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PABLO A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Martes, 17 de marzo 2020, 02:27
Carlos Sánchez, de 43 años, técnico de emergencias sanitarias con casi dos décadas de experiencia, regresa con su vehículo a la base de Transinsa en Porceyo tras haber trasladado al Hospital de Cabueñes un paciente sospechoso de coronavirus y está tranquilo. Mientras su compañero, ... Borja Canteli, también técnico de emergencias saniratias, inicia a puerta cerrada el proceso de desinfección de la parte trasera (una tarea que en sus diferentes pasos puede llegar a una hora), subraya que está calmado porque tanto él como Borja han seguido escrupulosamente el protocolo de actuación y porque hasta el día de ayer ni uno solo de sus compañeros en la empresa se ha contagiado: «Eso quiere decir que estamos haciendo bien nuestro trabajo y me gustaría transmitir esa misma tranquilidad a los ciudadanos», apunta. En diecinueve años de servicio le ha tocado ver de todo, por eso cuando afirma que esta «es una situación excepcional» no repite un lugar común, simplemente constata la realidad y por ello, apunta, que «todo el mundo debe ser consciente de su responsabilidad, deben seguir lo que dicen los expertos y cumplir con las medidas que se han dado. Es la única manera de que el sistema de salud no se desborde».
Sánchez lleva trabajando en este servicio específico desde el viernes y ayer a media tarde había realizado el traslado de seis pacientes. Explica los distintos protocolos que se siguen, dependiendo de si la persona a recoger en su domicilio puede desplazarse por su propio pie o si tiene la movilidad reducida. En el primero de los casos -una información que ya tienen al llegar-, él permanece en la cabina, mientras el técnico, con el EPI (Equipo de Protección Individual) puesto, sube a buscar al paciente: «Hasta ahora la mayoría de los traslados están siendo de este tipo». Si el sospechoso de contagio requiere silla o camilla, se coloca el propio EPI que lleva en su compartimento de adelante y ayuda a su compañero hasta que éste se encuentre ya en el interior con el paciente y la puerta cerrada. Es entonces cuando se desprende del EPI -un equipo de un solo uso- lo mete en una doble bolsa de basura y lo deja al lado de la puerta lateral, para que el técnico lo recoja dentro, una vez que él esté de nuevo al volante. En la base, los equipos utilizados se introducen en un pequeño contenedor para ser incinerados en el siguiente viaje al hospital. Detalla los pasos uno a uno: «Me cuesta más describirlo en palabras que ejecutarlo, porque lo haces ya automático». Cada jornada antes de salir a trabajar recibe información de si ha habido cambios en el protocolo: «La comunicación de la empresa con nosotros es directa».
Con dos hijos de 4 años y 6 meses, sigue con idéntico rigor las medidas higiénicas fuera de casa («Debemos hacerlo todos») y afirma que «me siento más seguro aquí que fuera, en un supermercado». Agradece los aplausos ciudadanos: «Está bien que se reconozca a todo el personal sanitario, pero héroes no somos. Simplemente procuramos hacer bien nuestro trabajo».
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