La mitad de los diabéticos españoles ignoraban que padecían la enfermedad hasta que resultó evidente por la aparición de las primeras complicaciones. No supieron que estaban enfermos hasta que la patología ya había avanzado, lo que impidió en algunos casos eludir o retrasar la llegada ... de lesiones, que pueden ser graves o muy graves.
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Así lo afirma la Federación Internacional de Diabetes que, coincidiendo con el día mundial de la patología, dio a conocer una investigación que determina el grado de infradiagnóstico de la enfermedad en diferentes países –en España alcanza al 49%– y que reclama a las autoridades la urgencia de programas eficaces de detección precoz y de campañas que conciencien a la población sobre los factores de riesgo.
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Lidia Carvajal
El llamamiento, secundado por las organizaciones de pacientes y de profesionales sanitarios, busca frenar la propagación de una enfermedad con un altísima incidencia en España y también que las administraciones tomen las medidas precisas para mejorar la salud y la calidad de vida de millones de compatriotas.
Estiman que uno de cada siete españoles, seis millones, padecen diabetes y que no menos de un tercio, unos dos millones, ignora que tiene un exceso de azúcar en sangre que, de no corregirse a tiempo y controlarse adecuadamente, será fuente segura de lesiones y complicaciones de tipo cardiovascular, oftalmológico y renal, que en los casos más graves pueden causar infartos, ictus, insuficiencias renales, ceguera o amputaciones.
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España es el segundo país de Europa (tras Alemania) con mayor incidencia de diabetes. Tiene una tasa de enfermos (el 14,8% del censo) que es un 37% superior a la media del continente, el 9,2%. Esta patología, que en su variante mayoritaria (el tipo 2) se suele detectar en mayores de 45 años, tiene como principales factores de riesgo, además de los casos de evidente predisposición genética, el tabaquismo y sobre todo el sobrepeso y la obesidad, normalmente fruto de una alimentación poco sana y una vida sedentaria. El aumento de españoles con estos hábitos perniciosos, presentes cada vez más en edades tempranas, explica que se estime que en 2025 el país puede alcanzar una tasa de diabéticos del 18%, unos nueve millones, incluyendo diagnosticados o no.
El enorme volumen de infradiagnóstico explica que la investigación detecte que el 89% de pacientes españoles en tratamiento hayan sufrido ya una o más complicaciones derivadas de la enfermedad y que, de hecho, la mitad tenga como preocupación diaria la posibilidad de desarrollar estas lesiones. Cuando se les pregunta por la prevención, casi el 60% reconoce que podría haber puesto más de su parte (mejores hábitos y cuidados) para evitar complicaciones, pero un 40% también defiende que el sistema sanitario podría haber hecho más por ayudarles.
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Idéntica opinión tiene Rafael Simó, jefe del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona y experto de prestigio internacional. Cree que en España «estamos lejos de un cribado eficaz de la diabetes, pues muchos pacientes se diagnostican años después de iniciarse la enfermedad».
Pacientes y especialistas piden generalizar las pruebas de determinación de glucemia entre la población de riesgo (sobrepeso y sedentarismo, antecedentes familiares, origen étnico o gestantes) y de forma general entre los adultos de 35 a 45 años en adelante. Entienden que estas pruebas se pueden generalizar en los centros de salud y hospitales, pero también en los exámenes de empresa o en consultas o revisiones de odontología y oftalmología.
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La Federación Española de Diabetes (FEDE), en un reciente estudio, determinó que los enfermos, además del impulso al diagnóstico precoz y de la concienciación social, urgen a adoptar otras tres medidas, entre las que destaca que el Gobierno garantice el acceso equitativo a la cartera de servicios de diabetes en todas las autonomías y zonas de salud, cosa que hoy no ocurre.
En segundo lugar, reclaman mejorar y extender la educación diabetológica para facilitar el autocuidado de los enfermos, reducir la posibilidad de complicaciones y mejorar la calidad de vida. Su tercer afán es que la sanidad pública se oriente a cubrir las necesidades reales de los pacientes crónicos, entre los que los diabéticos son de los grupos más mayoritarios.
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El primer beneficiado de la mejora de la atención serían las arcas públicas. Al menos un 35% del gasto anual que se destina a atender esta dolencia lo consumen los problemas derivados de una falta de control eficaz de la enfermedad, que aumentan la aparición de complicaciones.
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