José Luis González
Domingo, 18 de mayo 2014, 17:56
Una hija estudiosa y retraída. Una madre muy celosa del bienestar de su pequeña. Un padre amable y buen policía que no tiene problemas con nadie de su entorno. Este era el retrato que hasta hace apenas seis días hacían los vecinos de la calle Marqués de Casa Valdés de una familia leonesa que vivió en esta zona de Gijón entre 1983 y 2003 y cuyo piso sigue estando a su nombre. Un dibujo amable que nunca les hubiera situado en el centro de un suceso que ha conmocionado el país: el asesinato de la presidenta del PP de León y de la Diputación, Isabel Carrasco.
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Los cambios en el retrato comenzaron el lunes a las 17.19 horas, cuando tres disparos a bocajarro acabaron con la vida de Carrasco, que se desplazaba a pie y sin escolta desde su casa hasta la sede del partido, de la que distan apenas unos centenares de metros. En medio de la pasarela que atraviesa el río Bernesga, la presidenta de la Diputación caía muerta y dos mujeres huían a pie. Un policía nacional jubilado que paseaba por la zona fue quien reconoció a María Montserrat González Fernández, la esposa del inspector jefe de la Policía Nacional en Astorga, Pablo Martínez, que fue detenida apenas diez minutos después. Fue el tiempo que tardaron los agentes en dar también con su hija, Montserrat Triana, que se había desviado en su escapada para montarse en su Mercedes gris y tratar de recoger a su madre para completar la huida.
En sus primeras declaraciones, no confesaron. «Está extremadamente tranquila y aún más fría», señalaron fuentes de la investigación sobre la madre tras los primeros interrogatorios. Hubo que esperar a la noche del martes para escuchar la confesión de Montserrat González, quien no inculpó a su hija en el suceso.
La protección sobre Triana, así la conocían en el colegio de La Asunción por ser la única en el centro con este nombre, había sido una tónica a lo largo de su vida. Cuando llegaron a Gijón en 1983, ella tenía 24 años y su hija 4. El padre de la familia, el inspector jefe de la Policía Nacional Pablo Antonio Martínez, abandonaba su puesto en Gandía para incorporarse a la comisaría de la ciudad asturiana. No tardaron en adaptarse. Al poco tiempo de comenzar una nueva vida en Asturias, con el conocimiento que les daba la etapa profesional que el inspector desarrolló antes en Avilés, la familia decidió comprar un piso en la ciudad.
No fue su único vínculo con Gijón. La pareja decidió hacerse socia del GrupoCultura Covadonga y no era extraño verla pasear por la playa. Era la ciudad que habían elegido para criar a su hija.
Quienes la conocen, dicen de Triana que era «una cerebrito», una niña aplicada y seria que salía de casa para ir en autobús al colegio de La Asunción, pasaba por el Grupo Covadonga y volvía a su casa de Marqués de Casa Valdés.«Apenas se relacionaba con el resto de chicas», señalan.
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Donde sí veían complicidad sus compañeras de entonces, era en la relación con su madre, con la que, según fuentes de la investigación, planeó durante más de dos años en el ático que poseía en el centro de León el asesinato de Isabel Carrasco . «La complicidad entre madre e hija era evidente. Aunque era hija única, no era una consentida. Estaba presionada por su madre», sostienen sus antiguas compañeras.
Esa «presión» a la que aluden quienes la conocen tenía también mucho de preocupación.La niña sufrió una serie de problemas de espalda cuando aún cursaba la EGB que la obligaron a pasar por el quirófano.Su carácter retraído y sus problemas físicos provocaron en su madre una reacción de protección que entronca con la declaración de la noche del pasado martes, la de la confesión.
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Derrumbada, Montserrat González apuntó una razón para haber cometido su crimen: la venganza. Triana se había distinguido en Gijón por ser una buena estudiante.Mientras su padre seguía su carrera profesional en la policía en departamentos como estupefacientes, seguridad ciudadana o policía judicial, la chica se decidió a cursar los estudios de ingeniería de Telecomunicación, Radiocomunicación y Telemática por la Universidad de Cantabria, donde obtuvo un diploma por su proyecto de fin de carrera por la Universidad de Ulm, en Alemania.
La carrera de PabloMartínez, del que sus compañeros en Asturias dicen que es «un buen profesional y una buena persona», seguía adelante e incluso estuvo al cargo de varios cursos de formación. Llegado el 2003, era hora de volver a León, la tierra de la que procedían y que visitaban en periodos de vacaciones. Cuatro años después, Triana logra un trabajo de la Diputación de León como ingeniera de Telecomunicaciones e incluso entra en la lista del PP para las municipales. Todo parecía ir bien. Pero, sin un puesto en la Corporación municipal y con la decepción de perder un concurso «hecho para ella» que le hubiera dado una plaza de funcionaria en la Diputación, madre e hija comenzaron a alimentar«una vorágine obsesiva mutua contra Isabel Carrasco en la que la madre tenía la voz cantante», señalan fuentes de la investigación.
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Todo era culpa de la presidenta y durante más de dos años tramaron un plan plagado de seguimientos y vigilancias para acabar con la vida de Carrasco. Nadie en Gijón podía imaginar tal cosa. La familia, que seguía manteniendo una buena relación con la ciudad, pasaba temporadas en su piso de Marqués de CasaValdés y no dudaba en acudir al Grupo Covadonga, donde acudían a practicar bicicleta estática o tomar sesiones de sauna. Normalidad y buen trato con unos vecinos que no podían siquiera imaginar siquiera las ideas que obsesionaban a madre e hija.
Gijón no solo les sirvió a Montserrat y Triana como refugio para disfrutar fuera de León. Los investigadores del asesinato han podido averiguar que el arma que una agente de la Policía Local amiga de la pareja entregó en León y con la que, supuestamente, se cometió el crimen, había sido comprada en Gijón a un toxicómano fallecido hace más de un año. El revólver Taurus 32 HR magnum de calibre 38 y con el número de serie borrado salió de la misma ciudad a la que ahora acudirá el padre de la familia, que ha pedido el traslado. Con su esposa y su hija en prisión, PabloMartínez regresa a una ciudad en la que conserva amigos y a un trabajo en el que será recibido «con todo el cariño», según dijo el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo.
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Exculpado de cualquier vinculación con el crimen, PabloMartínez vuelve a una ciudad en la que quienes conocen a su familia se preguntan, como lo hace Santiago Álvarez, el presidente de la Casa de León en Gijón «qué pudo pasar por esas cabezas para hacer algo así».
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