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D. Menor
Domingo, 12 de marzo 2023, 00:36
Los años de la dictadura argentina (1976-1983) no fueron fáciles para Jorge Mario Bergoglio, entonces joven provincial de la Compañía de Jesús en el país austral. José Luis Narvaja, sobrino del Papa, recuerda un peculiar episodio en la estrecha relación que mantenía con su ... tío durante aquellos años de su niñez. «Nos encantaba ir a visitarlo. Yo tendría unos 10 años cuando, un día, mis padres nos dijeron que íbamos a ir en coche al Colegio Máximo, donde vivía mi tío, para recoger a un amigo suyo al que teníamos que llevar al aeropuerto. Cuando llegamos vimos que salía una persona que parecía mi tío y mi hermana se alegró mucho porque pensaba que era él, pero luego resultó que era otro hombre, aunque estaba vestido de sacerdote y llevaba su pasaporte. Se le parecía mucho», cuenta Narvaja.
Años después le informaron de que Bergoglio había ayudado y entregado su documentación a aquella persona para que escapara de la represión del régimen militar. «Con el tiempo supimos de estos gestos que él tenía para salvar a los perseguidos por la dictadura».
El entonces provincial de la Compañía de Jesús también tuvo que dar la cara para ayudar a algunos miembros de su congregación religiosa que estaban en el punto de mira de la represión. «Tuvo varias intervenciones ante las autoridades que fueron complicadas. Se puede pensar que no era más que un trámite burocrático, pero le tocaba dejarse maltratar. Le tocó ir a la cárcel a buscar a algunos jesuitas y llevarlos luego al aeropuerto para que salieran del país. Esto es algo que no se sabe mucho», explica el familiar de Francisco.
Aunque ambos formen parte de la misma congregación religiosa, Narvaja asegura que el ejemplo de su tío no le influyó en su decisión de entrar en la Compañía de Jesús. «Nunca se metió en mi vida personal ni en mis decisiones. Siempre fue muy cercano conmigo y con mis hermanos, pero llegados a una edad tomó un poco de distancia para dejarnos tomar libremente nuestras decisiones vitales. Mis hermanos se casaron y yo decidí hacerme jesuita». A su tío lo tuvo como rector en el noviciado, pero aquella cercanía familiar «no me hizo ahorrarme ningún trabajo, incluso me tocaba hacer los más pesados». «Nunca hubo nepotismo», insiste el sobrino, «como tampoco ocurre ahora».
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