de patología psiquiátrica.
Su primer asesinato lo cometió en la calle Alonso Cano. Allí mató al portero del edificio número 89, que solo unos segundos antes daba de comer, ajeno a su destino, a su hijo de dos años. Le obligó a ponerse de rodillas y disparó. El menor solo acertó a describir al asesino como un hombre con bigote, feo y que profería palabrotas.
Alfredo Galán, que tras abandonar el Cuerpo trabajaba como guardia de seguridad en Barajas, mató a su segunda víctima en el entorno del aeródromo. Era un joven de 28 años que esperaba un autobús que nunca llegó a coger. También trabajaba en el aeropuerto, en tareas de limpieza.
Ese mismo día, asesinó de nuevo. Después de comer y descansar, fue a un bar de Alcalá de Henares. Allí disparó a la propietaria, a su hijo y una clienta. La primera salvó la vida malherida. Los otros dos no tuvieron tanta suerte. Sin mediar palabra. Simplemente, entró y les ejecutó. Por la tarde fue al psiquiatra.
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Tardó un mes en volver a actuar. Disparó con su Tokarev TT-33, calibre 7.62., en la cara a bocajarro a un joven y, cuando iba a hacer lo mismo con su novia, el arma se encasquilló. Él desapareció, no sin antes dejar su firma. Ninguno de los dos falleció.
Once días más tarde sació su sed de sangre en Arganda del Rey, donde disparó a bocajarro a un pareja que paseaba. Él murió en el acto; ella dos días después. No se supo nada más de él hasta una tarde del 3 de julio, cuando confesó sus crímenes en una comisaría de Puertollano.
Después, se retractaría de sus palabras. El asesino de la baraja renegó de los crímenes y aseguró que un neonazi le había obligado a confesar amenazando con matar a sus hermanas. Sin embargo, las pruebas apuntaban hacia él. Fue hallado un casquillo de bala y la ropa que llevaba durante los crímenes. Además, varios supervivientes le identificaron. El arma homicida la había comprado en Bosnia.
Alfredo Galán Sotillo fue condenado a 140 años y tres meses de prisión por la Audiencia Provincial de Madrid, aunque no cumplirá más de 25, límite que establece la ley española para la permanencia de un reo en la cárcel.
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