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Cuando hablaba con su hermana por teléfono, durante el confinamiento, Pablo Muñagorri le decía que ella tenía suerte de pasar el tiempo leyendo. Él no podía. «Antes yo vivía solo. Vivir solo tiene sus ventajas pero en la pandemia lo pasé muy mal. Necesitaba tener a alguien que me dijera 'buenos días'», recuerda Muñagorri, que estuvo en ese piso cuatro años y ahora reside en uno tutelado con otros once compañeros. «Siempre he sido una persona bromista pero notaba que me cambiaba el carácter y me volvía más agresivo. No quería hablar con los compañeros. Estaba metido en mi mundo. Al vivir solo coges tus manías. Salía a la calle y si me miraban, no llegaba a pelearme, pero me apartaba».
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Doménico Chiappe
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Tenía una mascota, una perrita llamada Lassie, con la que Muñagorri salía a la calle «a las ocho, cuando nos dejaban. Yo iba en bicicleta. Me la envenenaron», asegura. «No pienso adoptar otro perrito. Me gustan pero me he quedado chafao. He estado un buen tiempo que no podía acercarme a ningún perro porque me ponía a llorar. Te acompañan mucho, son como tu familia». Hace poco también murió su madre, recuerda. «Estaba sin ganas de vivir, ni de nada. Echaba de menos a mi madre, que se murió también en la pandemia, el primero de agosto».
Le entró la desgana. «Muchas veces me he quedado en la cama y no me he levantado, llorando», confiesa. Descuidó la casa. «Hubo un tiempo en que dije: para qué. Ya no me apetecía limpiar. No me encontraba con fuerza, entré en depresión». La gente, dice, le «incomodaba». Peleaba «sin querer» con su hermana cuando hablaban, dejó de responder las vídeollamadas de sus monitores. «Estaba como cabreado con la sociedad, como rebelde. Si iba a un bar me tomaba algo y me iba corriendo si entraba mucha gente».
La soledad le asustaba. «El hecho de encontrarme solo me daba miedo», confiesa. «Llegar a tu casa y verte solo, ver una película y no tener con quién comentarla, o ver un partido de fútbol». Ahora vive en unas «casas de maestros» con jardín y patio. Tiene una habitación propia, y ahí se mete cuando «quiero estar solo y ver lo que quiera en la televisión. Me ha costado un tiempo volver a vivir con gente pero me ha cambiado la vida. Me ha cambiado el carácter, estoy más sociable, hago más compañerismo».
Le gusta que se celebren los cumpleaños y hace planes para irse a vivir con «cuatro amigos» en un piso solo. «Todos tenemos un montón de carácter y a veces hay peleas, pero yo digo: benditas peleas y después todos tan amigos».
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