Secciones
Servicios
Destacamos
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Domingo, 30 de enero 2022, 12:41
El último milagro de los muchos que se cuentan en el Camino a Santiago, el más reciente, lo consiguió el gaitero vigués Carlos Núñez y lo ha grabado en un disco: fue el de hacer que los instrumentos de piedra del Pórtico de la Gloria despertasen acompañando la letanía del Dum Pater. La vía jacobea está repleta de milagros sonoros, tan prodigiosos como los acontecidos a peregrinos de carne y hueso o los arquitectónicos que aún conmueven en pie a quien pasa a su lado. En el tramo de la Costa que discurre por el concejo de Cudillero debería advertirse en las guías que sigue el viajero la localización de algunos de estos asombros para el oído. La percusión de los cantos rodados del pedreru de la Concha de Artedo cuando la mar los agita, ese 'ruxidoiru' del que hablaba en sus versos, un casi vecino de estas mariñas, Fernán Coronas, el poeta de Cadavedo. El efecto milagroso es especialmente sugestivo si se escucha al amanecer, con las últimas luces del día o en plena noche cerrada. Cuando lo oía uno de aquellos penitentes que avanzaban a Compostela en busca del perdón, o al menos un alivio para sus pasadas ignonimias, debía parecerles que escuchaban realmente a su otro yo, el de su alma naufragada. Muy cerca, a la vera del viejo Camín Real cuando bordea la sierra de las Palancas o por el otro ramal al adentrarse en lo que queda de las biescas de Las Valloutas, la melodía que rompe todas las escalas es la del viento, ya sea el nordeste azotando las sebes de la ruta o el gallego levantando tejas. Son milagros musicales que invitan a seguir andando.
Por esos mismos trechos de las sierras o en el itinerario hacia la capital de Cudillero, muchos de aquellos peregrinos se cruzarían más de una vez con los trajineros vaqueiros que mercadeaban con productos de ida y vuelta entre las brañas y lo villa. En la iglesia de San Martín de Luiña aún se lee, convertida en algo así como juego de palabras desordenadas, el aviso infamante que los separaba de los xaldos en los oficios. Allí, detrás de los bancos, a su lado, seguramente se arrodillarían también los caminantes jacobeos que se desviaban hasta allí para oír misa, tan forasteros y llenos de fardeles como veían los del llano a la gente de la alzada. Por fortuna, sin salirse de su ruta, dejada atrás la villa, había una parroquia que los acogía con los brazos abiertos, como si fueran de casa, la de Soto de Luiña. Así lo atestigua la existencia de un hospital para albergarlos, cuya primera ubicación está datada en el año 1516.
El primitivo refugio no distaba mucho del que fundó dos siglos después, en 1713, el cura don Antonio de Bances Cuervo y Osorio de la Bimera bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. Se construyó casi al mismo tiempo que el hermoso templo barroco al que aparece adosado, iniciativa también de Bances Cuervo y «a costa de la fábrica I Becinos desta feligresía», como se lee en una lápida del interior de la iglesia. Su carácter hospitalario viene refrendado por la inscripción que se alza sobre la puerta principal advirtiendo que es «iglesia de asilo». Acogió peregrinos hasta el año 1881. Venían de toda Europa como sabemos de los que recalaron en esta alberguería y en la que la precedió. Por Luiña pasaron el veneciano Bartolomé Fontana en 1538 o el francés Guillermo Manier en 1726. El archivo parroquial recoge los nombres de otros que terminaron aquí su viaje: un Juan de Francia en 1656, el piamontés Andino Bucio en 1722 o el lorenés Martin Petit Jean Perpeau-de la Dit en 1763. Hoy, la antigua escuela, pegada al hospital, sigue acogiendo a los que van a Santiago.
P. A. M. E.
Francisco Javier Menéndez preside la Asociación Cultural y del Camino de Santiago La Humildad, de Soto de Luiña, y es uno de los mayores conocedores e impulsores del legado jacobeo en esta parroquia cudillerense. Desde Madrid, donde reside en invierno relata que «es una pasión que me transmitió mi hermano, era médico y murió muy joven. Hablaba del Camino en los años 50, cuando nadie lo hacía. Solía decir que si Soto perdía ese vínculo desaparecería como pueblo». En su memoria fértil evoca «los primeros peregrinos que recuerdo, fueron tres franceses en el año 1944 y todo el pueblo se volcó con ellos, hubo fiesta esos días», también una década más tarde: «Estábamos en casa celebrando la cena de nochebuena y oímos una gaita, era un peregrino escocés que llegaba a dormir al pueblo. Mi hermano salió a buscarlo y estuvo tocando la gaita en la Misa de Gallo». En 1965, Menéndez, junto a otros vecinos de Luiña recuperaron las antiguas escuelas como albergue para los caminantes a Compostela, uno de los pioneros en época moderna. Hoy se congratula del flujo constante de peregrinos: «Cada verano me siento a la puerta de casa a recibirlos y es constante, llegan 70, 80, hay que habilitar camas en casas particulares para acogerlos. El Camino está totalmente vivo».
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.