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A. VILLACORTA
GIJÓN.
Domingo, 1 de diciembre 2019, 03:00
Chechu Rubiera (Gijón, 1973) asegura que tiene «doble nacionalidad»: su patria chica, la parroquia de Baldornón, donde hoy lo encontramos «pañando manzanes» en una pomarada de su padre, «que anda un poco pachuchu», y Muñó, justo donde arranca el concejo de Siero, ... donde ha formado su «mejor equipo» este hombre que colocó a Asturias en la cima del ciclismo mundial y que dio por concluida su carrera deportiva al final de la temporada 2010. Una escuadra con base en la que fuera la casa de sus bisabuelos maternos, con más de un siglo de historia entre sus muros, y que le hace «muy feliz». Encabezada por su mujer, Laura, con la que lleva «toda la vida», y sus dos hijos, Noah y Axel, de nueve y siete años.
Todo empezó cuando quien fuera gregario de Armstrong -que ahora trabaja como diseñador de bicicletas en la empresa MMR a media jornada-, con solo veinte años, estudiaba para perito con un hermano de Laura y «fue ella la que se lanzó. Me dijo que si íbamos al cine y me puse tan nervioso que no sé ni decirte qué película vimos. Creo que era una de Mel Gibson. Lo que sí sé es que ye larga, porque todavía nos dura», bromea Chechu.
Y, entre fotograma y fotograma, en ella encontró todo lo que andaba buscando sin buscarlo: «Nunca me dijo nada porque no estuviésemos de fiesta hasta las tantas. Al contrario: me animaba a pensar en el entrenamiento del día siguiente. Me acuerdo de cuando salíamos de chavaletes y andábamos buscando en qué sitio nos daban de cenar antes de las ocho y media».
Lo de ser padres empezaron a planteárselo más tarde porque estaban tan bien como tándem que no necesitaban mucho más. Pero, en esa etapa reina, fue él quien la convenció «a fuerza de insistir, porque, en principio, ella no estaba muy por la labor».
Así que primero tuvieron a Noah -cuyo nombre rinde homenaje al escritor Noah Gordon, que a los dos les gusta mucho- y, dos años más tarde, a Axel, que se llama igual que el hijo del mítico Eddy Merckx, también ciclista y con quien Chechu conserva una buena amistad.
Dos personalidades «muy distintas entre sí» que ya han empezado a descubrir quién es su padre cuando alguien lo para por la calle para pedirle una foto por más que él insista en quitarse importancia. «Un día, vinieron del colegio contando que un compañero les había dicho que había ganado el Tour, así que tuve que decirles que no, que más bien me costaba trabajo terminarlo».
Para ellos, Chechu Rubiera ha decidido ser un padre presente. De esos que les dedican todas las tardes a los deberes y que, una vez a la semana, los llevan a las extraescolares. «Primero, a break dance y, después, a música. Siempre corriendo». Siempre contra reloj. Pero, por si no quedaba claro que Rubiera es hombre de hacer piña, él mismo se ha apuntado con ellos a las clases que imparte Luis 'El Chino', integrante del grupo Mota Blues, en La Pola.
Axel y Chechu, a la guitarra. Noah, a la batería. «Somos unos paquetes porque llevamos poco tiempo, pero lo pasamos bien. Ahora solo nos falta que Laura cante», resume mientras atacan los acordes de 'Knockin' on Heaven's Door'. Y, al llegar a casa, siguen ensayando, aprovechando que en su casa de Muñó «no se molesta a los vecinos porque no hay».
No extraña que este grande que recorrió el mundo sobre dos ruedas no eche de menos «el estrés de la competición». 150 días al año fuera de casa. 30.000 kilómetros. Bajadas supersónicas que hacían sufrir a su madre. «Era otra época en la que se hacían carreras cada vez más duras. Carreras que no se paraban aunque los termómetros marcasen 43 grados. Así que, al margen del dopaje, había mucha gente interesada en que las recuperaciones fuesen muy rápidas. Hoy, afortunadamente, el ciclismo ha cambiado», pero «la vida sigue siendo puro rock and roll» y «hay días que dos guajes en casa te terminan agotando». Seguro que les suena.
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