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El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, vuelve a salir en su carta pastoral semanal en defensa de la Iglesia como institución y de los cristianos en general ante lo que él considera una cortina de humo, un ataque por parte de «las gobernanzas de ... nuestro país a fin de distraer y focalizar una atención que despierta el encono por los temas que se jalean, que arrojan confusión por la amalgama de sus mentiras, que señalan cabezas de turco para organizar el pim-pam-pum con quienes ensañarse hasta su ridiculización y censura». Se refiere el arzobispo a dos temas que han centrado en los últimos meses –si no años– el debate en torno a la Iglesia: los abusos a menores y la inmatriculación de bienes por parte de la institución eclesiástica, ambos en el punto de mira del Gobierno de coalición.
«A veces, más que cortinas de humo, son verdaderas nieblas persistentes que ocultan la verdad, que insidian perversamente, que calumnian y zahieren a sabiendas para desgastar o intentar destruir a quien señalan como adversario cultural o enemigo político», denuncia el prelado, quien advierte que «la Iglesia católica se ha visto últimamente envuelta en este laberinto por parte de algunos mandamases y sus terminales mediáticos».
En su opinión, «ha habido una consigna que ha señalado a los cristianos como diana: la Iglesia roba y ha de devolver lo que indebidamente se ha apropiado, y la Iglesia abusa de los niños y personas vulnerables», mensajes divulgados «por tierra, mar y aire» que «jurídicamente no tendrán ningún recorrido, pero que supondrán una erosión que se intentará que sea perdurable».
Tras describir la pedofilia como «un crimen inmenso, un delito y un pecado», destaca que lo es «de toda la sociedad», «no cristiano en general y clerical en particular». Recuerda que la Iglesia tiene miembros que han cometido ese pecado y que si alguien «hubiera ocultado o protegido a quien los cometía, deberá pagar ante Dios y ante la sociedad». Pero recuerda que «estudios estadísticos independientes señalan el perfil de los victimarios vinculados al ámbito familiar y círculos amistosos, al educativo, al del tiempo libre y deportivo, y también al eclesial. Donde hay menores, existe el riesgo de perpetrar estos crímenes. Pero lo que representa esta triste desgracia y horrendo crimen realizados por clérigos es el 0,2%» del total, cuantifica.
Es por eso que «sorprende el interés de un parlamento que se centra en ese porcentaje e ignora el 99,2% restante», denuncia. Y pide ante la «lacra terrible» de la pedofilia que la sociedad, «y también la Iglesia, pongamos los medios y los remedios necesarios para sanarla y erradicarla». En su opinión, «la pornografía fácilmente accesible, la educación ideologizada por el género, la hipocresía cínica o amoralidad en tantos casos, hacen de campo de cultivo para que se sigan cometiendo estas tragedias deleznables».
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